21 de janeiro de 2013

Encuentros al poner del sol





No había nadie en la playa. El mar calmo era agitado de vez en cuando por las olas. Llevaba algunas horas allí sentado sobre las rocas, viendo cómo los cangrejos correteaban y se escondían en sus ranuras. Vivía allí, alejado del mundo, en una casa de dos habitaciones. Era pobre y trabajaba cogiendo mariscos en las rocas para vivir. Mi piel estaba quemada por el sol, mi cabello estaba revuelto por la sal del agua y tenía varios rasguños en los brazos.

Fruncí el ceño al descubrir a lo lejos una figura caminando sobre la arena mojada, allí donde el agua llegaba como un manto de espuma y le mojaba los pies. 

Era un hombre… alto, delgado, de unos 40 e tantos años, quizás más… no sabría decirlo. 

Llevaba unos pantalones cortos beige y una camisa azul, en su mano sujetaba las sandalias.

Le miré con curiosidad y me fijé en cómo cogía una concha del suelo y me sonrió en forma de saludo. Yo le devolví la sonrisa.

Al día siguiente estaba allí, como todos los días y le ví de nuevo y nos volvimos a sonreír…y al día siguiente al otro. Hasta que un día fue él el que se acercó, curioso y se sentó a mi lado en las rocas.

Olía bien, a limpio, sus ojos brillaban con el reflejo de las pequeñas olas del mar y hacían que me avergonzase de mis pantalones viejos y mi camiseta sin color. Yo no dije nada y esperé a que hablase. Cuando lo hizo fue para decirme que el cielo estaba bonito esa tarde y pensé que tenia razón, estaba rosa y violeta.

Hablamos durante un rato, enseguida me pareció un hombre muy divertido... pero había más, una sombra en sus ojos que no supe descifrar.

Cuando nos vimos al día siguiente, la playa estaba desierta como siempre, y yo le pregunté porque iba siempre solo. El tan solo me dijo que andaba buscando paz, que allí nadie sabía quien era... ¿Quién eres? pregunté con mirada curiosa. Él sonrió y no me contestó.
Un día apareció, cuando ya habían pasado varias semanas desde nuestro primer encuentro y yo le había esperado impaciente.

Quería verle, quería regalarle algo, había tejido con mis manos: un collar con una caracola de mar enganchada. De pronto se había convertido en alguien importante para mi... pescaba todo el día pensando en el ocaso y cuando se ponía el sol  y él se marchaba una gran tristeza me llenaba el corazón.

Estaba satisfecho con mi logro, el collar era el más bonito que había visto nunca en ningún mercado. Estaba seguro que le gustaría mucho, nunca le había visto con ningún objeto personal salvo un anillo de plata (me parecía plata porque era blanco) en su dedo. 

Ese día le regalé el collar con las mejillas ruborizadas, a la orilla del mar, con  el agua rozando nuestros tobillos y el viento agitando nuestras ropas.
Vi en su rostro una mirada de ternura cuando sus labios tocaron los míos. Fue un beso lento, inexplicable, mi primer beso…

Su lengua se atrevió con cuidado a probar mi boca y yo la acepté, tembloroso y sin saber que hacer.
Nuestros labios se separaron, y sus ojos se abrieron.

-Me voy mañana...- me dijo. Entonces fue como si el mar se hubiese agitado dentro de mi pecho en una tormenta que hundiría mi corazón.

-¿Por qué?...- no comprendía, yo era demasiado ignorante, demasiado inexperto...

Mi vida era aquello, trabajar cogiendo pescado y otros mariscos en las rocas, vender en el mercado, esperarle por las tardes... mi vida se había convertido en una rutina maravillosa ese verano, y no quería que acabase. Pero, en cambio su vida solo se había detenido un instante, su vida se había parado para hacerme vivir a mí... su vida volvería a reanudarse cuando regresase a su ciudad.

-Me llamo Hugh... no puedo quedarme porque no pertenezco a este sitio... Sin embargo tú me has hecho aprender muchas cosas, me has dado la paz que buscaba...

Hugh se marchó y yo lloré toda la noche a la orilla del mar... hasta el amanecer. El azul del mar me recordaba sus ojos, el sonido de las olas me recordaba sus susurros, sus risas... las historias que me contaba.

Durante meses me sentí muy solo, deprimido... y un día al caminar por la ciudad escuché su voz... miré a un escaparate y ahí estaba él, en la pantalla de un televisor... hablaba y sonreía... llevaba una camisa azul y en su cuello vi el collar de caracola marina que yo le había hecho.

FIN

9 comentários :

  1. Hola, Saito. Me ha gustado mucho, es una historia preciosa, muy romántica y ha conseguido que me sintiera como en un soleado día de playa, y no sabes qué ganas tengo de que llegue el verano, que aquí no deja de llover. Besos.

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  2. Hola!
    Me acabo de unir a tu blog, antes no me gustaban los finc(por su puesto era que no había leído ninguno bueno), pero una vez que uno encuentra ciertos tesoros, esta acabado, comienza a presentar una especie de adicción...ja..ja...ja...ja
    También tento un pequeño blogger, así que si en algún momento te puedo servir de algo para anunciar tus trabajo, aquí estoy.... Por ahora pondré un acceso directo para que entren desde mi blog al tuyo...
    http://historiasdeamorydeseo.blogspot.com/?zx=3a37a1a6d289d929
    milagrogabriel@gmail.com
    Me comunico contigo de esta manera, ya que no encontré una dirección de correo electrónico para hacerlo...

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    1. Oh, hola!!
      Pues es cierto que no se me habia ocurrido lo de la direción electronica XD
      Me alegra mucho que te haya gustado y tambien estoy disponible para anunciar tus trabajos o lo que necesites! Todo por la lectura (y el yaoi XD)

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  3. Hola Saito! Me ha encantado la historia, muy cortita pero muy muy tierna y bonita. Me has dejado con ganas de más.... Gracias y miles de besosss

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  4. Una historia preciosa. Muchas gracias.

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  5. un tanto triste pero muy linda, gracias :)

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