10 de abril de 2013

El millonario y el esclavo- capitulo 8




8º capitulo


A casa?... No podían ir a casa, no mientras todo aquel follón no hubiese sido resuelto.
Se metió en su moto sujetando a Sano entre sus brazos. Le llevó a un hotel con una preciosa vista al mar. Esa noche no volvieron hablar. Sano siguió en sus brazos después de acostarse, sobraban las palabras.
A la mañana siguiente se despertó muy lentamente mientras los rayos del sol se filtraban por los cristales de la ventana. Se movió cómodamente sintiendo el calorcillo del cuerpo de Sano. Levantó lánguidamente la cabeza del montón lujurioso de almohadas y descubrió a su amante ya despierto. Fijaba un punto exacto en el techo sobre sus cuerpos, ajeno a cualquier cosa que pudiese pasar en la habitación.
Saito tragó en seco era esa la misma mirada que había visto en sus ojos cuando estaba ingresado en el hospital.
Se sentó en la cama, se recostó en las almohadas y volvió a mirar al chico, sintiendo una inmensa culpa por su estado. ¿Podría realmente cumplir lo que le había prometido? Se cuestionó con un cierto pánico. Hacía mucho que el cuidar a alguien no era una responsabilidad. Respiró profundamente ignorando a su subconsciente que le murmuraba con pura maldad que no había empezado con buen pié. Carraspeó intentando llamar su atención pero fue en vano, los ojos ni siquiera se movieron.
- Hola nene, ¿cómo has dormido?- le dio un pequeño besito sobre la nariz.
Los dos ojos chocolate volvieron su mirada por primera vez al tiempo que murmuró:
- Te has quedado sin mayordomo…
- Es verdad… Bueno contrataré a otro.- dijo con tono bajito. La aparente fragilidad de Sano le intimidaba. Temia hacer algo sin cautela. En aquel momento Sano era una pieza de fino cristal, podría romperse por cualquier toque.
- Necesito un baño.- Advirtió el muchacho.
- ¿Y qué tal si yo te lo preparo y tú te relajas?
- Vale, pero antes necesito decirte una cosa…
- ¿si? ¿Qué cosa?
- Gracias.
- ¿Por qué?- dijo sorprendido.
- Por salvarme en la casa, por sacarme de la cárcel, por traerme aquí y por cuidar de mi.- La expresión en el rostro de Saito cambió de asombrado a tierno. Sano se sonrojó y apartó la mirada. Descubrió un poco su cuerpo y se sentó también en la cama.
- No tienes por qué. Además yo soy el principal culpable de lo que pasó anoche.
- ¿Por qué dices eso?- inquirió jugueteando con la sábana.
- Porque sí… Yo, no te mencioné nada pero después de esa charla que tuve con Chou hace unas semanas empecé a desconfiar de él.
- ¿De verdad? ¿Y por qué no se lo dijiste al inspector?
- No estaba seguro del todo… Tenía miedo de equivocarme, pero todo, todo me indicaba que era él!
- Entonces, ¿por qué no hiciste nada? ¿por qué le dejaste seguir en tu casa? ¿por qué dejaste que siguiese rondándome? ¿es que no me quieres?- encaró a Saito con rabia- ¿Ya no te importo?
Saito extendió una mano para apartarle un mechón de pelo de su frente mientras que una lágrima se formaba en uno de sus ojos y se deslizaba lentamente por su cara.
- Sí que me importas, me importas demasiado. Pero no quería creer que alguien tan cercano pudiese dañate sabiendo lo mucho que te amo. Creo que mi amor por ti me cegó. El intenso deseo de que te mejorases… Lo siento mucho.
- Saito… – limpió la lágrima que escurría.
- Tú, eres lo único que me importa.- Lo besó delicadamente y Sano sintió en sus labios un sabor de un potente afrodisíaco. Abobado por el beso le rodeó el cuello con los brazos y lo atrajo hasta su cuerpo. Saito lo besó con más ímpetu y el chico se apretó fuerte contra su pecho, deseando descubrir de dónde le habían llegado las ganas de sentir su piel.
El hombre más viejo deslizó sus manos entre sus cuerpos unidos hasta alcanzar la parte inferior de la espalda morena y las bajó más hasta alcanzar su divino trasero.
Deseando que las caricias siguiesen Sano apretó sus dedos entre el cabello negro de Saito y separó sus labios con un gruñido de placer.
Maravillado por esta reacción el millonario introdujo su lengua en la boca que le esperaba y al mismo tiempo presionó un poco su entrepierna que ya se animaba. Al cabo de un momento detuvo el beso y levantó un poco la cabeza mirando al joven en a ojos. La pasión que descubrió en ellos le tocó el alma.
-Horas…- dijo con voz ronca- Quiero amarte durante horas y horas…- suspiró y sin más aviso bajó su cabeza para besar el lampiño pecho de Sanozuke.
El chico contuvo la respiración cuando sintió la lengua suave lamiendo la punta de su pezón para después introducirlo por completo en la boca y chuparlo entero.
-OH… Saito…- Murmuró extasiado.
-Eres precioso… cómo me pones…- lentamente lo recostó.- Tú cuerpo, es tan suave… cómo te amo…- Se deslizó suave por aquel cuerpo llenándolo de besos al mismo tiempo que murmuraba un “te amo” con cada beso. Sobre su garganta “te amo”, su pecho “te amo”, sobre su estómago “te amo”, su ombligo…
Sano tembló e intentó pararle cuando Saito frotó su lengua húmeda por la punta de su sexo. Se rindió dejándose caer sobre las almohadas sin poder sostenerse más con los brazos. Lo lamió, marcando lentos círculos. Sano mordió las sábanas cuando inesperadamente se encontró todo envuelto por un húmedo calor. Su mente se nubló y su cuerpo se convulsionó bajo la boca de su amo.
Saito se dio cuenta de que el joven llegaba al límite de su resistencia y entonces se detuvo. Quería hacerlo durar.
- ¿Me deseas?
-Mucho…- Sintiendo el ansia que invadía al chico entrelazó sus dedos y le sujetó las manos sobre la cabeza al tiempo que le introdujo de nuevo la lengua en la dulce boca y rozó su pene entumecido en su raja temblorosa.
Para Sano volver a sentir la pasión de Saito era extraordinario y a la vez amenazador.
El pánico le invadió entonces cogiéndole de sorpresa. Un minuto antes estaba haciendo el amor con Saito. En el siguiente eran los dos hombres desconocidos que le sujetaban como a un animal, eran las manos de ellos las que le impedían moverse, mientras que le obligaban a abrir la boca para ellos, eran esos hombres los que lo forzaban abrir las piernas, era su sexo el que lo penetraría con fuerza desgarrándolo sin piedad.
Quiso gritar que parasen, suplicar que le soltasen. Pero sabía que ellos ignorarían sus peticiones. No le escucharían, le violarían otra vez, abusarían de su cuerpo.
Sus dedos dejaron de responder a los de Saito, estaba inerte, ajeno, con su mirada fija de nuevo en el techo.
-Sano?
El chico no se movió, no hizo ningún ruido, tan solo una lágrima escurrió de sus ojos.
-Sanozuke, ¿Qué te pasa?- La sangre se le heló en las venas cuando le tomó por los hombros y notó que su cabeza se movía como si no tuviese vida.- Cariño… Háblame!
Le soltó temiendo haberle hecho daño sin darse cuenta. Entonces vio que se movía, imperceptibles sollozos de angustia estremecieron sus hombros.
-Dios mío… ¿Qué te pasa? ¿Te lastimé?- No había hecho nada. Aquello no era culpa suya. Sanozuke estaba reviviendo lo sucedido en su habitación. Le abrazó durante mucho tiempo consciente de que era crucial saber llevar la situación para que sano pudiese superar aquello.
-¿Sano? cálmate ¿si?- susurró a su oído- Amor mío, soy yo, Saito.- Dijo queriendo estar seguro de que él hacía la distinción entre una situación y otra.- Te amo…- repitió las mismas palabras una infinidad de veces, quería estar seguro de que le entendía.
Su voz penetró en la espesa niebla que cubría la mente del joven. Éste se empezó a relajar al sentir la infinita ternura del hombre y entonces se acordó de que aquél que le abrazaba era el cuerpo de su amante. Era Saito quien le hablaba, su Saito.
No entendió por que pasaba aquello, ya lo habían hecho antes. Quizás la noche anterior lo hubiese estropeado todo… empezó alejarse de él.
-¿Estás mejor?- escuchó decir a una voz preocupada.
-Lo siento… Lo siento mucho.- Los lagrimones volvieron a brotar de sus ojos sin poder impedirlo.
-Venga, no pasa nada. Que estés bien es lo único que importa.- le sujetó para que no se marchase. Estaba aún muy confuso.- Ven aquí, déjame que te proteja, ven a mis brazos.
Sano hizo lo que el hombre le dijo, volvió a la cama, a meterse entre los brazos de su amante que le acarició los cabellos rebeldes y después depositó un beso en la frente.

-Háblame…- dijo al cabo de un tiempo- qué te pasa?
Sano se sentía tan frágil, tan abatido, allí sentado de cabeza bajada. Sabía que le debía una explicación por lo menos.
-Yo… me entró el pánico, supongo. Porque no podía moverme…- cerró sus puños bajo las manos de Saito.- Fue así como…-la voz empezó a flaquearle- como pasó todo. Me sujetaban y no podía moverme, creí que me ibas a dañar.
Una de las muchas lágrimas que salían de sus ojos deslizó por su mejilla y él se la limpió con los nudos de los dedos.
-Yo jamás te haría daño Sanozuke.
-Lo sé, lo sé, pero es inevitable que algunas cosas me hagan recordar lo que sentí.- Los labios le temblaron.
-Ellos ya no pueden dañarte, yo estoy aquí. Muy pronto esos tíos estarán en la cárcel.
-Estarán en la cárcel pero aun ejercen poder sobre mí.- sollozó.
-No, eso no es cierto!
El muchacho se sentó con tanta brusquedad que Saito no tuvo tiempo de reaccionar.
-SI!! – Gritó- no lo ves? Están aquí, en mi cabeza, todo el tiempo están aquí controlándome. Nunca más volveré a la normalidad, ya no volverá a ser como antes! No puedo estar en la cama contigo sin tener un ataque de pánico!
-Claro que puedes, ya lo estuviste, te acuerdas? Y fue la noche más maravillosa Sanozuke!
El chico contrajo los dedos sobre los muslos.
-No puedo, no lo entiendes? No ves lo que acaba de pasar?
-Creo que podemos superar ese miedo Sanozuke.- Él se quedó mirándole durante un minuto entero, respirando con agitación, con los puños cerrados. Después, lentamente abrió las manos.
-Cómo?- preguntó.
Saito se arrodilló a su lado en la cama.
-Mírame. Aunque no puedas hacer nada más, no dejes de mirarme.
Haciendo lo que le pedía el otro hombre dejó que se le acercase. Saito sintió la rigidez de su cuerpo menor, vio la sombra de las dudas empezar a desvanecerse tras aquella mirada de chocolate. Tocó su espalda con ambas manos y las movió de arriba abajo.
-Puedes hacerlo sano. Te ayudaré. Abrázame.
El chico llenó los pulmones de aire y expiró al tiempo en que apoyaba sus manos sobre los hombros del otro hombre. En sus ojos distinguió emociones. Esperanza, miedo, dudas.
-Eres muy importante para mí. Eres precioso Sanozuke- dijo con delicadeza. El joven bajó su rostro colorado.
-No estoy tan seguro.
Saito sujetó su barbilla y le obligó a levantar la cabeza.
-Porque lo dudas?-Antes que pudiese decir algo añadió- Eres bellísimo! No dejes que nada de lo que pasó te convenza de lo contrario.- Volvió abrazarle la cintura- No, no!- Le advirtió cuando se dio cuenta de que el volvió a bajar la mirada.- Tienes que mirarme, te acuerdas?
Sano dudó un momento pero al final volvió a mirarlo.
Conmovido por la confianza que Sano le depositó y su determinación en llegar al final, le besó la frente.
-Sabes que eres irresistible?- Le preguntó fijándolo- que eres increíblemente sensual? Solo tengo que mirarte para excitarme.
El chico lo empujó por los hombros, irritado.
-Por favor! No es necesario que me mientras! Como puedo excitarte después que otros me hayan humillado? Hayan abusado de cada parte de mi cuerpo que ahora dices pertenecerte?!
Saito le agarró fuertemente impidiéndole de soltarse y en ese momento cogió una de sus manos y apoyándola en su bajo vientre la deslizó con lentitud hacia abajo. Los ojos de sano se abrieron como platos al tocar el miembro erecto.
-Lo ves? – Dijo- No te he mentido!- Lo vio tragar en seco al mismo tiempo que sentía como cerraba tembloroso sus dedos en su pene.
La caricia de sano era muy dulce, inocente, un suplicio delicioso.
-Si- murmuró con voz ronca cuando el chico deslizó sus dedos por todo su sexo erguido.- Así..
Lo besó apasionadamente y después lo cortó despacito. No quería presionarlo. Sanozuke necesitaba tiempo y paciencia y él estaba dispuesto a darle ambas cosas.
-Estás bien?- Sano humedeció los labios y dijo que si.- Vale.- Deslizó sus manos por la espalda morena y se inclinó para volver a besarle.- Tienes un culito muy bonito…- murmuró contra sus labios, cogiendo sus nalgas con fuerza- … del tamaño ideal. Y tu piel…- Bajó más la cabeza abriendo su boca sobre un pezón. Lo chupó un momento y dejó escapar un gemidito de placer al soltarlo- Perfecto.- le miró de nuevo a los ojos.- Eres perfecto en todos los sentidos.
Los ojos de Sano se llenaron de lágrimas. Pero esta vez no era por vergüenza u temor. Pero si por la ternura de Saito, y así creyó que ese hombre podría hacerle olvidar de una vez por todas, todas las malos recuerdos que habían salido a flote.
-Yo, no soy perfecto. Nadie lo es, pero gracias.-Vio que el ambarino de los ojos de Saito se suavizaba y que una dulce sonrisa se dibujaba en sus labios.
El hombre le cogió de la mano y le besó la palma.
-puede que no lo seas, pero estas muy cerca- murmuró y le propinó otro besito en la palma.- Acuérdate, abre bien tus ojos y nunca dejes de mirarme.
Manteniéndole quieto tan solo con el poder de su mirada bajó lentamente por su cuerpo acariciando y besando su piel como si fuese seda que deslizaba sensualmente por Sanozuke.
Después le separó las piernas muy despacio y subió su mano por ellas, rozando con sus dedos la parte interna del muslo, acarició sus testículos y la polla del niño que se estremeció de deseo.
Sano cerró los ojos respirando con irregularidad.
-No, Sano- susurró cuando él le desobedeció.- mírame.
El chico se forzó a hacerlo, pero cada vez que Saito le acariciaba el sexo su capacidad para mantenerse de ojos abiertos flaqueaba, tal y como flaqueaban sus piernas. Y cuando él se le acercó y introdujo su pene en su cálida y húmeda boca, Sano apoyó su cabeza sobre el hombro de Saito.
-No Sano, mírame- repitió- Mírame.
Aunque solo deseaba entregarse a aquel placer y sumergirse en la ola de sensaciones, levantó la cabeza.
Con los brazos apretados en su cuello, balanceó su cuerpo sintiendo cómo un dedo húmedo se precipitaba en su interior haciendo círculos, excitándole, preparando su ano de una forma deliciosa. Sano gimió, arqueando su espalda, convulsionándose de una forma salvaje.
Saito sonrió asombrado por la pasión que aumentaba en el chico haciendo que el rubor subiera por sus mejillas.
Percibió placer y satisfacción en el gemido que deslizó de sus labios.
-Soy yo, ‘Jime.- Dijo, intentando fijar su nombre en la mente de sano y atarlo a las emociones que él estaba experimentando.- Tu Saito- repitió mientras lo echaba hacia trás, sobre la cama y se aproximaba. Sin dejar de mirarlo a los ojos, se abrazó más a él y rozó sus sexos frotando sus cinturas juntas al tiempo que le besaba la mejilla bajando por su cuello.- Te amo…- tomó sus sexos con su mano y los masturbó a la vez.
Sano no pudo reprimir un gritito de sorpresa al sentir el dedo de Saito haciendo círculos en la zona mas sensible de la cabecita rosada de su pene. Se volvió a retorcer entre los brazos del hombre.
-Tu Saito te ama… Quiere volver a poseerte…
-Si… penétrame…- dijo con un sollozo entrecortado por la respiración acelerada.
Le frotó un poco más la entradita temblorosa con su dedo mediano, asegurándose de que estaba lo suficientemente jugosa como para permitir una penetración casi sin dolor y prosiguió.
El chico se apretó con ferocidad contra él, las paredes de su recto cerrándose con fuerza alrededor del pene de Saito, volviéndolo loco. Intentó controlarse.
-Soy Saito… tu amor…- repitió con los dientes cerrados, mientras empezaba a subir y a bajar sus caderas sobre el chico una y otra vez.
Sano soltaba largos y lánguidos gemidos, placenteros murmullos, jadeos que rozaban la obscenidad y que podían hacer que Saito se corriese al instante.
En su interior la tensión fue creciendo hasta convertirse en un látigo que fustigaba su cuerpo, y comprendió que era inútil seguir conteniéndose.
Se le escapó un lento gemido, lo penetró con fueza una última vez derritiéndose en el interior de sano. Tembló sintiendo como el espasmo del chico le dificultó esta última estocada

Sano contemplaba a Saito mientas dormía. Estaba demasiado emocionado para dormir y la sensación era demasiado buena, demasiado agradable, demasiado emocionante para pensar en dormir. Deseaba subir por las paredes, trepar a los tejados, gritar que le amaba, saciar su locura, correr desnudo por los prados.
Apretó los labios contra el hombro de Saito intentando sufocar una risita. Contempló su perfil. “que guapo” pensó con un súbito temblor de emoción. “tan duro y tan amable, a la vez”.
Por unos momentos se permitió recordar su vida antes de conocerle. Solo había soledad, vació….
Saito abrió un ojo fijamente en que el chico permanecía despierto.
-No puedes dormir?-Le besó la frente y acarició su cabello rebelde.
-Sagara…
-Qué?-Saito frunció el ceño sin comprender nada.
-Mi nombre… Sanozuke Sagara -Murmuró jugueteando con uno de sus pezónes.
-Ajajaja te ha vuelto la memoria?
-Si… -Cerró los ojitos, acurrucándose mimoso.
-Me alegro, me alegro muchísimo.
Te amo Sanozuke Sagara!

10 comentários :

  1. Hola, Saito
    Qué hermoso capítulo!!!
    Saito ha estado genial, ante tanta dulzura es difícil no sucumbir, jeje
    Me alegra que Sano haya tenido un momento de felicidad entre tanta angustia y dolor.
    Me ha encantado el capi.
    Gracias por actualizar tan pronto ;p
    Besos

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  2. hola saito, ame este capitulo, me encanto saito con toda su paciencia y ternura y es que sano se merece todo el amor y cuidado de saito para que vaya recuperándose de lo que le paso! a ver que nos traes en el otro capi, besos!

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  3. Gracias, por el capitulo Saito!!! Me encantan tus historias!! Besos y Abrazos

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  4. Qué tierno puede llegar a ser Saito. Me ha gustado mucho el capítulo y espero que Sano no tenga que sufrir nunca más, estoy deseando leer el desenlace. Besoss.

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  5. una vez mas y como siempre, un capitulo genial, animo y espero impaciente el próximo capitulo. gracias

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  6. Gracias por el Capi, es una pena que el próximo sea el final.
    Besos

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  7. Caliente y dulce, con un pequeño toque amargo, como una buena taza de chocolate. Genial, pero me da algo de pena que el siguiente vaya a ser el último. Muchas gracias.

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  8. me gusto el capitulo .toda la paciencia y ternura que puso Saito para ayudar y recuperar a su Sanosuke.Muy lindo.

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