Capitulo Siete
La tristeza causada por la pérdida del pasado estaba
justo delante de mí. ¿Habría el futuro llegado finalmente? Me había hecho
responsable y llevaba una mujer al altar…
Cristina era una mujer de 25 años, sofisticada y
atenta a mis necesidades. Dios, me amaba con una agobiante devoción que me
llenaba de remordimientos.
Ella estaba resplandeciente en su vestido blanco, su
pelo recogido… intentaba contener las lágrimas pronunciando los votos delante
del altar y yo era un alma ausente.
La besé de ojos bien cerrados, como si ella fuese
infinitamente frágil y se pudiese romper en cualquier momento. En ese acto
quedó implícita la certeza de que compartiría la vida con ella, para siempre. Me
prohibí pensar en él, me prohibí cogerle el teléfono… en Paris había sido la
última vez, quedó muy claro, al menos para mí. Pero Hugh no desistió, me
llamaba muy a menudo.
Durante seis meses intenté hacerla feliz,
complacerla en todo, ser el mejor marido del mundo, pero sin embargo, en la
cama lloraba en silencio, en la ducha cortaba mis brazos con unas tijeras y
contemplaba mi sangre salir de mi cuerpo como si con eso aliviase el veneno de
su amor. Me recriminaba por lo que hacía, con ella, conmigo, con él…
Cristina estaba embarazada, había quedado embarazada
en una de las pocas veces que hicimos el amor… yo lo hacía rápido, la besaba y
decía que la amaba, después me dormía y ella que nunca se había acostado con
otro antes, creía que era así la pasión y el deseo. Entonces cuando supo que
estaba embarazada dejó de querer mantener sexo y yo lo agradecía…
Soñaba con él, que estaba en Londres, que estábamos
en mi cama… soñaba con los pasos de Bobby en la madera… ansiaba volver al
pasado, a cuando era feliz.
No pude evitar contestar al teléfono un día, estaba
demasiado herido, demasiado débil, le echaba demasiado de menos.
-¿Hola?
-¿Richard?- al escuchar su voz las lagrimas empezaron a correr
por mi rostro y de nuevo se abrió un enorme hueco en mi pecho que no me dejaba
hablar, no me dejaba respirar…- ¿Richard? ¿Qué pasa?
-…te amo…- murmuré muy bajo para que ella no me
escuchase en la cocina donde preparaba la cena.
-Deseo verte, hablar, tengo que verte… ¿Cuándo…?-
Su voz, seguía como la recordaba, sensual, profunda… muy suya.
-No... No puedo, se acabó… se acabó.- Iba a cortar
la llamada pero él se adelantó.
-¡No cuelgues! Por lo menos no cuelgues… Richard…
-Hugh…oh- Rompí en un llanto que intenté sofocar
entre sollozos de angustia.- Te quiero tanto… quiero estar contigo… me
equivoqué…
-¡No sabes cuantas veces he deseado que cogieras
el teléfono! Te mandaré un billete de avión, invéntate una escusa… ¿Lo harás?
-No puedo Hugh… no puedo traicionarla…
-¿Lo harás?- Su voz sonó firme. Y entonces me di cuenta que
tampoco era fácil para él… él también era casado.
-Sí…
-Anótalo, día 30 Octubre, vuelo Lisboa-Milán. No
tengo más detalles del vuelo pero te llamaré después, Hotel Starhotels
Anderson… Y Richard, te amo.- cuando iba a contestarle me colgó el teléfono
y sospeché que estaría en algún sitio que no podía hablar mucho.
- …te amo…- susurré aun sabiendo que no me escuchaba
y el pitido del teléfono era la prueba asquerosa de que ya no estaba allí.
Muchas veces me pregunté cómo podía mantenerse tan
frío, como lograba controlar lo que sentía y descubrí que no podía, que lloraba
como yo, y enloquecía acelerando la moto a 200 km/h.
A la mañana siguiente, me sentí horrible, sin duda,
gracias a los whiskys que bebí en la noche anterior. Me desperté atravesado en
la cama, con la boca amarga y los miembros entorpecidos.
A través de las persianas los rayos de sol me
azotaban el rostro. No me apetecía levantar y tampoco quedarme en la cama. Me
preguntaba a mi mismo como podía seguir así con un profundo desinterés por la
vida.
Ahora siento
que el reencuentro fue tan doloroso como el tiempo que estuvimos separados.
Me esperaba en la habitación, vestía unos pantalones
vaqueros que seguían enmarcando perfectamente sus piernas aun fuertes y una
camiseta azul. Cuando entré, dejé las maletas y le abracé, lloré, le empujé
sobre la cama y le besé. Le besé con pasión, con ternura, le besé una y otra
vez. Hugh me correspondió ávido de cariño, colocando sus manos en mi rostro,
como si quisiese asegurarse de que era real.
Sus abrazos detuvieron la sangre que escurría de la herida
de mi corazón.
-No me sueltes….- susurré en su oreja con un largo
suspiro. Sentí que él lloraba en silencio sobre mi pecho, sus lágrimas
resbalaban por mi cuello. Le besé la frente.
-…Estás aquí… ¿La dejaste?- me miró y en sus ojos no brillaban solo las lagrimas,
pero también un poco de esperanza.
-No… le mentí.- Se que mis palabras fueron una
puñalada y dejé que se levantase.
Hugh bajó la mirada y lamió los labios. Creo que su
lado más egoísta estaba decepcionado, pero él siempre fue un hombre muy
racional y podía entender mi situación, al igual que yo siempre había intentado
comprender la suya.
-Cristina está embarazada.
-Dios… ¿Qué has hecho?
-¿Eh?- La pregunta me confundió por momentos.- ¿Cómo
que qué he hecho? Hice lo que debía…- me levanté de la cama.
-¡Pero no era necesario que se quedase embarazada!
-¿Eso es lo que vine hacer aquí? ¿Discutir contigo?-
me crucé de brazos. El se levantó y se acercó a mí, abrazándome.
-No… no, claro que no.- Sentí sus besos en mi
cuello- Perdona… me cuesta saber todo esto, tardaré en digerirlo.
-¿Y Jo?- pregunté con un tono frío. Hablar de ella
me provocaba celos.
-Se está recuperando muy bien…- el silencio creció entre
nosotros hasta que Hugh suspiró y lo volvió a romper con una frase que deseé
escuchar durante años:- Me va a dejar.
-¿Qué? ¿Por qué?- Fruncí el ceño. Hay muchas clases
de personas en este mundo, y hay algunas que tengo dificultad en comprender. Jo
era una de esas personas. -¿Por qué ahora, si nadie sabe lo nuestro y te dio
una nueva oportunidad?
-Una nueva oportunidad no supuso que dejase de usar
la habitación de huéspedes… sabes a que me refiero…- Las rugas de expresión de
su rostro estaban mucho más marcadas pero le daban una madurez sexy.- Jo ha
estado visitando un nuevo terapeuta y creo que pasa algo entre ellos.
-Tú estás loco.
-No, de verdad. No es solo la terapia, sale con él… Es
horrible que tengas que enterarte de lo que pasa en tu matrimonio por los
periódicos… ¿tú no lo has leído?
-No… dejé de hacerlo. No soportaba ver tu cara en
las portadas sino tener que leer que estabas feliz con ella.- Yo estaba de pie,
firme delante de él.
-¡No estaba feliz, sabes que eso no es verdad! Sabes
que te he llamado como tres veces al día durante meses…
-¿Qué harás si te deja?- Las personas creen que hay
muchos caminos y que pueden elegir libremente el suyo. Quizás sea más correcto
decir que sueñan con el momento de elegirlo… - La luna esta preciosa…
Hugh se colocó detrás de mí y me abrazó, resucité.
Realmente la luna estaba preciosa.
-Vivamos juntos…- me susurró al oído.
-No puedo…- Sus labios intentaron convencerme con
besos, sus manos con caricias que me volvían loco. Me di la vuelta y apreté mi
cuerpo contra el suyo, mayor.
-Puedes decirle que…
-¡Cállate!- pedí- ¡Oh, Dios! ¡Cállate!...- Hugh me
acostó cuidadosamente sobre la cama.- Quiero olvidarme de eso por ahora…
-Traje algo.- Sentí como su erección se apretaba
contra mis pantalones, palpitante, gruesa y dura mientras colocaba la mano en
el bolsillo y buscaba algo. Me sentí ebrio de placer.
-Me encanta como funciona tu mente… y tu cuerpo…-
Murmuré viéndole dejar un frasquito sobre la colcha. Sus manos igualmente
agiles que hacía años desabrocharon mi ropa y me dejó desnudo sobre la cama.
Mientras se desnudaba cogí el frasco de oleo y le
arranqué el lacre. Introduje las manos por las piernas se sus calzoncillos e
empecé a masajear su masculinidad con las manos untadas de óleo. Esencias a
flores exóticas intentaban ocultar el aroma a una especia que no tenía nombre
pero que creí conocer desde niño.
Hugh gimió e interrumpió mis movimientos sujetando
mis manos sobre mi cabeza.
-Mi turno…
Volvió a besarme el cuello y deslizó los labios
hasta mi hombro, mientras excitaba mis pezones con las puntas de sus dedos.
Mojó los dedos en el oleo y volvió acariciar mis pezones con ellos… gemí.
Entonces sus manos bajaron por mi cuerpo, hasta mi vientre liso, encontrando la
línea de vello desde mi ombligo hasta la pesada erección entre mis piernas.
Sentí el calor subir a mis mejillas, demasiado
tiempo sin él… gemí alto por la agonía de placer.
Hugh detuvo su tortura y, con movimientos lentos y
circulares, masajeó mi cuerpo entero. El oleo en las palmas de sus manos dejaba
un rastro caliente y perfumado que me subía a la cabeza como una droga
poderosa. Me entregué a una ola turbulenta de excitación.
Noté como su mano cogía ambos sexos y los masajeaba
juntos, los frotaba uno en el otro…
-Oh… no así voy…- Gemí- No… aún no… aún no…
Hugh me ignoró y pasó a masturbar solo mi pene, con
destreza volviéndome loco.
-Sí, hazlo para mi… ahora…- estremecí con su voz
incitándome no pude controlar más mi cintura que empezó a moverse al ritmo de
su mano. Entonces clavé mis uñas en sus brazos y cerré los ojos con fuerza.
-Hugh…
-Shiii- murmuró.- fue bueno… pero aun no acabó…- No
me di cuenta como lo hizo pero me levantó en brazos y me llevó al baño, donde
abrió el agua de la ducha.
Se certificó que el agua tenía una temperatura
agradable nos metimos juntos. Me hizo reír sentir el agua caliente escurrir por
mi cuerpo. Me abrazó, me besó y entonces sin soltarme me entregó la esponja y
el jabón.
-¿Quieres ver cómo me ducho? –Hugh aprobó la
sugestión erótica. Me soltó y se sentó al fondo de la bañera sabiendo que mi
intención era torturarle.
Aparté la alcachofa hacía la pared para que no me
diese el agua directamente y entonces enjaboné la esponja. Le miré a los ojos:
-¿Por dónde te gustaría que empezase?- Le vi tragar,
excitado por la escena que le ofrecía.
-Por el cuello.- Contestó al fin.
Me lavé el cuello muy despacio, inclinando la cabeza
hacia atrás y arqueando la espalda de modo a que mis caderas quedaban empinadas
hacía delante… de nuevo excitado.
Entonces enjaboné los hombros, los brazos, las manos
y la espuma formaba una deliciosa cobertura cremosa sobre mi piel morena. Después
pasé la esponja por los laterales de mi cuerpo y mi vientre. En contraste con
la espuma blanca mis pezones parecían mucho más rosados y tentadores.
Me di la vuelta y apreté la esponja entre mis nalgas
dejando resbalar la espuma por mi raja. Le miré por encima de mi hombro y le vi
lamerse los labios con esa lentitud… me hizo sonreír.
Volví a ponerme de frente y me agaché para lavarme
las piernas. Sonreí pícaro y fingí que no tenía espacio. Coloqué mi píe entre
sus piernas tocándole suavemente con los dedos.
Lavé el pié, rozando con mi mano en su masculinidad
en una actitud de aparente inocencia. Después de lavar la pierna hasta la
rodilla, pasé al muslo, siempre con movimientos lentos, deliberadamente
sensuales. Hugh me miraba, esperando verme llegar al punto más deseado de mi cuerpo,
pero, al llegar a la cima del muslo empecé con la otra pierna. Me enjaboné sin
prisa, provocándole todo el tiempo con osadía, metiendo el pie entre sus muslos
y después quitándolo con crueldad.
Me puse de espaldas y murmuré:
-Hay sitios que no llego…- informé.
Con un gemido casi desesperado, Hugh se levantó y
enjabonó toda mi espalda desde la nuca a la raja de mi culo.
Me debrucé hacia delante y empiné el culo,
ofreciéndome.
-Me estás dejando loco…- protestó, con su voz ronca
de deseo.
-Mmm…- Sentí su pene frotarse contra mi ano. Hugh no
pudo más, tiró la esponja al suelo y ajustándose mejor entre mis piernas me
penetró con una embestida firme. Gemí y empecé a moverme también girando mis
caderas con una sensual lentitud. Me acompañó un momento, pero después el ritmo
aumentó y se tornó frenético.
Alcanzamos el clímax juntos y el placer fue largo y
delirante. Después continuamos abrazados por largos momentos, mientras el fuego
de la pasión se apagaba lentamente. Por fin Hugh viró la alcachofa para que el
agua cayese sobre los dos eliminando la espuma.
Me pregunté si lo que había pasado había sido real.
Después de tanto tiempo sin él… ¿Hugh era real?
Sí…
Mucho tiempo después, acostado sobre él, sobre su
pecho desnudo mojado, yo mismo agotado, perdido como un naufrago, le acaricié el vientre y le confesé que me
odiaba. Se lo dije con una sonrisa con una especie de agradable resignación.
Hugh se lo creyó.
-No importa, yo te amo.- me besó la punta de la
nariz.
Los días pasaron, había sido una intimidad física y
espiritual. Hicimos el amor muchas veces conversábamos en los intervalos… por
las noches me acurrucaba a su lado escuchándole roncar bajito.
Y nuestro exilio de amor llego a su fin. Debíamos
regresar a la dura realidad.
Después de esto llegamos a la conclusión que era
inevitable, que no podíamos mantenernos alejados uno del otro. Hubo más
encuentros como él de Milán, los hubo en Madrid, en Viena y en Nápoles. Después
nació mi hijo.
-Deberías contárselo, acabará por descubrirlo…
-No puedo contárselo, el niño ha nacido hace 2
semanas…- protesté bajito.
-¿Cómo es?
-Se parece a ti.
-Jjajajaja me lo creería si lo hubieses parido tú…
Seamos francos Richard, actuar no está dentro de tus habilidades.- escuché su suspiro. Tenía razón. Ya había intentado
mantener nuestro relacionamiento en secreto una vez y terminé como un hijo de
puta.
-¿Cómo están las cosas ahí?- cambié de tema.
-Unas veces mal y otras peor. He vuelto a trabajar
con Stephen…
-Lo había oído, pero ¿volver a los programas cómicos
de televisión no es un retroceso en tu carrera?
-¿Tú crees que mi carrera puede ir más adelante de
lo que ya ha ido? –
Su voz sonaba angustiada.- De momento con Stephen estoy muy bien… pero
estaría mejor si estuvieses aquí.
-Hugh, estamos muy bien así.- Pensé en lo que decía.
Pura hipocresía una vez más. No estábamos bien… solo estaríamos bien juntos
pero, quería ver a mi hijo crecer, quería escucharle decir papa…- Cuando yo era
libre tu no quisiste…
-¡No pude! Solo te pedí un poco de paciencia.
-jajajaja, no me pediste nada, me dejaste tirado a
los leones cuando el escándalo reventó.- Fui consciente del sarcasmo ácido en
mi voz.
-¡No digas cosas que no son verdad! ¡No podía irme
de Los Ángeles!
-Ves… yo ahora no puedo irme de aquí, ¡yo también solo
te pido un poco de paciencia!- suspiré y con una terrible certeza murmuré:-
Creo que conocernos ha sido el mayor error de nuestras vidas…
-A veces también pienso eso, pero después
recuerdo tu sonrisa, recuerdo como es bueno despertar a tu lado y sentir tu
piel contra la mía… Tus ojos hinchados tus labios rojos, tu olor a vainilla por
las mañanas… te echo tanto de menos.-Tragué pero en mi garganta se
formaba un nudo que casi me impedía respirar.
-¿Cómo sigue Jo?- pregunté. No podía dejar que
siguiese hablando de esas cosas, era como si me apuñalase el corazón.
-A ver cómo te lo explico sin que suene demasiado
humillante para mí… sigue yendo al terapeuta. Sí…
-¿Y te va a dar el divorcio? Eso… lo del terapeuta,
¿lo saben tus hijos?- De pronto se me llenó el pecho de felicidad. Una felicidad
absurda basada en que quizás muy pronto Hugh fuese libre. Era absurdo porque yo
no era libre, pero en ese momento no pensaba en mi… yo concebía mi situación
mucho más fácil de lo que en realidad era.
-Creo que Charlie desconfía de algo…
-Siempre ha sido el más astuto, ¿pero sabes? Yo creo
que Rebecca debería saberlo.- Añadí.
-¿Para qué? ¿Para volver a culparte? Rebecca creerá
que si su madre se busca a otro hombre es porque tú te encargaste de destruir
mi relación con ella. Tan sencillo cuanto eso.
-¡No!
-Si… es verdad que mi relación con Jo se estaba
desgastando pero al fin y al cabo tu me hiciste ver eso…
-Pero no era eso que yo quería, yo…
-Tú querías que ella pensase que Jo no era mejor
que yo, para hacerla sentir culpable de lo que te dijo. Eres un egoísta. Déjala
que al menos crea que su madre es decente, que se enamoró de otro porque he
sido un cerdo.- Cerré los ojos consciente de la reprimenda bien
merecida. Hugh tenía razón, yo era un
egoísta. – ¿Richard?
-¿Sí?
-Me dará el divorcio.
-Oh Dios! No… no me lo puedo creer…
-Tardará algunos meses, no sé cuánto.
-¿Te lo dijo ella? ¿Cuándo te lo dijo?
-No me lo dijo, se que lo hará. Estoy esperando el
momento adecuado para decírselo. Te lo contaré. Tengo que colgar, es muy tarde…
mañana he de ir temprano al estudio. – sonreí.
-Te quiero.
-Yo te quiero más…
-Uf corta el rollo, no tenemos 15 años…
Todo era un panorama muy distinto al que yo había
imaginado. Siempre acredité que con el nacimiento del niño alguna cosa
cambiase… bueno, la verdad es que cambió mucha cosa, pero a peor.
Era precioso, le llamamos Duarte. Tenía los ojitos
castaños chocolate y mucho, mucho pelo.
Entonces mi suegra se instaló en nuestra casa para
ayudar a Cristina a cuidar de él en los primeros meses de vida… En realidad
ayudó durante bastantes meses. Ayudó a que proliferasen las peleas, ayudó a que
yo y Cristina prácticamente dejásemos de hablar y ayudó a que ambos deseásemos
más y más el divorcio.
Quizás si no estuviese enamorado de Hugh, si
estuviese realmente enamorado de ella lo hubiese aguantado. Hubiese mandado a
mi suegra a paseo… pero tampoco quería que nuestro matrimonio se arreglase...
Todo era una escusa…
Siempre he sido muy manipulador y creo que
inconscientemente lo hice, me alegré que su madre acabase destruyendo nuestra
vida.
Había peleas constantemente hasta que un día:
-Creo que deberíamos darnos un tiempo Ric.- Dijo
ella colocando las manos en la cintura.
-¿Te has aconsejado ya con tu madre?- Se que mis
palabras la atingieron porque trago saliva y me miró con rabia.
-No metas a mi madre en esto!
-No lo hago… pero francamente Cristina, esperaba que
pudieses mantener nuestra vida dentro de
nuestra casa.- Yo me sentaba en una silla comiendo cereales.
-¿Sabes que creo? Qué tu eres el que no puede
mantener sujeto lo que llevas en los pantalones.- Era extraño pero aquél puñado
de palabras hacia más sentido que un montón de semanas de discusiones
exhaustivas. – Creo que tienes una amante.
-¿Eso te lo dijo tu madre? ¿O es algo que dedujiste
sola?
-¡Ambas cosas!- Se quitó el delantal.
-Pues lo que es obvio es que tenemos un problema y
creo que deberíamos hacer algo al respecto.
-Si tú al menos fueses más cariñoso, Ric… yo te
quiero.
-Yo quiero que nos separemos.- Dije con un tono frio
que hizo más brillante su mirada. La hice llorar.
-¿Por qué? Si yo no creo que tengas otra…
-Y no la tengo.- Tenía que ser honesto- Pero hay
otra persona.
-¿Otra persona? ¿Qué quieres decir?
-Que estoy enamorado de otra persona. No te importa
quién es.
- ¡Claro que me importa! ¡Y olvídalo, no te daré el
divorcio!- Sus lagrimas ahora eran de rabia. Suspiré algo irritado.
-Escucha, ¡no quiero que vivamos más juntos, no
quiero seguir con esto!
-¡Si te marchas no volverás a ver al niño!
-Jajajajaja, ¿eso es chantaje? ¡Si no me dejas verlo
pediré su custodia en el tribunal!- No permitiría que me alejase de la vida de
mi hijo para siempre. Yo no intentaba
crear un imposible, solo quería ver a mi hijo algunas veces al mes.
Cuando fuese adulto comprendería que sus padres habían
optado por el mejor camino, para ellos y para él. Eventualmente mi matrimonio
hubiese terminado, pero cuanto antes, mejor.
-¡Nunca creí que fueses así de vil!- me dio la
espalda.
-Ni yo Cristina… ni yo.- susurré más para mí que
para ella.
Hola Saito, buen fin de semana :D
ResponderEliminar<hola Gracias!!
EliminarHola, Saito, esto cada vez se pone más triste. Uff, espero que sea verdad lo que me dijiste y no termine como una tragedia griega. Besosss.
ResponderEliminarajajaja Xd perdone -.-
EliminarMuy buen capitulo, pero triste. Muchas gracias.
ResponderEliminarHola linda! Gracias!
EliminarGracias por el capítulo Saito, muy bueno. Solo espero que de alguna forma puedan solucionar todo este maldito embrollo y que Ric no pierda a su hijo..... Miles de besosss
ResponderEliminarCreo que eventualmente se podrian arreglar algunas cosas =O
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