Regalo de navidad…
El sol desaparecía tras los edificios de
en frente al estudio donde se encontraba. Llegaba el final de un día más de
rodaje. Durante semanas habían rodado escenas de Sherlock en Cardiff pero ahora
llegaba el momento de volver a Londres.
Sacó un cigarrillo de su chaqueta negra y se sentó sobre una revista con su
cara en la tapa en la escalera de la entrada.
-Hola…- Murmuró una voz detrás suyo. Aún sabiendo a quien pertenecía, Benedict,
levantó la mirada hacia su compañero que bajaba con una bolsa de deporte y
una botella de agua en la mano.
-Hola. –Contestó.- Ya te marchas?
-Er… si. Faltan dos días para navidad y quiero irme a casa. ¿Y tú? ¿Qué vas
hacer estas navidades?- Dijo con delicadeza metiéndole la botella en la
mano.
-Nada.
-¿Nada?
-No. Me quedaré aquí.
-¿En Cardiff? – Benedict se fijó en como el pelo rubio de Martin caía sobre
su frente, era una verdadera tentación.
-Si…- murmuró expirando el humo e su cigarrillo hacía arriba.
-¿No vas a ver a tus padres? Estás… preocupado con algo? Te conozco Benedict, que te pasa? Creía que tenias
ganas de ir a casa…
-No es eso. Es que me apetece quedarme.
El rubio frunció el ceño. ¿Por qué le parecía que Benedict intentaba esconder
algo? Y mientras le miraba como doblaba la parte de abajo de su pantalón negro
con la cara medio escondida por los mechones de su cabello rizado, la certeza
se hacía más y más fuerte.
-¿Es que no tienes planes?
-No.- Se levantó con una sonrisa en los labios. Se deshizo del cigarrillo.- No
tengo planes… Mejor me voy adentro si no me helaré. Feliz navidad Martin.- Le sonrió
y volvió adentro sin volver a mirarle.
Martin no hizo nada por impedirle. Pero no podía marcharse así pretendiendo que
todo estaba bien. Dejó la bolsa en el suelo mojado por la nieve y volvió a
entrar.
-Hola … ¿te fijaste donde ha ido Benedict?
-¿No te ibas?- Dijo el otro hombre que caminaba en dirección a la salida.
-Aun no…
-Se habrá ido a su trailer, tiene
una última escena aun…- No se
detuvo.
-GRACIAS; FELIZ NAVIDAD!- Gritó Martin siguiendo por el pasillo lleno de ropa,
cables, y algunos trozos de escenario.
Alguien llamó su nombre pero ignoró y siguió su camino determinado a no
terminar la conversación.
-Benedict!- entró en el trailer sin llamar. Las personas que estaban dentro se
quedaron inmóviles durante un segundo.
- Creía que te habías ido.
-Tenemos que hablar.- En ese
instante, las dos maquilladoras y el peluquero salieron. Por la actitud de Martin, que siempre era muy pacífico, entendieron que se
pasaba algo.
-¿Hablar? – Se levantó de la silla.- Terminamos de hablar hace un rato…
-No seas estupido, sabes muy bien a que me refiero!
-No, la verdad es que no tengo ni idea.- murmuró Ben.
-Podrías mirarme a los ojos? Estas feliz?
-Márchate.- Pidió el moreno.
-Dime que estás feliz! ¿Podrías mirarme?
-Martin, esto no es fácil para mí, y tú lo sabes!- Durante todo el tiempo que
pasaban juntos su cerebro le decía que podría aguantar la tentación, pero su
corazón se hacia débil. Martin llegara como una ráfaga de viento nuevo a su
monótona vida de actor.
-¿Porque insistes en quedarte?
-Porque no tengo planes! y tú vas a quedarte ahí? Vas a perder tu vuelo… Tú
mujer se enfadará.
-Uf. A veces eres imposible!
- Ya, creo que la personalidad de Sherlock me contagia un poco.
-Es eso lo que es difícil para ti? Ese es el problema? estás preocupado por Amanda?-
Preguntó Martin sin parecer muy convencido.
-Amanda es una buena mujer, no se
merece esto.
-Nosotros tampoco nos merecemos
esto.- Estaba cansado de vivir deseando, de vivir negando.- Benedict! Los dos
somos creciditos, creo que podemos afrontar lo que pasa!
-A mi no me pasa nada…
-BENEDICT…- un chico de sombrero negro apareció a la puerta.- Te llaman!
-Cinco minutos!- contestó cortante.
- Vete Martin. – se desnudó la camisa y cogió un cigarrillo, y se marchó.
Martin dejo escapar un suspiro de decepción cerrando sus ojos azules.
Qué pronto llegaba la navidad. La pasaría solo, como cualquier otra noche.
Cogió una manzana del cesto de la cocina del piso que alquilara hacía tan solo
unos meses y se fue a la habitación donde se tendió sobre la cama. Era una
buena casa, aunque nunca podría llamarla su casa. Faltaba algo. Se quitó los
zapatos y buscó su cartera. Escondida donde nadie podría ver, estaba una foto
de un hombre con un oso de peluche castaño en las manos. Se quedó mirándola por
un momento.
-Como se nota que no tienes nada que hacer Benedict …- se dijo a si mismo.
Aquella foto la había sacado del estudio y la guardaba como recordación de Martin.
La volvió a esconder en su cartera. Dio una mordida en la manzana y se dispuso
a rever algunas de las escenas que tenía grabadas en video.
Eso solo fue un momento porque alguien llamaba al timbre. Por un instante Benedict,
no pudo creer lo que sus ojos veían:
-¿Martin?!
-Hola… ¿Puedo? Me estoy congelando…- Estaba cubierto de nieve. Benedict sonrió,
le parecía un muñeco de azúcar con ese gorrito rojo que le tapaba el pelo y las
orejas.
-¿Qué haces aquí?- El moreno le miró sorprendido. Estaba tan cerca que casi se
ahogo en sus ojos azules. Inclinado sobre él, se sentía demasiado consciente
del magnetismo que fluya entre sus cuerpos. No podía moverse, le costaba
respirar, pero no podía despegar sus ojos de los suyos. Y Martin parecía tan
bloqueado como él. Los labios de Benedict estaban a pocos centímetros de los
suyos. Sentía su cálido aliento en la cara. El deseo y la excitación era una
llama bailando sobre sus pieles. Por momentos Benedict era Sherlock y Martin
era John.
-No puedes huir de ti mismo Benedict…- y sin más explicaciones le besó.
Benedict cerró los ojos como siempre hacia y le devolvió el beso con unos
labios suaves, aunque también exigentes y firmes. Martin cerró los ojos también
y se concentró en devolverle el beso con el mismo ardor.
En un momento Benedict inclinó la cabeza y le obligo a separar los labios. Lo
hizo con tanta delicadeza y sensualidad que la piernas de Martin
temblaron.
El moreno tomó el rubio en sus brazos y este noto que él tenía las manos
ardiendo. Benedict le apretó contra su cuerpo haciéndole sentir el suave toque
de su camisa de satén negra bajo sus manos, mientras veía las velas
derretir.
Martin se sintió como esas velas, como si se fuese a derretir en cualquier
momento. No tenía ni idea de que Benedict era tan apasionado en la vida real.
Su intuición sabia que aquel hombre podría hacerle perder los sentidos, a
menudo tenía pequeñas pruebas de ello, pero no hacia ni idea de hasta dónde
podría llegar su poder.
- Martin.. Si hacemos esto…
-Al cuerno lo que pase después… he vuelto Benedict, para estar contigo.- le
volvió a besar impidiéndole seguir la conversación.
Su forma de besar le borro de inmediato cualquier sensación de realidad,
arrastrándole a un placer puro e irresistible. Sintió que todo su cuerpo se
incendiaba. Notó el corazón de Martin contra su pecho.
La boca de Benedict le llevaba la promesa de un de un placer inimaginable,
mientras su lengua le tentaba en un juego erótico. Martin abrió más la boca y
el moreno aceptó de inmediato su invitación. Mientras la lengua le exploraba la
boca, sus manos hacían lo mismo en su culo.
Benedict respiraba con dificultad cuando sus bocas se separaron y empezó a
morderle la oreja del rubio.
-Mm. Benedict… Cierra la puerta.
-Claro…- le levantó en brazos y empujó la puerta con fuerza. Iban a su
habitación.
Rodeó su cuello y buscó su boca mientras se iba deshaciendo de los guantes de
lana y la bufanda.
-No quiero alejarme de ti nunca!- exclamó Martin ya sobre la suave cama de Benedict.
Los botones de la camisa de Benedict no ofrecieron resistencia, Martin los
desabrochó, aunque a Benedict le habría dado igual que se la arrancase. El
rubio no pudo reprimir una sonrisa, el era todo lo que siempre habías deseado,
y el bulto en los pantalones del hombre confirmaba que tampoco le
decepcionaba.
El moreno se quitó los jeans en cuestión de segundos, su verga dio un respingo
al salir de sus calzoncillos y quedó casi paralela a su estomago. Se inclinó
sobre Martin para besarle y la punta de su polla rozó los pantalones del
inmovilizado hombre. Miró el rostro de Martin:
-Martin… quiero tenerte.
-Follame.- admitió bajándose los pantalones y tirándolos por la habitación. Se
acercó y sin piedad le metió la lengua en la boca.
Benedict se apartó un instante y bajo por su cuerpo hacia sus piernas que abría
sin ceremonia y metiendo su cabeza entre ellas apoyó su lengua sobre su ano. Alzó
la vista y comprobó que Martin respiraba de forma agitada, experimentando el
mayor placer que le había proporcionado hasta el momento. Eso le excitó.
Su lengua empezó ahora su trayecto hacia arriba, por su estómago y entonces le
quitó la camiseta para buscar sus tetillas rozadas que empezó a chupar con
desesperación y a morder hasta llevarle al borde del mismo orgasmo.
Ahora su boca volvía hacia abajo alcanzando los muslos y las pelotas, las que
metió por turno en la boca lo que le hizo gemir sin vergüenza.
Aunque deseaba meterse la polla de Martin en la boca, se reprimió. Sabía que si
seguía por ahí no tardaría en correrse.
La acarició con lentitud durante unos minutos y después se detuvo.
Benedict se agacho entre las piernas de Martin y le obligó levantarlas un poco
más para tener acceso a su ansiado objetivo: el culo rosadito y
hambriento.
Se rozó en el culito de su joven amante mientras se inclinaba para besarle los
labios brillantes de saliva y meterle un dedo en la boca, que después usó para
mojar un poco más su entrada. Lo introdujo en el estrecho agujero de Martin
arrancando de él un sincero gemido de placer.
Durante unos minutos estuvieron así… besándose frenéticamente mientras Benedict
se preparaba la entrada.
-Te gusta?...- preguntó Benedict.
-Si… ah… me gusta mucho. Hazlo. Hazlo ahora!
La contestación fue un lametazo en su mejilla. Cerró los ojos cuando el glande
rojo y brillante tocó su pequeño orificio. Benedict empujó introduciendo la
gruesa polla en el culo apretado.
Martin emitió un grito mudo y se arqueó hacia tras sujetando con fuerza las
sabanas entre sus dedos.
Su boca entreabierta empezó a gemir sin cambiar de posición mientras el otro
hombre se movía a dentro y a fuera de su cuerpo. Estaba completamente abierto y
eso le excitaba aun más. Rodeó el otro hombre con sus piernas largas y
delgadas.
Benedict comenzó a respirar agitadamente y comprendió que se correría en dos o
tres embestidas más. Aceleró los movimientos y sintió por fin crecer el orgasmo
en su cuerpo. Se corrió en la última embestida lamiendo el cuello en tensión de
su amante. Acarició la verga del otro y comprendió que se había corrido al
mismo tiempo que él.
Se dejaron caer en los brazos uno del otro.
Esta vez había sido real, no como
todas las fantasias que tenía cada noche y había sido maravilloso.
Sintió los labios de Martin sobre su oreja.
-Sabes que te quiero? No quiero irme…
-Tampoco quiero que te vayas… Haz sido mi mejor regalo de navidad…
El rubio sonrió y murmuró:
-Te lo dije, no puedes huir de ti mismo…
Fin
Feliz Navidad Saito que te la pases muy bien.
ResponderEliminarbesos y abrazos
Holaaa! Feliz Navidad!! Gracias!!
EliminarFeliz Noche Buena y Navidad!!!
ResponderEliminarMis mejores deseos para estas fechas :)
Feliz Navidad!! Muchas gracias por pasarte! Besos
Eliminar¡¡Feliz Navidad, Saito!! Me ha gustado mucho el relato, tu primer Benedict/Martin. Ha sido genial. Besoss.
ResponderEliminarHola Minu! Muchas gracias! Me alegra que te haya gustado. Besos
Eliminar¡Feliz Navidad! Enhorabuena por tu relato y me gusta el jersey de John. Besos.
ResponderEliminarHola Astrid! Muchas Gracias!! Besoss
Eliminarun poco tarde pero ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
ResponderEliminarbesosss
Holaaa!! Muchas gracias por haberte pasado por aqui! Besukis
EliminarHola, Sai.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato. Gracias por compartirlo.
¡Felices Fiestas!
Besos
¡Felices Fiestas!
ResponderEliminarGracias por el relato, está genial.
Que lo pases estupentadamente estos dias festivos.
Besos
Hola, estoy super pero super tarde en decir: FELIZ NAVIDAD!! Espero que la hayas pasado muy bien con tus seres queridos y que Santa Claus te haya traído lo que deseabas. Me encanto el relato de navidad gracias por la historia.
ResponderEliminar¡Besos y abrazos!
Gracias por este relato me gustan mucho las historias de estos dos, un abrazo
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