26 de janeiro de 2014

Después del fin- capitulo tercero



Capitulo3

Habla Richard

Benedict empujó su cuerpo contra el mío, aplastándome contra las rocas. Su rodilla se metió entre mis piernas. Suspiré. Habían pasado años desde que había sentido algo así, el contacto y la pasión de otra persona.



Sus labios se atrevieron sobre mi cuello y yo deslicé mis dedos entre su cabello acariciando su nuca. Gemí, tiré de sus rizos hasta que hizo caso de mi pedido y me besó. Posesivo, fuerte. Su lengua exploró mi boca con el ímpetu de quien explora el nuevo mundo.

Su cuerpo se arrimó más al mío y se frotó contra mí por un instante. Después se detuvo.

Separó sus labios de los míos para mirarme a los ojos, nuestras frentes se tocaron. En ese momento pensé que la vida realmente era irónica, hacía falta acabar el mundo para encontrar algún sentido en mi vida.

El sonido de unos neumáticos atrajo nuestra atención, Benedict estiró el cuello para ver entre las rocas y en ese mismo minuto cubrió mi boca con sus manos y me obligó a bajarme. Traté de interrogarle pero él colocó su indicador sobre los labios y volvió a pedirme silencio.

Escuché gritos, disparos… mis ojos se abrieron como platos y traté de escapar de sus brazos. Me sujetó como quien sujeta un gato asustado y murmuró en mi oído: “No nos han visto, tranquilo.”

Los gritos y los dispararon continuaron, tuvimos que gatear hasta un lugar más resguardado dónde podíamos observar lo que pasaba en el campamento.

Dos caravanas blancas estaban paradas a unos metros del campamento. Varios hombres vestidos con unos trajes blancos que reconocí ser de anti radiación. El fuego cruzado duró unos minutos, nuestro grupo disparaba a matar pero sus armas eran sedantes. Los atingidos caían al suelo adormecidos. Cuando terminaron no quedó nadie, todos fueron transportados a las caravanas. El campamento quedó desierto.

Caminé en silencio. Sentí lágrimas de confusión e ira correr por mi rostro.

—¿Qué ha sido esto?— Me dejé caer al suelo.

—No lo sé.— Benedict permaneció de pié a mi lado.— Pero son los mismos que se llevaron a mi grupo.

Le miré atónito.

—Creía que viajabas solo.

—Antes éramos varios. Pero de pronto aparecieron estos militares o científicos y nos sorprendieron.— Se limpió el sudor con la manga del suéter.— Creo que deben tener alguna forma de localizarnos.

—¿Qué quieren de nosotros?

—Eso no lo sé, pero algo es obvio, ellos llevan trajes. No son resistentes a la radiación…— se agachó a mi lado.— Querrán saber porqué lo somos nosotros.

—¿Pruebas? ¿Van a experimentar con ellos?

—Y con nosotros si nos encuentran. – Tiró de mi camiseta— Vayámonos de aquí.

Me levanté de forma casi autómata, seguía demasiado impresionado como para poder protestar. Benedict me aseguró que había que viajar leves así que comida y medicinas eran lo principal. Até una chaqueta a la cintura y al final me di cuenta que tendría que llevar la katana que estaba caía delante de mi mochila. Ya no estaba a salvo y aunque nunca lo había estado, ahora me sentía más expuesto que nunca.

—¿Estás listo?— preguntó.

—Sí.— Él se cubrió la cabeza con la capucha del suéter y me tendió la mano arrancándome del campamento en dirección a la ciudad.



Caminamos por mucho tiempo en silencio por entre los coches abandonados, los huesos perdidos de los cadáveres que habían sido comida de los animales a lo largo de los años. Eso ya no nos impresionaba demasiado, durante tres años habíamos vivido así, todo eso era normal.

Llegamos a una antigua gasolinera a la entrada de la ciudad. El lugar estaba abandonado como todos los lugares por los que había pasado. Las paredes estaban negras y los cristales que todavía seguían intactos estaban cubiertos de una gruesa camada de polvo.

Al tiempo que nos acercábamos con cautela a la entrada Benedict desenfundó su arma. Abrió la puerta con un puntapié mientras seguía apuntando y alerta. Entró e inspeccionó la entrada.

Habían latas en el suelo, papeles amarilleados de las revistas pasadas de época, estanterías vacías.

Yo desenvainé la catana y seguí detrás de él. Inspeccionamos el lugar y estaba vacío. Nos pareció un buen sitio para pasar la noche.

Cerramos las puertas y bloqueamos las ventanas con algunas estanterías y algunas de las neveras vacías.

En la sala del staff encontré una almohada vieja y una manta. Lo llevé afuera mientras Benedict revisaba los pocos productos que quedaban en las estanterías.

—¿Qué queda?— Pregunté

—Chocolate, aceitunas, algo de caramelos de menta… en esa nevera hay…— se alejó un poco y golpeó la maquina del tabaco.— ¡todavía quedan cigarrillos!— Con la culata de su arma golpeó el cristal con fuerza.— También hay una lata de zumo que estaba perdida ahí debajo. Abrió la caja y se colocó un cigarrillo entre los labios.

Yo husmeé por las estanterías deseando que se le hubiese escapado alguna lata de sardina o quizás salchichas.

—Fíjate, antes se habrían peleado por esto.— La caja registradora estaba abierta pero todo el dinero seguía allí intocado.— Ahora a nadie le importa.— Abrió una caja y sacó un mechero nuevo con el que encendió el cigarrillo.

—Hay cosas más importantes, el ser humano ha redefinido sus prioridades.— Empujé una estantería al suelo.— ¿Crees que podremos dormir sobre esto?— La parte de atrás de la estantería era de madera, dormiríamos lejos del suelo por lo menos.

Él olvidó la caja registradora y se acercó expirando el humo.

—Creo que es perfecto, ¿aguantará con nosotros?— Yo di una risada.

—Todo lo que puede pasar es que se deshaga. ¡Mira! Tenemos una manta.— Sonreí de felicidad. Benedict me sonrió antes de sujetarme por la cintura y propinarme un beso. Después volvió a dar una larga calada en el cigarrillo.

—Es como una clase de luna de miel.— Me aparté con suavidad.

—Hubiese preferido una fantasía de reyes o de millonarios en lugar de la escena pos apocalíptica.— me senté en nuestra cama improvisada.— Pero ya sabes, no era tan famoso, esto es todo lo que pude pagar. – Volvió a dar una calada y se sentó a mi lado.

Alejé la capucha de su cabeza para verle mejor la cara, delgada, de pómulos altos, de alguien que se alimenta mal hacía años. Supuse que todos tendríamos ese aspecto de miserables muertos de hambre, sin embargo él seguía pareciéndome muy atractivo.

—¿Por qué me miras así?

—¿Te das cuenta que, en otras circunstancias nunca hubiese conocido a alguien como tú?— Murmuré.

—Eso es lo que es la vida, una sucesión de circunstancias y acontecimientos, no sabemos lo que habría pasado. Quizás si nos hubiésemos conocido.— elevó la ceja, yo di una carcajada.

—Estoy seguro de que habrías conocido a muchos como yo, pero no a mí. Tú eras una celebridad, rodeado de guarda espaldas y chaquetas de marca.— jugueteé con sus diminutos cabellos que nacían detrás de su oreja.

—Un actor no es como el presidente de los estados únicos. Es un trabajo. Hoy puede ir bien y ganar mucho dinero pero al día siguiente estás sin blanca para pagar el alquiler…

—O al día siguiente explota el mundo y estas durmiendo en una gasolinera abandonada.— añadí.

—Exacto. Ese es mi punto.— tiró el cigarrillo. Se dio la vuelta y me apartó un mechón de cabello de la frente.

—Hace mucho que no hago esto.— Me sonrojé con mi confesión.

—Nunca lo he hecho…— contestó— quiero decir, con un hombre.

—Funciona del mismo modo.— sonreí sintiendo sus dedos acariciar el dorso de mi mano. Tenía una sonrisa ladeada en el rostro.

Se inclinó sobre mí, despacio, hasta que me quedé completamente acostado sobre la estantería.

—No sé si…— empezó a decir pero yo le corté.

—Shiii.— Mi mano se metió por sus pantalones y exploré su ingle.— Vas a ponerte bien duro y después te meterás entre mis piernas,— él gimió— vas hacer que haya valido la pena estar tanto tiempo sin nadie…

Tragó saliva y vi la deliciosa manzana de su cuello dar un pequeño bote.

—Haré que lo disfrutes.— prometió, separando una vez más los labios en un silencioso gemido cuando mis dedos apretaron su pene con suavidad.

Sus manos acariciaron mi cuello y mis hombros mientras me besaba, metía su lengua en mi boca y sorbía mi saliva. Mi garganta soltó un gemido de placer cuando sentí en mi mano las primeras gotas de su jugo.

Benedict se apartó un poco para tirar de mi camiseta, que se deslizó con facilidad por mi cabeza. Sus labios besaron mi pecho antes de succionar cada uno de mis pezones.

Susurré su nombre y levanté la cintura en un pedido ansioso. Ambos estábamos ansiosos, demasiado tiempo esperando volver a tener, demasiado tiempo de soledad.

Bajé mis pantalones liberando mi erección, la ignoré. Recogí un poco de saliva con mis dedos y me lubriqué. Introduje un dedo en mi interior y lo moví con suavidad a dentro y afuera durante unos instantes hasta que me di cuenta que podría tolerar otro.

Su cuerpo se estremeció solo de mirarme, pero no pudo apartar los ojos de mis dedos, penetrando mi interior y relajándome. Supe que estaba deseando sujetar su pene y masturbarse, pero se contenía.

—Benedict, por favor.— él pareció dudar y preguntó.

—¿Estás listo? ¿Seguro?

—Venga.— Necesitaba sentirle, para mí tampoco era suficiente mis dedos ya. Necesitaba saber que era real, abrasador como el hierro clavándose lentamente en mi interior.

Me sofocó pero fue la cosa más deliciosa que sentí en años.

Empujó contra mí sujetando mi muslo y escondiendo su rostro detrás de mi pierna desnuda. Supe que para él el placer también debería ser indescriptible.

—Eres muy apretado.— so voz sonó desesperada, casi como la voz de dolor que puso cuando le cuidaba en el campamento aunque ahora, yo sabía que era una clase de sufrimiento más placentero.

Eso me hizo sonreír y tirar de él por la camiseta. Rodeé su estrecha cintura con mis piernas para mantenerle preso dentro de mí.

—Deja que me acostumbre un poco.— pedí besando de nuevo sus labios.

—No sé cuanto necesitas pero.. ¡Oh dios!, no puedo estar así mucho tiempo.— suspiró.

—Vale, yo…— No pude terminar la frase, Ben se retiraba de mi interior y solo quedaba la horrible sensación de vacío. No duró mucho, de nuevo empujó profundamente. Apreté su camiseta entre los dedos y mordí el labio.

Repitió el proceso varias veces, saliendo por completo y penetrándome hasta el fondo. Al poco tiempo mi cuerpo ya no ofrecía mucha resistencia y sus movimientos se hacían mucho más placenteros.

Se colocó a cuatro patas sobre la estantería e inició movimientos circulares. Me retorcí de placer, al fin y al cabo, sabía muy bien lo que hacía.

—Deja de provocarme.— protesté arañando sus nalgas con las uñas. Dio un bote y sonrió. Apoyó los codos en la cama improvisada e embistió. Mi cuerpo respondió al suyo moviéndose en consonancia.

No duramos mucho, unos minutos después estábamos sudados y con las respiraciones agitadas, pero satisfechos abrazados sobre la estantería.

Benedict apoyaba la cabeza en la vieja almohada y yo me acosté sobre su hombro sano. Soltó un largo suspiro.

—No tenía ni idea de que era así.

—¿Cómo pensabas que era? ¿Cómo en las pelis porno?— Él dio una carcajada.

—No, hablo de que no tenía ni idea de que sería tan bueno— me miró a los ojos y dijo— mejor de lo que jamás imaginé o fantaseé.

—Después te enseñaré otras cosas mucho más alucinantes.— dije con una sonrisa llena de promesas.

Él dejó escapar otra risita. Miraba al techo y estaba pensativo.

—Supongo que habrás perdido a alguien importante en esto.— Murmuré.

—Todos hemos perdido a alguien importante en esto, pero eso no cambia lo que pasó.

—Perder a alguien por la muerte no es lo mismo que dejarla porque te es infiel o porque ya no te guste o lo que sea…— susurré. Su mano continuaba acariciando mi espalda.

—No perdí a nadie, yo ya no tenía novia cuando pasó esto, pero siempre tendré un especial cariño por ella.— Aclaró— ¿Y tú?

—Yo nunca he acertado con el hombre ideal.— Me encogí de hombros.

—¿Y cómo debería ser el hombre ideal?— Me miró con intensidad.

—¿Ahora? Ahora el hombre ideal deberá tener ojos azules, cabello rojizo…

—No sé dónde encontrarás eso.— Bromeó.

—Mmm, tú encajas.

—No, yo tengo ojos aguamarinos y cabello bermejo. Nunca tendrás el hombre ideal porque aunque creas que eso es lo que buscas, siempre hay pequeños destellos que lo hacen imperfecto.— dijo— Creo que entiendes lo que quiero decir. Nadie es perfecto, hay que aprender a amar las imperfecciones del otro.

Besé su rostro con ternura.

—Con que sigas aquí mañana será suficiente.— concluí.

—Eso podré hacerlo.

Es noche dormimos tranquilamente aunque me desperté muchísimas veces por los ruidos desconocidos del lugar. Benedict parecía estar muy alerta también levantando la cabeza de vez en cuando para asegurarse de que todo estaba como debería y sujetando mi cuerpo fuertemente contra el suyo.

Allí solos era muy fácil que alguien nos atacase, pero nadie sabía dónde estábamos. Tomamos la precaución de cerrarlo todo desde dentro y de nunca salir ni para mear, pasar eso usábamos la habitación del staff.

A la mañana siguiente comimos algunas de las cosas que encontramos allí, casi tuve ganas de llorar de felicidad cuando descubrí un milka caducado. Lo dividí con Ben y me sentí un superviviente afortunado.

Decidimos que deberíamos intentar poner en marcha alguno de los coches que estaban abandonados delante de la gasolinera. Si tuviésemos un coche viajaríamos mucho más deprisa.

Me senté afuera en el suelo y me llevé unas cuantas revistas viejas que todavía quedaban en la estantería. Ponía moda y “actualidad”, claro que la actualidad de esa revista ya no contaba con las últimas novedades pos apocalípticas…

Miré a Benedict abriendo los coches y poniendo en marcha los que aún conservaban llaves para ver el nivel de combustible.

—No entiendo casi nada de coches pero supongo que podamos sacar el combustible de uno para usar en el nuestro.

—Con una manguera…— dije distraídamente mientras pasaba las páginas de la revista.— Chupas un poco para crear vacuo y lo dejas correr.

—¿Entonces, tu entiendes de esto?

—Un poco, mi padre era mecánico.— Levanté los ojos de la revista. Él tenía las manos sucias a cada lado de la cintura.— ¿Qué?

—¿Por qué no me ayudas entonces?— Yo me encogí de hombros y me levanté resignado.

—Te ves guapo haciendo esto…— su nariz también estaba sucio de oleo.— Valee. No te enfades. – Le besé sobre los labios, pero él no se movió.— Mira, busca una botella o algo que pueda llevar el combustible.

Benedict sonrió por fin y dijo:

—Deberíamos llevarnos ese Jeep, pero la batería tampoco funciona.

—¿Hay alguna que funcione?— pregunté arremangando la camisa.

—Sí, ese lo he probado y funciona.— señaló.

—Bien, entonces con unos cables cargaremos la batería del Jeep. Algún de estos coches debería tener unos en el maletero, mira a ver… — Ben asintió y se alejó.— Mira también las guanteras, por si hay algo de valor.

Al final logramos poner el Jeep en marcha y nos alejamos de la gasolinera.

—Dijiste que crees que pueden localizarnos, ¿por qué crees eso?— Benedict conducía con el suéter arremangado y los ojos bien pegados en la carretera.

—Porque cuando vinieron a por mi grupo fue como una emboscada, y días antes tuvimos la sensación que algo nos seguía.

—¿Algo? Hablas de una cámara de vigilancia o así?... Pero no es posible, la radiación fue tan intensa que destruyó todos los aparatos electrónicos.— Él se mordía el labio.

—Se han destruido los que estaban aquí, pero y si los han mantenido guardados para liberarlos ahora.— Me miró de soslayo.

—¿Liberarlos? Hablas como si fuesen animales.— Fruncí el ceño.

—No sé que son. Cuando nos atacaron me pareció volver a ver algo que volaba. No sé si era una maquina o un animal. Parecía ambas cosas.— No dijo nada más y yo me encogí en el asiento y me mordí la uña.

—¿Por qué estas enfadado?

—Porque no me crees.

—Yo te creo, es solo que me parece demasiado espectacular.— Confesé.

—Hace tres años, esto parecía algo espectacular. Ya viste lo que hicieron con los de tu grupo.— Habíamos recorrido una gran parte de la ciudad y todo se mantenía desierto. De soslayo pude ver entre los escombros a un hombre vestido de blanco.

—Mira.— Señalé al hombre que trataba de defenderse de algo que no alcancé a ver, pero su traje estaba manchado de sangre.— Da la vuelta y para el coche.

—No pienses que lo vamos ayudar.— Protestó.

—No, claro que no. Pero no pueden ver el coche o nos perseguirán, hay que ir a pie y mezclarse con el medio. Así somos demasiado llamativos.— él lo detuvo en seco y asintió.

Recogimos las cosas del asiento trasero y nos metimos por las casas destrozadas. Mis pies pisaban los escombros con cuidado, ya había visto a más de uno clavarse hierros en las botas.

Nos alejamos lo más que pudimos en dirección norte, acercándonos al rio. Se haría de noche rápido y deberíamos encontrar un buen escondite. Cuando desaparecía el sol nosotros veíamos con más dificultad pero los animales eran excelentes cazadores nocturnos.

Nos agachamos contra unas rocas para descansar. Toqué su brazo.

—Mira la entrada del metro, quizás podamos meternos en alguna de las habitaciones.

Benedict miró la entrada a unos 200 metros de donde nos encontrábamos. No era más que una puerta negra al submundo.

—¿Es esa la línea que cruza el rio hacia norte?

—No lo sé, es mi primer viaje a Paris.— Susurré. Él se limpió la cara con el brazo.

—Hay que conseguir armas y municiones antes de entrar ahí, no sabemos qué se esconde en esos túneles.

—Es cierto.— Se me erizó el vello. Yo ya había visto cosas, animales fieros y completamente distintos a los que conocí, animales como los mutaperros, enormes perros con dos pares de orejas, ciegos y dientes afilados.

—Hace tiempo viaje por los túneles de los trenes en España, fue una experiencia aterradora, sin armas no saldremos de ahí.

—Está bien, no nos adentraremos por ahora solo buscaremos un sitio dónde descansar.— Sugerí.— Ellos tampoco entraran ahí. ¿Cómo está tu brazo?

—Mejor.— su mirada se intensificó.— Sígueme de cerca.

Le seguí tan cerca como pude, sin hacer ruido y a hurtadillas hasta la línea de metro. Bajamos las escaleras polvorientas, silenciosas y nos adentramos en la oscuridad.

El hall parecía de alguna forma perdido en el pasado con todos los posters de cine aun pegados en algunas paredes. Saltamos por encima de las barras de metal que controlaban la entrada de los pasajeros.

Nuestros ojos se adaptaron a la penumbra y nos escondimos en un pequeño kioske de venta de billetes.

Nos sentamos en el suelo contra la puerta. Respiré con dificultad.

—Deberíamos dejar aquí lo que tenemos y salir a por lo que nos hace falta.— Su mirada recorrió el lugar antes de decir:

—Está bien. ¿Alguna vez has viajado solo?— Yo asentí— Entonces ya sabes que hay que ser extra cuidadoso.— Acaricié su mano y el sonrió.— Te conseguiremos una ametralladora.

—¿Fuiste militar?— Pregunte fijándome en sus piernas.

—¿Por qué lo preguntas?

—No lo sé, la forma como te mueves.— Benedict recostó la cabeza en la puerta y suspiró.

—Durante este tiempo me mantuve con ese grupo del que te hablé, dejé mi vida en manos de Gavin, un hombre enorme, teniente de la marina inglesa. Me enseño muchas cosas y yo aprendo rápido.

—Lo siento.— Murmuré y él volvió a suspirar como respuesta.

Sacamos todo lo que teníamos en las mochilas y lo guardamos debajo de uno de los armarios polvorientos del kiosko. Volvimos a salir sin hacer ruido, las calles seguían silenciosas.

Observamos durante un rato los escombros, había que estar absolutamente seguro de que no éramos acechados por ningún animal o humano.

Miré al suelo y este estaba lleno de papeles, mapas del metro, recogí uno y lo metí en el bolsillo de mi chaqueta.

—No sé dónde conseguiremos armas, estoy seguro de que las habrán pillado todas.— Ben se pasó la mano por los labios y dijo:

—Todas no. Buscaremos una tienda de caza.

—Ahí también habrán buscado.— puse los ojos en blanco.

—No, los vendedores de armas no venden solo armas legales.— Dio una sonrisa ladeada y me giñó el ojo— Puede que tengamos suerte y encontremos a uno de dudosa reputación.

—Vaya.

—¿Qué?— Se giró para mirarme. Yo estaba admirado.

—Eres demasiado listo, no se me había ocurrido.— Él sonrió.

—Tú también eres listo, lo que pasa es que te distrae mi culo.— Le golpeé la nuca y protesté bajito.— Ya sabes que hay que buscar, no te disperses demasiado.

—Está bien, no me separaré de tu culo.

Cruzamos la calle y nos adentramos en callejones dónde habían estado varias tiendas. Aun seguían ahí pero casi todas habían sido registradas o tan solo destruidas. Algunas cosas seguían en pie, algunas cajas perdidas bajo los escombros.

Caminamos durante bastante tiempo, recogiendo las latas de comida que pudiésemos encontrar en las casas pero lo que más encontrábamos eran ratas negras y cucarachas gordas y asquerosas.

—Deberíamos regresar, la noche no tardará en caer.

—No. Sigamos buscando, aun queda tiempo hasta que anochezca.

—Richard, es peligroso.

—Buscaremos algún sitio resguardado.— Me encogí de hombros. No estábamos a salvo en ningún sitio, así que daba igual dónde pasásemos la noche.

—Está bien.— Cedió.

Continuamos nuestras búsquedas en las siguientes tiendas pero ninguna tenía aspecto de armería.

Me senté en una piedra caída del piso superior en una de las casas en las que buscábamos.

—Bueno, de momento hay que olvidar las armas y buscar un lugar para pasar la noche.

—Quizás en esta casa haya alguna habitación donde podamos meternos…— No terminé la frase, escuchamos una lata ser golpeada, o quizás caer al suelo. Vino desde un pasillo detrás de mí.

Me levanté lentamente y di dos pasos hacia tras sin dejar de mirar a la oscuridad. Hicimos silencio.

Aunque siempre sentía la misma ansiedad por gritar y salir corriendo, mi experiencia me decía que lo mejor era estar callado y quieto. Alguna cosa se acercaba, podíamos escuchar su respiración, irregular, ruidosa. La escuchamos durante un tiempo que pareció ser una eternidad, pero pronto se hizo más alta y cercana.

Ojos rojos, inyectados en sangre, parecía humano pero sin embargo la cantidad de tumores en su cabeza y cuello eran tantos, que más parecía una masa deforme de carne caminante. Abrió la boca en un ruidoso grito y me fijé en sus dientes podridos escurriendo pus verde y maloliente.

Ben apunto su arma.

—Aléjate.— Advirtió pero la criatura no pareció hacerle mucho caso, lanzó otro grito casi inhumano antes de empezar a correr en nuestra dirección.

Saqué la catana de la vaina pero cuando la apunté en dirección al enemigo, Benedict disparó dos tiros.

La cosa se paró, cayó al suelo de rodillas con la sangre burbujeando del cuello.

—Ben… vayámonos de aquí.— pedí con mi mano sobre su brazo.

Atravesamos la calle de nuevo, pero ahora ya bajo la penumbra. La noche ya parecía querer asaltarnos. Entramos en la primera casa que vimos. La inspeccionamos en silencio y con ligereza para atrincherarnos en un baño del segundo piso.

—¿Estás bien?— Preguntó rodeándome con sus brazos.

—Sí.— Le abracé también, sintiendo la fuerza de su cuerpo delgado contra el mío. Me besó la sien y me soltó para acercarse a la ventana. Desde allí tenía una visión privilegiada de la calle. Se giró para mirarse en el espejo delante del lavamanos.

—Tengo un aspecto horrible. No me veía al espejo hace siglos.— Pasó su mano por la cara cubierta de vello rojizo.

—Podías afeitarte.— Sugerí. El sonrió con aire pícaro.

—Sí encuentro algo lo haré.— Abrió el mueble de baño que habíamos empujado contra la puerta. Todas las pertenencias de su antiguo dueño seguían allí, toallas, perfumes, maquillaje y un sinfín de productos de higiene personal. – Hay maquinillas de afeitar desechables pero no hay agua…— se encogió de hombros.

Me levanté del suelo y husmeé en el mueble.

—Hay agua termal, servirá.

—Oh, es una buena idea.— Sonrió— Habrá que ahorrarla.

Se quitó la camisa delante del espejo, su hombro seguía mostrando una horrenda costra castaña dónde habían estado las dilaceraciones. Me acerqué e examiné la piel. No tenia señales de inflamación y parecía seguir el curso normal de cicatrización.

—Podría haber quedado casi imperceptible si hubiese tenido más hilo.— murmuré. Benedict sujetó mis manos y las besó.

—Podría estar muerto.— Su mirada me traspasó. Yo suspiré y me puse de puntillas para un beso de sus labios. Fue suave, un mordisqueo lento que me hizo reír.— Bueno, vamos a esto.

Se afeitó y se limpió la cara con el agua de la botella.

Después se buscó unas tijeras en uno de los cajones y empezó a cortar el cabello. Me acerqué y decidí que debería hacerlo yo si no quería que arruinase de un solo golpe su aspecto. Aunque después pensé, ¿a quien le importaría el aspecto que teníamos?

Su cabello estaba sucio, polvoriento pero aun así lo sentía suave y fuerte entre mis dedos. Corté los rulos y los dejé caer uno tras otro sobre el lavamanos. Cuando acabé ya no se veía absolutamente nada en la habitación.

Nos sentamos en el suelo y nos cubrimos con unas de las toallas que había en el mueble. Recosté mi espalda contra su pecho.

—Estoy deseando que llegue el día para poder verte.— murmuré. Sentí su aliento en mi nuca y un pequeño beso en mi cuello.

—Estoy deseando que estamos en un lugar seguro para tenerte de nuevo.— Su cuchicheo fue tan apasionante en mi oído que hizo erizar todo el vello de mi cuerpo.

—Te gustó, ¿eh?— Sonsaqué antes de apoyar mi cabeza en su hombro sano.

—Sí…— Jugueteé con sus dedos enlazándolos en los míos durante algunos minutos antes de dormirme.

Me desperté por la mañana y ambos estábamos echados en el suelo sucio, con la cara sobre una de las toallas. Benedict dormía con su rostro girado hacia mí sobre su brazo y me permití observarle mientras respiraba tranquilamente.

Desde luego el afeitado le había favorecido mucho, su piel parecía suave y aunque me moría por acariciarle me contuve, no quería despertarlo aún. Los últimos días habían sido muy duros y él aun no estaba completamente recuperado de su herida.

Le miré y nos imaginé. Nos imaginé en un mundo en el que nada se había ido a la mierda… un mundo dónde ahora podíamos estar durmiendo tranquilos en una cama. Era un deseo tan vivido que casi parecía real. Eso lo hacía doloroso.

Podía escuchar los pajarillos a fuera de la ventana, el olor a limpio de nuestras sabanas, la luz del sol cruzando los cristales y acariciando mi piel con un delicioso calorcillo.

Sus ojos se abrieron, tan brillantes, tan azules que casi parecían irreales, como el sueño.

—Hey…— susurró.

—Hey.— contesté y por fin mi mano se permitió acariciar su mejilla.— Estás muy guapo.

—Y eso que no has olido mi perfume nuevo.— Yo di una carcajada con su ocurrencia.

—Gracias, será tan bueno como el mío.

—No es bastante más intenso.— añadió con una risita.

—¿Tienes hambre?— Me levanté, traté de quitarme un poco del polvo de la camiseta pero la suciedad de nuestra ropa y cuerpo ya estaba demasiado incrustada.

—Sí, casi no recuerdo la última vez que comimos.— Se incorporó y se rascó la cabeza.

—Hace muchas horas.— Rebusqué en la mochila y saqué una lata de cacahuetes y una de sardinas.— Podemos compartirlo pero me siento inclinado por los cacahuetes.

Él dio una carcajada y asintió.

Después de comer tuvimos que volver a iniciar las búsquedas de las cosas que necesitábamos para atravesar el rio por la línea de metro. Permanecer ocultos era nuestra prioridad, los hombres de los trajes blancos eran una nueva amenaza a añadir a todas las criaturas que querían comernos, matarnos o tan solo mutilarnos como divertimiento, estos pasaban a un nuevo nivel de horror, querían experimentar con nosotros.

Me quedé un poco dudoso de cuál de los destinos me parecía más aceptable pero Ben me dio varios ejemplos mientras revistábamos tiendas y lugares que me hizo pensar que morir tan solo no eran tan malo si lo comparábamos con el dolor que supondrían las otras hipótesis.

Entramos en varias tiendas que parecían ser de venda de armas hasta que por fin, cuando ya estábamos a punto de rendirnos, la encontramos.

Tal y como nos lo habíamos esperado, los escaparates de madera que deberían haber contenido por los menos doscientas armas estaban vacíos. Las municiones también habían desaparecido y las armas blancas.

En la tienda tan solo quedaba una enorme cabeza de ciervo colgada de la pared como un macabro adorno, algunos sombreros y ropa de cacería.

—No queda nada.— Descolgué la ropa del expositor con la punta de la catana.

—Queda una puerta al fondo, será mejor que echemos un vistazo.— Caminé a lo largo de la barra de atención al cliente hasta que Ben me sujetó de la chaqueta.

—¿Qué pasa?

—¿Has oído eso?

—No, ¿Qué cosa?— fruncí el ceño esperándome más criaturas o cosas raras viniendo desde la puerta que deberíamos investigar.

—Cuando pisaste aquí…— señaló el suelo bajo mis pies.— Hay que apartar la barra.

Asentí y me preparé. La barra pesaba muchísimo, era hecha de madera solida así que tardamos un buen rato en moverla al medio de la tienda. Benedict tenía razón, en el suelo se podía ver una especie de entrada oculta, un sótano.

—Te dije que casi siempre hay armas extra.

—No tengo ni idea de cómo has descubierto eso, pero vale.

—Veía “aficionados a la armas”, en el discovery channel.— Le propiné un golpecito en la nuca como forma de decirle que no me creía ni una palabra.

Bajamos por las escaleras de piedra hasta un lugar que olía a humedad y moho. Encendí la linterna que había cogido de una especie de supermercado y la encendí. Pude ver varias arcas y varias armas apoyadas en la pared. En medio de la sala había una mesa con pistolas.

—¡Oh! ¡También hay munición!— Exclamé cuando abrí el arca.

—Hay que llevar armas leves o se volverá una tortura.— consideró. Me certifiqué que también llevaba la munición correcta para mis armas.

Cogimos dos pistolas Baretta y dos Rifles de Asalto.

Volvimos a cerrar la entrada y a colocar la barra de atención al cliente en su lugar antes de disimular las marcas de polvo en el suelo y salir a hurtadillas.

Algún día podríamos necesitar volver a por más armas así que decidimos dejarlo como escondite de abastecimiento.


continua...






13 comentários :

  1. Muchas gracias por el capitulo nuevo, jajaja me tuve que poner a investigar ya que no sabia como eran las pistolas baretta :D algo que aprendi nuevo hoy :D

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  2. Gracias por el nuevo capitulo estoy deseando leer el siguiente

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  3. Hola Saito. Lo acabo de ver. Lo leeré esta noche con tranquilidad y vuelvo a comentar. Seguro que se pondrá cada vez más interesante

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  4. Hola Saito, ya lo leí y me ha gustado mucho, cada vez se va poniendo mejor y van surgiendo nuevos peligros a los que enfrentarse. Gracias por compartir y a la espera del próximo.
    Besosss

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  5. Hola Saito! Ya estoy al día con el fin del mundo y me tenés atrapada, así que atenete a las consecuencias. La historia me encanta (excepto lo de las ratas gigantes, ¡puaj!). Me gusta especialmente que no se anden con vueltas. Pienso que si hay un momento para ir al grano y dejar los temores atrás, ese es el fin del mundo pues ya no queda mucho que perder. Y también me gusta mucho la ambientación apocalíptica, aunque me extraña que todavía no anden comiendo Ketchup (esa dieta sí que es posapocalíptica). Bueno, espero la actualización. No me tengas en ascuas porque te mato!!!. Besos

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  6. Fina. Hola Saito cada vez se pone mas interesante, en espera de mas capítulos, besos

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  7. Con cada capítulo me va atrapando más la historia. Por favor, dime que la historia va a acabar bien, porque con tanto bicho suelto, tanta gente asalvajada, la falta de comida y medicinas, y ahora la aparición de los misteriosos hombres de blanco... el futuro es muy oscuro. Me encanta cómo va transcurriendo la historia y estaré esperando impaciente el próximo capítulo. Besos.

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  8. Dios, he encontrado la nuava razon para no dormir, fantaseando con esta historia!!
    Siento que podria morir si las cosas empeoran para Richard y Ben!! (pero se alguna manera tambien lo espero)
    Te AmOdio! por crear esta mega genial historia!! ;)

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  9. A ver, ya lo he leído. madre mía, ya empiezan a aparecer los bichejos horripilantes. Y ya se ve que la atmósfera empieza a ser asfixiante y no precisamente solo por la radiación sino por los peligros que les rodean. Está emocionante y me gusta esta combinación de momentos tiernos y de aventuras . Ya deseando otro capítulo, jajaj. Hasta el próximo

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  10. Está muy emocionante, te mantiene en vilo todo el tiempo esperando que a cada instante aparezca alguna otra criatura asquerosa y tengan que huir o luchar contra ella. Pero no veas qué ganas me ha dado de comer una chocolatina con eso del Milka caducado, jajaja. Quiero leer mássss. Besosss.

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  11. Hola, Sai. La historia te mantiene con el alma en vilo a la espera de que reciban un nuevo ataque o un algún bichejo haga acto de presencia. Los de los trajes blancos resultan terroríficos, no me quiero ni imaginar qué hacen con las personas que atrapan.
    Cada vez está más interesante, muchas gracias por compartirla.
    Besos

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  12. Pienso igual que Ana, sí que nos distes un susto con este ataque de estas personas con traje blanco. Espero que nuestros chicos superen cualquier adversidad que se les presente. Gracias por tan magnífico capítulo.

    Besos

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  13. Hola Saito muchas gracias por otro magnifico capi, me encanto!!!..te mando un besote

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