No había nadie en
la playa. El mar calmo era agitado de vez en cuando por las olas. Llevaba
algunas horas allí sentado sobre las rocas, viendo cómo los cangrejos
correteaban y se escondían en sus ranuras. Vivía allí, alejado del mundo, en
una casa de dos habitaciones. Era pobre y trabajaba cogiendo mariscos en las
rocas para vivir. Mi piel estaba quemada por el sol, mi cabello estaba revuelto
por la sal del agua y tenía varios rasguños en los brazos.
Fruncí el ceño al
descubrir a lo lejos una figura caminando sobre la arena mojada, allí donde el
agua llegaba como un manto de espuma y le mojaba los pies.
Era un hombre…
alto, delgado, de unos 40 e tantos años, quizás más… no sabría decirlo.
Llevaba unos pantalones
cortos beige y una camisa azul, en su mano sujetaba las sandalias.
Le miré con
curiosidad y me fijé en cómo cogía una concha del suelo y me sonrió en forma de
saludo. Yo le devolví la sonrisa.
Al día siguiente
estaba allí, como todos los días y le ví de nuevo y nos volvimos a sonreír…y al
día siguiente al otro. Hasta que un día fue él el que se acercó, curioso y se
sentó a mi lado en las rocas.
Olía bien, a limpio,
sus ojos brillaban con el reflejo de las pequeñas olas del mar y hacían que me
avergonzase de mis pantalones viejos y mi camiseta sin color. Yo no dije nada y
esperé a que hablase. Cuando lo hizo fue para decirme que el cielo estaba
bonito esa tarde y pensé que tenia razón, estaba rosa y violeta.
Hablamos durante un
rato, enseguida me pareció un hombre muy divertido... pero había más, una
sombra en sus ojos que no supe descifrar.
Cuando nos vimos al
día siguiente, la playa estaba desierta como siempre, y yo le pregunté porque
iba siempre solo. El tan solo me dijo que andaba buscando paz, que allí nadie
sabía quien era... ¿Quién eres? pregunté con mirada curiosa. Él sonrió y no me
contestó.
Un día apareció, cuando
ya habían pasado varias semanas desde nuestro primer encuentro y yo le había
esperado impaciente.
Quería verle,
quería regalarle algo, había tejido con mis manos: un collar con una caracola de
mar enganchada. De pronto se había convertido en alguien importante para mi...
pescaba todo el día pensando en el ocaso y cuando se ponía el sol y él se marchaba una gran tristeza me llenaba
el corazón.
Estaba satisfecho
con mi logro, el collar era el más bonito que había visto nunca en ningún
mercado. Estaba seguro que le gustaría mucho, nunca le había visto con ningún
objeto personal salvo un anillo de plata (me parecía plata porque era blanco)
en su dedo.
Ese día le regalé
el collar con las mejillas ruborizadas, a la orilla del mar, con el agua rozando nuestros tobillos y el viento
agitando nuestras ropas.
Vi en su rostro una
mirada de ternura cuando sus labios tocaron los míos. Fue un beso lento,
inexplicable, mi primer beso…
Su lengua se
atrevió con cuidado a probar mi boca y yo la acepté, tembloroso y sin saber que
hacer.
Nuestros labios se
separaron, y sus ojos se abrieron.
-Me voy mañana...-
me dijo. Entonces fue como si el mar se hubiese agitado dentro de mi pecho en
una tormenta que hundiría mi corazón.
-¿Por qué?...- no
comprendía, yo era demasiado ignorante, demasiado inexperto...
Mi vida era
aquello, trabajar cogiendo pescado y otros mariscos en las rocas, vender en el
mercado, esperarle por las tardes... mi vida se había convertido en una rutina
maravillosa ese verano, y no quería que acabase. Pero, en cambio su vida solo
se había detenido un instante, su vida se había parado para hacerme vivir a
mí... su vida volvería a reanudarse cuando regresase a su ciudad.
-Me llamo Hugh...
no puedo quedarme porque no pertenezco a este sitio... Sin embargo tú me has
hecho aprender muchas cosas, me has dado la paz que buscaba...
Hugh se marchó y yo
lloré toda la noche a la orilla del mar... hasta el amanecer. El azul del mar
me recordaba sus ojos, el sonido de las olas me recordaba sus susurros, sus
risas... las historias que me contaba.
Durante meses me
sentí muy solo, deprimido... y un día al caminar por la ciudad escuché su
voz... miré a un escaparate y ahí estaba él, en la pantalla de un televisor...
hablaba y sonreía... llevaba una camisa azul y en su cuello vi el collar de
caracola marina que yo le había hecho.
FIN
Hola, Saito. Me ha gustado mucho, es una historia preciosa, muy romántica y ha conseguido que me sintiera como en un soleado día de playa, y no sabes qué ganas tengo de que llegue el verano, que aquí no deja de llover. Besos.
ResponderEliminarMuchas gracias Minu! *-*
EliminarHola!
ResponderEliminarMe acabo de unir a tu blog, antes no me gustaban los finc(por su puesto era que no había leído ninguno bueno), pero una vez que uno encuentra ciertos tesoros, esta acabado, comienza a presentar una especie de adicción...ja..ja...ja...ja
También tento un pequeño blogger, así que si en algún momento te puedo servir de algo para anunciar tus trabajo, aquí estoy.... Por ahora pondré un acceso directo para que entren desde mi blog al tuyo...
http://historiasdeamorydeseo.blogspot.com/?zx=3a37a1a6d289d929
milagrogabriel@gmail.com
Me comunico contigo de esta manera, ya que no encontré una dirección de correo electrónico para hacerlo...
Oh, hola!!
EliminarPues es cierto que no se me habia ocurrido lo de la direción electronica XD
Me alegra mucho que te haya gustado y tambien estoy disponible para anunciar tus trabajos o lo que necesites! Todo por la lectura (y el yaoi XD)
Hola Saito! Me ha encantado la historia, muy cortita pero muy muy tierna y bonita. Me has dejado con ganas de más.... Gracias y miles de besosss
ResponderEliminarHolaaa! Muchas gracias!! besotes
EliminarUna historia preciosa. Muchas gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias!!! *-*
Eliminarun tanto triste pero muy linda, gracias :)
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