Capitulo Cuatro
Intenté prestar atención a la conversación aburrida
de Jo durante la comida pero mis ojos me tentaban una y otra vez hacía Hugh.
-¿Qué te parece Richard?
-Fascinante... – murmuré sin gran entusiasmo, pero
ella pareció satisfecha con mi respuesta y sonrió.
-¡Fue exactamente lo que había pensado! – Sentí mis
pezones endurecer bajo el jersey de cuello alto con la mirada de Hugh. Sus
ojos tan familiares me traspasaban y me
hacían el amor como en la noche anterior.
-¿No te gusta la comida Richard?
-Sí, me gusta- Sonreí. Rebecca estaba sentada a mi
lado y parecía muy satisfecha por mi presencia. Me endereché en la silla y
mastiqué con cuidado.
-¿Sabes quién ha preguntado por ti el otro día?- Fruncí
el ceño, no tenía ni idea de quién podría haber preguntado por mí.
- ¿quién?
-Russel.
-¿Qué Russel?
-¡El chico que te presenté en casa de Stephen! Russell
Brand.
-¿Por qué?- fruncí aun más el ceño.
-Bueno, supongo que le caíste bien…- Rebecca sonrió,
Charlie hizo una mueca de asco y yo opté por darle la razón a Charlie.
-Dios…
-¿Será que tienes un admirador Richard?- preguntó
Hugh con una muy divertida sonrisa. Quise darle un puñetazo.
-Noo… - Jo en cambio se puso de mi parte.
-Bueno Russel es muy simpático, pero no creo que a
Richard le vayan los hombres…
-Seguro que no…- Añadió Hugh.- De todos modos no te
preocupes a Russel le cae bien todo el mundo, seguro que no fue con esa
intención…
-Jajaja venga ya papa! Sabes que Russel se moría
cada vez que le dirigías la palabra…
-Será por mi perfecto aspecto de caballero…-después
dio una deliciosa carcajada y se tomo un poco de vino.
Cuando terminó la comida, Jo arrastró a Charlie y a
William a comprar no se qué cosas al centro comercial. Todos sabíamos que iban
a comprarle el regalo de navidad a Hugh y no querían que fuese… Hasta Hugh se
dio cuenta de ello pero fingió que no.
Charlamos durante la tarde hasta que:
-Richard, Roy tiene entradas para un partido de hockey,
¿no quieres acompañarnos? Está a punto de venir a por mí…
-¿Hockey? ¿Con vosotros dos?- Nada me pareció más
aburrido que eso.- No… no me parece que me apetezca…
-… es que te invité y ahora no quería dejarte solo…
-jajaja me invitaste a comer, no a quedarme toda la
tarde pegado a ti como una lapa…
-No hace falta que te vayas, podemos seguir
charlando…-propuso Hugh.
Cuando Rebeca se fue Hugh me sonrió levantándose de
la silla para empezar a recoger.
-Te ayudaré a recoger…- sugerí con unos cuantos
vasos ya en las manos.
-No, déjalo.
-No seas terco.- Le besé cuando pasé delante de él.
Fue rápido pero le hizo estremecer.
Puse los vasos en la lavadora y me lavé las manos.
Hugh metió los platos y se colocó detrás de mí lavándose las manos. Las frotaba
contra las mías, me mordía la oreja mientras que su cintura intentaba
acomodarse entre mis piernas.
Nuestra ropa impedía el contacto, sentía su cuerpo
pegado al mío y la recordación de la noche anterior se hizo muy fuerte en mi
pensamiento.
-Hugh…ahh... ¿Qué haces?
-Me lavo las manos…
Empujé mi culo más contra sus caderas, de modo a poder
sentirle más aún.
-No digo con las manos…- Entonces me giré y nuestras
caderas se encontraron. Estaba erecto.- Hmmm, aquí no… no es buena idea….
-Me parece una idea muy buena…- dijo pero yo luché
contra él poniendo mis manos contra su pecho mientras sus labios me besaban el
cuello.
-Jjajajjaa ¿Quién iba a decir que eras un viejo pervertido?-
No podía alejarle, me apretaba con mucha firmeza entre sus brazos.
-¿Quieres ver lo viejo que soy?- me susurró con
malicia al oído. Y yo estremecí sin poder articular palabra. Tan solo le dejé
hacer lo que quisiese, le dejé desabrochar mi bragueta y meter la mano para
explorarme. Separé más las piernas para darle mayor acceso.
Me delicié con el toque pero Hugh no pareció
satisfecho, entonces me bajó los pantalones y me sentó en la encimera de
piedra. Gemí al sentir la fría piedra en contacto con la piel de mi trasero.
Arrancó mis zapatos y por fin los pantalones
resbalaron hacia el suelo. Mis manos tampoco estuvieron quietas, busqué su
bragueta también y la abrí sin decir nada. No perdí tiempo para exponer su pene
suave, de venas enormes y azuladas. Lo cogí con mis manos…
-No hagas eso…- Pidió sujetándome las manos. Solté
un gemido alto e intenté controlarme cuando su lengua lamió el interior de mi
oreja.
-¿Vas hacérmelo sobre la encimera?- metí la mano por
debajo de su camisa y acaricié su estomago hasta encontrar un pezón que me
tentó. Lo apreté y tiré de él hasta escuchar un suspiro ahogado.
-¡Oh! ¡DIOS! Joder, ¡bájate de ahí!- pidió con un
enorme arrebato de pasión.
-Hugh…- Me empujó contra la encimera- Hugh no tengo
condones…
-¡Al demonio los condones!- Se restregó contra mí,
frotó su pene en la raja de mi trasero apretando mis nalgas. Sentí como
humedecía la zona con todo el jugo pre seminal que le salía. - ¿Cuánto lo
deseas?
-¡Hugh!
-¿Cuánto?- Besó mi nuca y fui consciente de mi
rostro caliente. Muy seguramente estaría tan rojo como mis nalgas.
-Lo quiero…- me apoyé con ambas manos a la encimera.
Pero Hugh se alejó unos centímetros.
-Quiero ver como lo haces...- Sonreí por encima de
mi hombro y metí mi brazo por el medio de mis piernas. Sujeté su pene y lo guié
hasta mí.
Cerré los ojos con fuerza. No me había preparado, mi
ano se distendía lentamente llevándome al cielo.
Me empujó y me apretó contra la piedra fría. Entraba
totalmente y no era suficiente.
-Ahh.. Más, más, ¡muévete fuerte!- El hombre pareció
querer torturarme porque en lugar de acelerar sus movimientos se volvieron
lentos, muy lentos.- Hugh…- mi voz se había vuelto un susurro.- Hughh…
-Quiero hacerte el amor…- Su cabeza se apoyó sobre
mi espalda, sus manos en mi cintura y las embestidas no pasaban de suaves
deslices a mi interior.
- Hugh…- Me concentré en la sensación y en el placer
de ser tomado de aquella forma, la necesidad y el tormento crecían en mi con
furia. – ¡Hugh!
El hombre continuó a su ritmo aunque yo clavase mis
uñas en su cintura y las lagrimas de placer escurriesen de mis ojos.
De no estar completamente apoyado en la encimera me
hubiese caído al suelo, la fuerza en mis rodillas falló, dejé de ver y mi
atención tan solo se concentraba en mi orgasmo, que llegó con una fuerza
avasalladora. Lo más intenso que nunca he sentido.
Al mismo tiempo suspiramos de placer y el semen
escurría por mis piernas como prueba de su amor por mí.
No sé cuánto tiempo pasó, no sé si fueron minutos o
si fueron horas las que pasamos así: Hugh acostado sobre mí, en mí.
Tan solo cuando empecé a sentir frío, el hombre se
retiró de mi interior y se alejó lo suficiente como para que me pudiese
levantar.
Nos abrazamos y me vestí sin más charlas, se hacía
tarde y lo conveniente era estar vestido.
-En realidad no es conveniente que esté aquí cuando
llegue tu mujer…
-Eres amigo de mi hija, te gusta la música y
casualmente toco.- Me volvió abrazar después de besarme la frente.
-jajajjaa… no me gusta la música... Uf! ¡Eres vil!-
Recosté mi cabeza en su pecho.- Quiero estar contigo…
Hugh suspiró y acarició un mechón de mi cabello
corto.
La navidad suele ser una época muy feliz, momentos
en los que compartimos con la familia la paz y el amor y todas esas chorradas…
Rebecca estaba en mi casa la mañana del 24 cuando casualmente llegó mi paquete regalo de mis padres.
-¿No van a venir?- preguntó fisgoneando curiosamente
lo que venía en la caja.
-No.- Contesté sin mirarla, leyendo la carta. Mi
madre me deseaba feliz navidad y esperaba que estuviese bien, y que me gustasen
los dulces que me enviaba.
-Pero habías dicho que vendrían… ¿estarás solo?
-No. Estaré con Bobby.
-¿En navidad?- frunció el ceño.- ¿Vas a cenar con el
perro delante de la tele y ya está?
-Oye que Bobby es una compañía muy digna.- El perro
refunfuñó como dándome la razón echado delante de la chimenea.
-Ya lo creo… Es muy semejante a una casa llena de
gente!
-Puedes venir y hacerme compañía... – Me senté en la
cama y abracé la almohada sobre la que su padre había dormido.
-¿Y quedarnos aquí como dos zombis?
-Pues no vengas, aish…- repliqué echándome más en la
cama.- Es ridículo que te preocupe eso.
-¡No es ridículo en absoluto! ¡Somos amigos!-
protestó- se supone que los amigos no abandonan otros en Navidad!
-No me abandonas, estás en la casa en frente…
-¡Imbécil! – Dejó de fisgonear y se cruzó de brazos-
Ven y pasa la navidad en mi casa…
-No voy a estar en tu casa en Navidad…
-¿Por qué? Yo estoy en tu casa el año entero, ¡puedes
pasar una noche en la mía! Además, Stephen también va a estar. – añadió.
-¿Lo ves? Ya va a estar mucha gente, no…
-Di que sí o no te volveré hablar en la vida!
La miré de reojo y acabé por concordar. Rebecca era
una mujer muy tenaz, siempre conseguía lo que quería.
En la noche de navidad hacía bastante frío, la nieve
había vuelto a caer, los copos eran más grandes y caían con más fuerza que en
los días anteriores.
Me preocupaba pasar la noche de navidad en compañía
de los Laurie, no era, ni soy un hombre muy tradicional y me preocupaba
sobretodo hacer el tonto.
Llevé bombones.
Rebecca se veía linda, con una cinta de satén roja
en el pelo y un vestido igualmente rojo y blanco sonriéndome desde el sillón
cuando llegué. La saludé y después a sus hermanos.
Al cabo de un rato apareció Hugh, vestía un jersey
azul petróleo de cuelo alto. ¡Dios como resaltaba el azul de sus ojos! Su pelo
revuelto y sus pantalones vaqueros le hacía aparentar por lo menos diez años
más joven.
-Me alegra que lo celebres con nosotros. Rebecca me
dijo que estarías solo en casa.
-Sí, mis padres no han podido venir.
-Bueno, no te apures…- me rodeó los hombros con el
brazo. Creo que mi expresión fue de pánico en ese instante.- estás entre
amigos.
-Sí…- me sonrojé y Rebecca se burló creyendo que mi
incomodidad era pura vergüenza…
Fuimos a la vieja iglesia de Chelsea para asistir a
misa. Aunque todos protestaron Jo mantuvo su decisión. Según ella todos tenían
mucho que agradecerle a Dios… Sonreí para mí mismo, yo también debería darle
las gracias…
La señora Laurie sentó a todos sus hijos a su lado
cuidando de que no se escapasen de la iglesia. Yo me senté un poco más atrás en
un diminuto espacio libre al lado de una anciana. Hugh quedó afuera fumando el
último trozo de su cigarrillo.
Hacía un frío mortal incluso rodeados del calor de
Cristo. La misa era cantada y yo no paraba de bostezar. La anciana me murmuró
que era mucha falta de educación bostezar con la boca tan abierta que podía
verme las anginas… ¿que dónde tenían la educación mis padres?
Suspiré y disculpándome salí de la iglesia sin que
nadie se percatase de mi ausencia.
-Creía que no te aburrirías nunca…- Hugh estaba
sentado en uno de los muchos banquillos de jardín que habían. Estaba medio
escondido de las luces, y tan solo sus ojos brillaban como un lobo en la
oscuridad. Sonreí y me acerqué
sentándome a su lado.
-Realmente me estaba durmiendo...
-Dormirse en una misa es lo peor que puedes hacer si
quieres mantenerte con vida cerca de las beatas. – Cuando hablaba una nube de
vapor se escapaba de sus labios y condensaba en el aire.- ¿Sabes qué es esto?
Fruncí el ceño mirando hacía donde apuntaba con la
mano enguantada, hacía arriba.
-¿Un árbol?
-Un acebo…- Seguí mirándole con curiosidad.
-¿Sabes lo que se dice sobre estos árboles?
-No…
-Es una leyenda… Estos árboles solo dan esas bagas
rojas en navidad, mmm las habrás visto en dibujos y postales navideñas…- me
fijé con más atención y sí, ya las había visto muchísimas veces, eran casi el
símbolo de la navidad.
-¿Y qué dice la leyenda?
-Dice que si dos enamorados se besan a la media
noche bajo las ramas de acebo, que les traerá suerte. – Sonreí y me recosté en
el banquillo de madera.
-Eres consciente de que podríamos besarnos cada
navidad bajo un árbol como este y que eso no cambiaría nada? No tengo
esperanzas…
-Lo sé. Pero no cuesta nada intentarlo…- Sonrió y se
acercó a mi rostro.
-Creo que es una excusa para besarme.
-Lo es, porque ni siquiera es media noche…- Su
sonrisa pícara sobre mis labios. Antes de cerrar los ojos vi un fugaz rayo de
luz, como un relámpago. Hugh detuvo el beso.
-¿Qué ha sido eso?
-Un flash… - Se levantó y se dirigió al local de
donde había venido la luz. Un hombre se levantó y salió corriendo. Para mi
sorpresa Hugh corrió detrás de él. Me levanté
para ver a donde iban, deseando que Hugh le cogiese pero les perdí de
vista.
Al cabo de un rato Hugh regresó, sudado y agotado,
con respiración agitada. Sonreía y me mostraba el carrete de las fotos que
había conseguido.
-Va… va a publicar que tengo un amante…
-¿Qué? No puede hacer eso!- Me senté de nuevo
asqueado por la maldad de la gente. A menudo las personas son malas porque eso
les trae beneficios. En este caso le traería un montón de Libras.
-Pero lo va hacer, aunque le quité el carrete y no
tenga pruebas… a partir de ahora nos vigilará de cerca.
-Y tu decías que besarse traía buena suerte…- crucé
los brazos sobre mi abrigo y me dirigí a la entrada de la iglesia dejándole
doblado recuperando el aliento.
Desde ese momento la Navidad se convirtió en una
película de terror.
-Richard, ¿no te gusta el pavo con gravy?
-Sí, sí…- mordisqueé un poquito de carne.
Stephen charlaba animadamente con Hugh. Yo sin
embargo, solo había cruzado un par de palabras con él desde el día anterior.
Estaba terriblemente irritado y no paraba de echarle la culpa de lo sucedido.
Nos habían descubierto porque al fin y al cabo él no podía sujetarlo en los
pantalones.
Debí suponer que mantener un relacionamiento de esta
clase con una persona como él en secreto era prácticamente imposible. No con
los ojos del mundo puestos en él.
El artículo salió dos días después en una de las páginas del
periódico:
“! Sabemos que has hecho!”
Cuando Hugh Laurie llegó a Los Ángeles, los rumores
decían que tenía algo con Lisa Edelstein, su
compañera de reparto... Pero por lo que se ve, Hugh Laurie le gustan muchachos
y mucho más jóvenes. Mr. Laurie no ha dejado de jugar a los médicos ni en
navidades, tomando por paciente a su joven vecino con el que le hemos visto
pasear el perro varias veces por las tardes.
Hugh desde luego no ha perdido un minuto en
aprovechar la oportunidad para seducir el no tan inocente novio de su hija. Al
joven, fama no le va a faltar después de que le hayamos visto besándose con
Hugh en los jardines de la vieja iglesia de Chelsea en las vísperas de navidad.
Pasada la euforia inicial del noviazgo con Rebecca,
las puñaladas han empezado ser la norma común. Quienes conocen al joven
consideran que el calificativo de «ambicioso» -en su acepción de trepa- que se
le ha aplicado no le hace justicia. No cabe encontrar un joven de 25 años que
no tenga ambición. Pero lo suyo es otra cosa... Y seguramente le viene de
familia…
Nadie duda de la fuerza de Jo al
soportar semejante traición y más aun el de luchar por mantener su matrimonio y
su familia unidos.
"No voy a mentir. Esta es una etapa muy
difícil", confiesa Jo Green, quien quedó devastada con todo esto, “pero yo
y Hugh lo superaremos juntos”. (...)
-Menudas chorradas se inventan!- Rebecca se hizo una
bola con la página del periódico.- No hay que dejar que esto nos afecte.
-No pone mi nombre…
-Claramente hablaban de ti! Y no somos novios!
-A mi no me parece buena idea que nos sigan viendo
juntos…- Cuando lo dije no me refería a mí y a los Laurie, hablaba de yo y de
un Laurie en particular.
-Bobadas, eres mi amigo y a todos nos caes muy bien!
Además qué es eso de que mi madre dijo que era una etapa muy difícil… jajaja ya
no saben que más inventarse.
En mi casa reinó el silencio. No sabía si llorar o
reírme de lo que había pasado, de la forma como me habían humillado. Lo que si
sabía es que aquello me estaba afectando muchísimo.
Esa noche me acosté temprano. Mi consciencia flotaba
entre dos mundos, el de los sueños y la realidad. Escuché las patas de Boby
sobre el suelo de madera, escuché sus refunfuños de alegría pero le di la
espalda y continué en mi mágico estado.
Soné, o creí que soñé con sus brazos rodeándome, sus
labios besando mi frente y yo, le abracé. Entonces desperté.
-¡Joder! – me levanté de sopetón al sentir otro
cuerpo pegado al mio. Escuché la reconocible risa de Hugh bajo las sábanas
cuando le di un empujón con el hombro.- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado?
-Dejaste la llave en el bolsillo de mi chaqueta,
creí que era un invitación…- estaba desnudo bajo las sábanas.
Me acordé del día de navidad, cuando me había
prestado la chaqueta para ir a pasear a Bobby.
-Se me olvidaron… -me abracé a él- … igual es una
invitación… Pero, esto ha sido demasiado
arriesgado!
-¿Sigues enfadado por lo del fotógrafo?
-No estoy enfadado Hugh! Estoy preocupado! ¿Tú has
leído las cosas que puso?
-sí, nadie se lo creyó… mucho menos Jo! Si nunca la entrevistó!-
-No quiero que me relacionen contigo!- protesté y el
hizo una mueca de enfado que pude sentir por tono de su voz:
-¿Te avergüenzas de mi?
-¿Qué dices? ¡Petardo! ¡Lo que me avergüenza es
estar enamorado de un hombre casado!- Le di la espalda.- Y la culpa de que nos
pillasen fue tuya!
-No pasa de una historia sin fundamento…- pegó su
cuerpo a mi espalda y suspiró en mi oreja.- Yo… soy un hombre que conseguí todo
lo que tengo a pulso… trabajo duro para darles a mis hijos una buena vida,
sufro forzado a vivir lejos de aquellos que amo. ¿Crees que no tengo derecho a
un poco de felicidad?
Sus palabras me hicieron estremecer y me di la
vuelta de nuevo. Quise quedar de frente.
-Eres el hombre que más felicidad se merece, Hugh…
después de Gandhi…- El sonrió con tristeza y me atrajo a su pecho. Dejé mis
dedos recorrer con cariño el vello suave y lo besé.- Pero no sé si yo seré lo
mejor para que seas feliz…
-Me haces feliz.
-Y tu a mi… ¿Hugh?
-Mmm?
-¿Qué pasó con el fotógrafo?
-Desmayó.
-Jajajjaa… ¿le diste un golpe de boxeo?
-jajajaja, sí. Infelizmente no era un buen
adversario, perdió los sentidos en el primer asalto. – susurró y yo le besé el
mentón. Su barba me hizo cosquillas en los labios y eso me excitó.- Ahora
duermo en la habitación de invitados…
Esa confesión detuvo por un momento mi deseo.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Porque no adelanta dormir en la misma cama que Jo.
No quiero compartir más la cama con ella.- Cerró los ojos.
Desperté a Hugh en medio de la noche, mientras olía
su perfume y jugueteaba con mis dedos por la piel de su cuello.
Se movió confundido, tembloroso y sudado…
sonreí consciente de que yo era la
causa. Se volvió a mover, buscando una postura cómoda pero yo no detuve mis
caricias en su oreja, mi torturante erotismo. Levantó las caderas, buscando
alivio.
Hugh abrió los ojos y me vio inclinándome sobre él.
-Tus dedos…- Mis dedos acariciaban los músculos de
su pecho que se tensaban. – Richard…
Hugh me subió a su pecho haciéndome gemir cuando con
sus labios encontró mi pene erecto y lo besó. Acarició mi espalda y mis nalgas.
Recuerdo que eche la cabeza hacia atrás, arqueándome. Temblé con pequeños
estremecimientos contra sus labios.
Antes de que se hiciese demasiado tarde me deslicé
por su cuerpo y toqué su tensión agonizante entre sus piernas.
Hugh casi no podía respirar y cuando me penetré
gimió como si se estuviese muriendo.
Mi cuerpo le envolvía, lo erguía, se enterraba en
el. Le arrancaba gemidos de placer.
-Ric… ah…-Le cabalgué. El tiempo no existía. No
existían los pensamientos ni las palabras. No éramos personas. Éramos sangre y
fuego, placer y deseo. – Más… más…
Al escucharlo aumenté el ritmo, moviéndome más
rápido y más fondo.
-Te amo…
Al escucharme Hugh embistió vigorosamente con las
caderas, aliviándose. No podía resistir más, ya no era dueño de su cuerpo.
Temblé, gemí alto su nombre arañando sus hombros y entonces, todo pareció
explotar, lanzar fuego, un arco iris, rubís y rayos en nuestro redor en una
infinita lluvia de placer.
Momentos después, gimiendo y sudado me dejé caer
sobre su pecho. Hugh me apretó fuertemente contra él. Antes de dormirme sentí
sus labios contra mi piel: “te amo”.
El temido día llegó implacable con lluvia y frío.
Hugh volvió a L.A para seguir los rodajes de la serie.
El agua parecía volver a su antiguo cauce…
aparentemente.
Yo empecé a llevar puesta la máscara de la
indiferencia en el trabajo, la máscara de la inocencia con Rebecca… la máscara
caía cuando llegaba a casa y destrozado lloraba hasta quedarme dormido en el
sofá al lado del teléfono.
No estaba dispuesto a seguir así, mis días eran
grises y deseaba olvidarme de él… Era el pensamiento que tenía todo el día
hasta que llegaba la noche y me llamaba. Entonces el sufrimiento, y el deseo de
estar con él se volvía casi insoportable, rozaba la demencia.
-No puedo seguir así… necesito verte…- me sorbí los
mocos y me limpié las lagrimas.
-Yo también deseo mucho, mucho estar contigo, pero
sabes que esto es complicado…- recordó.
-Lo sé… pero para mí no es suficiente hablar contigo
por teléfono, no es suficiente…
-Iré a Londres en unos meses y...- entonces solté
una carcajada irónica.
-¿Tu te has escuchado? ¿Meses? Si hacen dos meses
que no te veo!- Protesté.- Sabes que creo? Que realmente te da igual… estoy
seguro de que ahí tienes a alguien que te de cariño y que te consiente…
-Richard…- intentó interrumpir
-… pero yo que tu tendría vergüenza, vas dejando
personas destrozadas por dónde vas pasando.- Dije cruelmente antes de romper en
lagrimas una vez más.
-¡Richard!- Dijo con firmeza y yo le imaginé
frunciendo el ceño enfadado.- Desde el
momento en que te conocí que…
-¿Eso es lo que le dices a Jo?- En ese momento mis
ojos brillaron con rabia- No resuelve, el alcohol acabará con ella… ¡Cada día
sus comportamientos son más absurdos!
-Esto no puede ser resuelto hablando por teléfono, y
tú lo sabes! Dios, no me compliques la vida!
-No lo haré, no me llames más. Búscate alguna fan en
celo.- Colgué el teléfono y lo tiré contra la pared de mi habitación. Bobby me
gruñó y yo tan solo me limité a mirarle con enfado hasta que se fue.
El teléfono sonó durante varias horas esa noche y
aunque me tentaba cogerlo no lo hice.
Al día siguiente por la tarde recibí una llamada en
el hospital.
-¿Hola?
-¿Richard?
-Sí, el mismo, ¿quién eres?- pregunté frunciendo el
ceño, no reconocía esa voz.
-Stephen… ¿Te acuerdas de mí?
-Si digo que no, ¿me dejarás en paz?- Pregunté. Le
veía venir… Hugh le habría pedido que hablase conmigo, para que le cogiese el
teléfono. Eso me enfadó.
-No…- Lamí los labios secos y puse atención.- Quiero hablar contigo en
algún sitio… ¿porque no tomamos un café?
-¿De Hugh?
-Sí
-No hay nada de lo que tú y yo podamos hablar, mis
problemas con él están resueltos.- añadí con los ojos húmedos.
-¿Por qué no tomamos ese café?- Su voz sonaba calmada y muy amable.
-Porque personas como yo no pueden darse al lujo de
largarse del trabajo… tengo horas que cumplir.
-Después de tu trabajo… ¿Y si paso a recogerte?- suspiré buscando paciencia. No quería hablar de
Hugh con un extraño, aunque fuese su mejor amigo.
-Como quieras, salgo a las 4.- Colgué sin decir nada
más.
Cuando salí del hospital un coche rojo con cristales
ahumados me esperaba. No estaba seguro si era para mí así que caminé un poco y
el coche despegó detrás de mí, me paré y se paró… Stephen estaba dentro.
Ocupaba todo el espacio del conductor y me miraba
desde abajo…
-Tú no has podido dejar tu empleo para tomar ese
café conmigo… Hugh no puede largarse de L.A así por las buenas, tiene un
contrato…- El café era un local oscuro y de mala fama. Ahí nadie nos miraba a
la cara ni quería saber nuestros nombres.
-Y tu quieres que deje de atosigarlo para que se
pueda concentrar y blablabla… Pierdes el tiempo porque entre yo y Hugh ya no
hay nada.- me crucé de brazos.
-Nada de eso, vengo a pedirte que no le dejes… sé
que es difícil para ti, que lo estas sufriendo, pero él lo está sufriendo
igual… quizás más. Aparenta ser un
hombre independiente pero en realidad… en realidad Hugh es un hombre que
necesita mucho apoyarse en alguien, saber que está ahí, que le quiere y que le
espera cuando vuelve a casa.
Suspiré y me pasé la mano por los labios.
-Esta relación no va a funcionar… Yo lo sé, él lo
sabe… tú lo sabes! Ambos vamos a salir heridos…
-¿Tu le quieres?
-¿Crees que estaría aquí si no?- señalé.
-Ve a verle… es lo que quieres ¿no? Verle.
-jajajaja… -la risa me salió sin pensar- ¿Pagarás tu
el viaje?
-Sí.
-¿Qué dices?!
-Quieres verle, él quiere verte, estoy harto de
escucharle decir lo mucho que te echa de menos… pues bien, saca una semana de
vacaciones y vete!- Buscó la talonera del bolsillo y empezó a firmar un cheque.
-No.. No no no no… No quiero que pagues nada…- Le
sujeté la mano.
-¿Tienes dinero para viajar a L.A y quedarte una
semana?- Preguntó mirándome por encima de sus gafas de leer.
-No.
-Entonces no hay más que discutir.-Sí discutir con
Hugh era difícil, discutir con Stephen era una guerra perdida.
Estaba en casa, abrí la maleta y empecé a meter
camisetas dentro. Decidí que quizás lo mejor sería llamar a Hugh, pero como
siempre no terminé de marcar el número, llamaron a la puerta.
Rebecca me observó y pasó.
-Sabes, estoy preocupada…- Subió las escaleras
detrás de mí.
-¿Y eso?
-¿Y eso?- dijo olvidando su preocupación y señaló la
maleta.
-Últimamente he estado algo deprimido pensé que lo
mejor sería irme unos días a casa de mis padres.
-¿Y cuando pensabas decírmelo? ¿Cuándo llegases?- Me
miró con dureza.
-No…es que no tenía nada decidido ni sabía cuando
saldría el vuelo…
-¿Y cuando te marchas?- Sabía que Rebecca se sentía
ofendida, ella me contaba todo de su vida y yo pasé a vivir en secreto…
-Pasado mañana. – Su mirada se suavizó y yo pensé
que Rebecca era una chica como hay pocas en el mundo… Dios, se parecía tanto a
Hugh.
-Tráeme un recuerdo…- Le sonreí y la abracé sin
evitar sentirme de nuevo una mierda por dentro.
Hola, Saito. El capítulo está muy bien, muy intenso y con una escena de sexo improvisado que es de las que más me gustan, jajaja. Se está poniendo muy interesante y espero con ganas la continuación.
ResponderEliminarHola, muchas gracias por el capítulo y feliz fin de semana :)
ResponderEliminarMuy bueno el capitulo, muchas gracias.
ResponderEliminarEsto esta cada vez mejor, la historia me tiene totalmente enganchada. Ahora Richard se va por una semana a L.A para ver a su amor? O irá a visitar a sus padres? Dificil elección.... jajaja Gracias y miles de besoss
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