Un día más llegaba a su fin, los agentes se iban a
sus casas mientras el cielo se llenaba de color carmín.
Él también estaba cansado, solo deseaba una buena
cena caliente y tenderse en su futón. Quizás, comería soba. Había un local en
el centro que había descubierto recientemente donde la soba era riquísima y
donde trabajaba una chica que le miraba como si le conociese de toda la vida.
Apagó el cigarrillo en el cenicero antes de
levantarse y cerrar la puerta de su despacho. Los gritos que escuchó al fondo
del pasillo le hicieron fruncir más el ceño. Definitivamente lo que necesitaba
era relajarse y alejarse de todos los imbéciles que le rodeaban. Los protestos
y palabrotas se elevaban más del tono mientras se acercaba. Pudo reconocer la
voz de Sanosuke.
-Vaya, vaya… ¿perdido ahou? ¿Te acompaño a una
celda?
-Que te zurcen. Solo he venido porque han arrestado
a un compañero. Ya me iba.
-Un compañero de mala vida me imagino… - Saito se
colocaba los guantes sin mirarle a la cara.
-¡Tú no eres nadie para juzgar la clase de vida que
tengo! Trabajas para el gobierno…- Saito hizo señal a los guardias para que se
marchasen y les dejasen a solas.
-Increíble…- murmuró sin darle importancia al
comentario del chico.
-¿Qué es tan increíble?
-Que a ti se te tenga que echar a patadas de una
comisaria y no al revés.- Le mostró unos perfectos dientes blancos en una
pequeña sonrisa sádica. Sanosuke solo pudo echarle una mirada de desprecio y
darle la espalda.- Asegúrate de no volver por aquí armar jaleo o te clavaré el
otro hombro en la pared.
-Ya me voy, conozco la salida.- Colocó los brazos
detrás de la cabeza mientras se estiraba como un gato. Saito le vio marcharse,
con su kimono abierto y la piel dorada brillando mientras era acariciada por el
carmín del cielo. Sanosuke era apetecible, en realidad era lo que más le
apetecía desde que le había conocido, pero tendría que aguantarse con la chica
de ese nuevo bar.
Sanosuke caminó por las callejuelas hasta llegar a
su nuevo local de trabajo, el Izakaya. De nuevo le habían expulsado de las
docas por ser un holgazán y pasarse el día a la sombra fingiendo que cargaba
cosas. No podía, es que había demasiado sol y trabajar al sol no le gustaba.
Entonces Katsu le hablara de ese sitio. Pagaban bien y lo único que tenía que
hacer era disfrazarse de chica. No estaba mal.
De momento todo lo que había tenido que hacer era
sonreír a unos viejos pervertidos de forma coqueta mientras les servía su soba
y sentarse a su lado. Podría sobrevivir a ello. Sobreviviera mientras saito no
volviese. El maldito condenado le había estado mirando toda la puta noche, se
fumó un par de cigarrillos y después con su mirada enigmática le dejó propina y
se largó. No estaba seguro de si le reconoció…
-Llegas tarde!
-¡oh Gomen!- le hizo una reverencia a la sueña del
bar.
-Sube, ¡vístete y dile a Kya-san que te maquille!
Llevamos mucho retraso con las mesas!- Sanosuke subió las escaleras de madera
en dirección a una de las habitaciones privadas de las que disponía el local.
Se desnudó y buscó sobre la cama uno de los kimonos que habían sido hechos para
él.
Tan solo dejó su fundoshi bajo la seda roja del
kimono. Lo cerró con una cinta amarilla que terminaba en un grande lazo a su
espalda. Los calcetines blancos inmaculados sustituyeron las ligaduras de los
pies, la badana voló de su frente y su cabello fue peinado con energía para
quedar suave y sedoso. Kya los recogió en un moño y los adornó con flores y
pequeños cristales. Después su rostro fue pintado de blanco, sus labios y ojos
de rojo. Sanosuke estaba listo.
-Sanosuke, atiende la mesa 3.- Le murmuró la mujer
en voz baja. Sanosuke asintió son hablar y se dirigió a la mesa.
El bar estaba lleno, casi todos eran hombres los que
más frecuentaban. Fácilmente se comprendía por qué. En todo caso, él nunca
tendría que acostarse con nadie, eso siempre era elección de la sirvienta. Con
la bandeja delante de su cuerpo se
acercó al hombre.
Sanosuke casi no se lo pudo creer, Saito había
vuelto y se fumaba el cigarrillo mirando la lista de pedidos.
-¿Puedo ayudarlo?- Dijo tratando de disimular su
voz.
-Soba y sake.- Hizo una reverencia y se marchó a la
cocina.
-Necesito que me cambie de mesa.- pidió a la dueña.
-¿Y eso?
-Es saito… es…
-No me importa sanosuke, ¡atiéndele!- se dio la
vuelta y pasó a atender nuevos clientes que llegaban.
Suspiró, cogió la soba y el sake y se encaminó de
vuelta. Estaba seguro de que le reconocería. Una escusa más para burlarse de
él. Se pasaría el resto de sus días haciendo bromas asquerosas, se lo comentaría
a kenshin…
-Aquí tiene…- Sirvió el sake con la habilidad propia
de las mujeres y después se sentó a su lado en una almohada.
Saito le miró y después sonrió antes de empezar a
comer su soba:
-Y dime, ¿te gusta trabajar aquí?
- Si señor…- bajó la mirada.
-Acércate.- Murmuró. El cuerpo de sanosuke tembló
con el tono de voz. Nunca había escuchado ese tono en saito. Erótico, seductor.
-Este es un sitio publico señor…- no supo porque,
pero la piel de sus brazos de erizó. ¿Acaso estaba insinuándole que en un sitio
más privado no le importaría acercarse? En su mente casi explotó de risa, ¿qué
pasaría si se acercase y después saito descubriese que era un hombre? En ese
caso también podría chantajearle, podría decir a todo el mundo que saito,
buscaba hombres con los que acostarse… perfecto.
-Prepara un sitio privado y avísame. – Sanosuke
asintió y se levantó con una sonrisa pícara en los labios.
-Si me acompaña…- Saito también sonrió y le siguió
con la katana bien presa a la cintura y la chaqueta sobre el hombro.
Le llevó a una de las habitaciones, adornada con
velas de aromas y un futon en medio. Se arrodilló y cerró la puerta.
Saito se sentó en el futón y suspiró.
-Ven aquí.- Sanosuke se acercó y se sentó sobre las
piernas del hombre. Dejó que le acariciase el rostro con los guantes. Saboreó
la caricia con los ojos cerrados. Saito no siempre era duro y frío, su toque
también podía ser suave y tierno.
-Te pareces tanto a alguien que deseo…- Su corazón
se heló.
-¿Me parezco?- El lobo acercó su rostro a la oreja
del chico y aspiró el aroma de su piel. Después todo fue muy rápido, saito le
empujó sobre la cama y le sujetó los brazos sobre la cabeza.
-Tú, sabía que eras tú. – Pasó la mano sobre la
erección de sanosuke que sobresalía en el apretado kimono. - ¿Qué pretendías al
aceptar mi invitación?
-¿Acostarme contigo?- Le contestó sanosuke con su
tono de voz normal.
-Eres un ahou.- Le soltó las manos.- lávate la cara
y vuelve aquí.
Sanosuke se levantó muerto de rabia, mojó una toalla
en un jarrón y lo pasó por el rostro.
-Si ya sabias que era yo, ¿por qué volviste?
-Si sabias que era yo ¿por qué aceptaste la
proposición?- Añadió saito.
-Ya contesté a eso.- Se cruzó de brazos sobre el
kimono. Saito le golpeó las rodillas y sanosuke cayó de rodillas en el futón.
-Muy bien, tendrás lo que deseas, ambos lo
tendremos.- forcejeó con el kimono exponiendo el pecho lampiño del chico, metió
una rodilla entre sus piernas y el tejido se apartó enseñando el fundoshi
apretado. Sus labios se pegaron a los del joven mientras que sus dedos
destruyeron el peinado.
-Saito…- Gimió entre el beso. Metió sus manos por
debajo de la chaqueta, apartó la camiseta negra y sintió la piel del policía.
Por años habia deseado sentir esa piel debajo de sus manos, esa boca mordiendo
y lamiendo su cuello, su ingle frotándose contra la suya. – Saito… - volvió a
gemir cuando los labios delgados bajaron hasta su pecho y succionaron con ímpetu
una de sus tetillas.
Sanosuke buscó la bragueta del uniforme del policía
paseando los dedos por el bulto que se había más grande con su toqueteo. Abrió cremallera
y metió la mano.
-Oh… esto explica porque eres tan engreído…- Saito
sonrió y lamió su cuello.
-Aquí tampoco está nada mal.- Susurró tocando con la
punta del dedo en su glande sensible.
-Ahh… ¡quítate los guantes! ¡Saito!- El toque áspero
junto a su uretra le hizo apretarse más contra el cuerpo del hombre.
-Mm lo haré cuando esté bien mojado el tejido.-
mordió el lóbulo de su oreja.
-Eres un sádico.- protestó dejándose de brazos
abiertos sobre el futón, vulnerable. El dedo de Saito lo acarició un poco más
en ese sitio, apretando el glande disfrutando lamiendo una que otra lagrimita
que se escapaba de los ojos cerrados del chico.
-Lo soy porque me seduces… lo haces todo el jodido
tiempo Sanosuke.- un temblor recorrió su cuerpo de nuevo al escuchar su nombre.
Las manos del hombre se libraron de los guantes y después deshizo el fundoshi
sin dejar de mirar la perfecta entrepierna del chico.
Bajó por el torso, deslizando su lengua hasta el
ombligo dejando un rastro mojado, saboreando, besando la base del pene erecto
delante de su rostro.
-‘Jimee- gimió, dándose cuenta que el hombre se
estaba dedicando a darle placer. ¿Por qué lo haría? ¿Significaría eso que
realmente sentía algo por él? Todo el plan de burlarse del policía desapareció
de su mente, ahora no podía concentrarse
ninguna clase de venganza mezquina, le deseaba.
Estaba avergonzado consigo mismo, había aceptado la
proposición del hombre para ser el protagonista de una puñalada certera pero la
verdad no era esa. Esa era la escusa, la mentira que se contaba a sí mismo para
no tener que odiarse por ser tan débil, por haberse enamorado locamente.
Sanosuke sujetó el rostro del hombre entre sus manos
y atrapó su cuerpo con las piernas.
-Déjate de juegos…- Los ojos amarillos dorados Saito
brillaron. Sonrió acariciando la lengua del chico con su dedo corazón. Lo frotó
en su lengua resbaladiza y recogió algo de saliva antes de meterlo
cuidadosamente en su estrecha entrada.
Sano era caliente, flexible, el suave aprisionar de
sus paredes sobre su dedo casi hacia que perdiese el control. Soltó un largo
suspiro cuando se retiró.
Sanosuke acompañó con la mirada aguada como el
hombre más viejo se bajaba los pantalones del uniforme y exponía delante de él
su mástil duro y listo del que ya escurrían algunas gotitas que usó para
lubricar el glande.
Separó más sus piernas y sin dejar de mirarle empezó
a meterse lentamente, saboreando cada pliegue que se abría para él. Sanosuke
trató de mantener el contacto visual pero el momento era demasiado intenso,
solo pudo agarrarse con fuerza a la chaqueta azul de hombre y separar los
labios en un grito mudo.
Era precioso, pensó Saito, sus piernas largas y
fuertes rodeando su cintura, manteniéndole entre ellas. Su aroma, siempre le
había gustado como olía sanosuke, era algo natural, no le parecía que ese ahou
usase ninguna clase de perfume. Era como una poderosa feromona que le hacía querer
besarlo, morderlo, poseerlo.
-‘Jime… muévete fuerte…- La lengua del chico trataba
de alcanzar sus labios descaradamente y él la aceptó. Su cintura se movió con
fuerza en dos estocadas para luego retirarse lentamente. El chico gimoteó
cuando Saito salió por completo. –Oh… dios…
De nuevo volvió a meterse muy lentamente
aprovechando para rodar sus pezones con las puntas de los dedos y tras dos
estocadas más volvió a retirarse de sopetón.
-Me vas a enloquecer… follame!
-Debes aprender a tener paciencia Ahou…- su frente
escurría en sudor, para él también era una tortura abandonar ese cuerpo,
aguantarse las ganas de follarle de un tirón.
-Enséñamelo otro día…- metió su dedo entre los
labios del lobo.- hazlo… hazlo…- murmuró.- hazlo duro... por favor…
El hombre gruñó y cedió al pedido del joven. Volvió
a penetrarle pero esta vez sus estocadas se hicieron continuas, fuertes,
tocándole muy adentro hasta que ambos no pudieron contenerse ni un minuto más y
el placer culminó en un fuerte orgasmo.
Ambos respiraban agitadamente y sus corazones
parecían querer rasgarles la piel del pecho. Podía sentir la respiración fría
de Saito en su hombro, sus dedos acariciando su brazo de una forma casi
gentil.
-Debo irme.- indicó Saito levantándose y cerrando la
bragueta. De nuevo tan presentable como siempre.
Sanosuke se cubrió con el kimono rojo y lo cerró con
la cinta amarilla, pero desde luego quien le mirase podría decir muy bien lo
que había estado haciendo. Sus labios estaban rojos e hinchados y su cuello
tenía pequeños moratones.
-Saito… - se acercó al hombre y increíblemente él se
quedó quieto dejándole invadir su espacio personal.- te quiero.
Los ojos castaños se perdieron en los dorados del
hombre más alto quien le sujetó del mentón para propinarle un beso más.
-Volveré mañana…
Hola, Saito. Está genial el relato, muy original y excitante. Te lo iba a comentar ayer pero como te dormiste... jajaja. También me gusta mucho el dibujo que has hecho, tan sexi. Besossss.
ResponderEliminarHola minu, perdone -.-
EliminarMuchas gracias por leerlo, no sabia si te gustaria T.T
Besos, estoy haciendo noche también pero ahora todos duermen... hihihi
Saito y Sano!!!. Me encantan!, muy buena la historia y los dibujos, tendremos mas de esta pareja?, por favor?. Muchas gracias.
ResponderEliminarclaro que sii, soy un fanatico empedernido de ellos!! espero que os gusten mis siguientes relatos de ellos! besos
EliminarMuchas gracias por el relato, buen fin de semana :)
ResponderEliminarmuchas gracias!! Igualmente!!
EliminarMuy bueno el relato, me ha gustado mucho y el dibujo me encanta. Muchas gracias por compartirlo. Besoss
ResponderEliminarDe nada preciosa! ^^ Besotes
EliminarMuchas gracias, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarGracias por compartie, me encanto los dibujos.
Besossssss
Si, a mi tambien me gustan mucho los dibujos de ellos, ajjaja siempre son muy sensuales. Gracias por comentarme!
EliminarWOW...es bastante intenso...y vaya si me a gustado espero que continue, esta genial!!!!! graias por compartirlo
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