1 de fevereiro de 2013

Destinos al viento capitulo cuatro




Capitulo Cuatro

Intenté prestar atención a la conversación aburrida de Jo durante la comida pero mis ojos me tentaban una y otra vez hacía Hugh.
-¿Qué te parece Richard?
-Fascinante... – murmuré sin gran entusiasmo, pero ella pareció satisfecha con mi respuesta y sonrió.
-¡Fue exactamente lo que había pensado! – Sentí mis pezones endurecer bajo el jersey de cuello alto con la mirada de Hugh. Sus ojos  tan familiares me traspasaban y me hacían el amor como en la noche anterior.
-¿No te gusta la comida Richard?
-Sí, me gusta- Sonreí. Rebecca estaba sentada a mi lado y parecía muy satisfecha por mi presencia. Me endereché en la silla y mastiqué con cuidado.
-¿Sabes quién ha preguntado por ti el otro día?- Fruncí el ceño, no tenía ni idea de quién podría haber preguntado por mí.
- ¿quién?
-Russel.
-¿Qué Russel?
-¡El chico que te presenté en casa de Stephen! Russell Brand.
-¿Por qué?- fruncí aun más el ceño.
-Bueno, supongo que le caíste bien…- Rebecca sonrió, Charlie hizo una mueca de asco y yo opté por darle la razón a Charlie.
-Dios…
-¿Será que tienes un admirador Richard?- preguntó Hugh con una muy divertida sonrisa. Quise darle un puñetazo.
-Noo… - Jo en cambio se puso de mi parte.
-Bueno Russel es muy simpático, pero no creo que a Richard le vayan los hombres…
-Seguro que no…- Añadió Hugh.- De todos modos no te preocupes a Russel le cae bien todo el mundo, seguro que no fue con esa intención…
-Jajaja venga ya papa! Sabes que Russel se moría cada vez que le dirigías la palabra…
-Será por mi perfecto aspecto de caballero…-después dio una deliciosa carcajada y se tomo un poco de vino.
Cuando terminó la comida, Jo arrastró a Charlie y a William a comprar no se qué cosas al centro comercial. Todos sabíamos que iban a comprarle el regalo de navidad a Hugh y no querían que fuese… Hasta Hugh se dio cuenta de ello pero fingió que no.
Charlamos durante la tarde hasta que:
-Richard, Roy tiene entradas para un partido de hockey, ¿no quieres acompañarnos? Está a punto de venir a por mí…
-¿Hockey? ¿Con vosotros dos?- Nada me pareció más aburrido que eso.- No… no me parece que me apetezca…
-… es que te invité y ahora no quería dejarte solo…
-jajaja me invitaste a comer, no a quedarme toda la tarde pegado a ti como una lapa…
-No hace falta que te vayas, podemos seguir charlando…-propuso Hugh.
Cuando Rebeca se fue Hugh me sonrió levantándose de la silla para empezar a recoger.
-Te ayudaré a recoger…- sugerí con unos cuantos vasos ya en las manos.
-No, déjalo.
-No seas terco.- Le besé cuando pasé delante de él. Fue rápido pero le hizo estremecer.
Puse los vasos en la lavadora y me lavé las manos. Hugh metió los platos y se colocó detrás de mí lavándose las manos. Las frotaba contra las mías, me mordía la oreja mientras que su cintura intentaba acomodarse entre mis piernas.
Nuestra ropa impedía el contacto, sentía su cuerpo pegado al mío y la recordación de la noche anterior se hizo muy fuerte en mi pensamiento.
-Hugh…ahh... ¿Qué haces?
-Me lavo las manos…
Empujé mi culo más contra sus caderas, de modo a poder sentirle más aún.
-No digo con las manos…- Entonces me giré y nuestras caderas se encontraron. Estaba erecto.- Hmmm, aquí no… no es buena idea….
-Me parece una idea muy buena…- dijo pero yo luché contra él poniendo mis manos contra su pecho mientras sus labios me besaban el cuello.
-Jjajajjaa ¿Quién iba a decir que eras un viejo pervertido?- No podía alejarle, me apretaba con mucha firmeza entre sus brazos.
-¿Quieres ver lo viejo que soy?- me susurró con malicia al oído. Y yo estremecí sin poder articular palabra. Tan solo le dejé hacer lo que quisiese, le dejé desabrochar mi bragueta y meter la mano para explorarme. Separé más las piernas para darle mayor acceso.
Me delicié con el toque pero Hugh no pareció satisfecho, entonces me bajó los pantalones y me sentó en la encimera de piedra. Gemí al sentir la fría piedra en contacto con la piel de mi trasero.
Arrancó mis zapatos y por fin los pantalones resbalaron hacia el suelo. Mis manos tampoco estuvieron quietas, busqué su bragueta también y la abrí sin decir nada. No perdí tiempo para exponer su pene suave, de venas enormes y azuladas. Lo cogí con mis manos…
-No hagas eso…- Pidió sujetándome las manos. Solté un gemido alto e intenté controlarme cuando su lengua lamió el interior de mi oreja.
-¿Vas hacérmelo sobre la encimera?- metí la mano por debajo de su camisa y acaricié su estomago hasta encontrar un pezón que me tentó. Lo apreté y tiré de él hasta escuchar un suspiro ahogado.
-¡Oh! ¡DIOS! Joder, ¡bájate de ahí!- pidió con un enorme arrebato de pasión.
-Hugh…- Me empujó contra la encimera- Hugh no tengo condones…
-¡Al demonio los condones!- Se restregó contra mí, frotó su pene en la raja de mi trasero apretando mis nalgas. Sentí como humedecía la zona con todo el jugo pre seminal que le salía. - ¿Cuánto lo deseas?
-¡Hugh!
-¿Cuánto?- Besó mi nuca y fui consciente de mi rostro caliente. Muy seguramente estaría tan rojo como mis nalgas.
-Lo quiero…- me apoyé con ambas manos a la encimera. Pero Hugh se alejó unos centímetros.
-Quiero ver como lo haces...- Sonreí por encima de mi hombro y metí mi brazo por el medio de mis piernas. Sujeté su pene y lo guié hasta mí.
Cerré los ojos con fuerza. No me había preparado, mi ano se distendía lentamente llevándome al cielo.
Me empujó y me apretó contra la piedra fría. Entraba totalmente y no era suficiente.
-Ahh.. Más, más, ¡muévete fuerte!- El hombre pareció querer torturarme porque en lugar de acelerar sus movimientos se volvieron lentos, muy lentos.- Hugh…- mi voz se había vuelto un susurro.- Hughh…
-Quiero hacerte el amor…- Su cabeza se apoyó sobre mi espalda, sus manos en mi cintura y las embestidas no pasaban de suaves deslices a mi interior.
- Hugh…- Me concentré en la sensación y en el placer de ser tomado de aquella forma, la necesidad y el tormento crecían en mi con furia. – ¡Hugh!
El hombre continuó a su ritmo aunque yo clavase mis uñas en su cintura y las lagrimas de placer escurriesen de mis ojos.
De no estar completamente apoyado en la encimera me hubiese caído al suelo, la fuerza en mis rodillas falló, dejé de ver y mi atención tan solo se concentraba en mi orgasmo, que llegó con una fuerza avasalladora. Lo más intenso que nunca he sentido.
Al mismo tiempo suspiramos de placer y el semen escurría por mis piernas como prueba de su amor por mí.
No sé cuánto tiempo pasó, no sé si fueron minutos o si fueron horas las que pasamos así: Hugh acostado sobre mí, en mí. 
Tan solo cuando empecé a sentir frío, el hombre se retiró de mi interior y se alejó lo suficiente como para que me pudiese levantar.
Nos abrazamos y me vestí sin más charlas, se hacía tarde y lo conveniente era estar vestido.
-En realidad no es conveniente que esté aquí cuando llegue tu mujer…
-Eres amigo de mi hija, te gusta la música y casualmente toco.- Me volvió abrazar después de besarme la frente.
-jajajjaa… no me gusta la música... Uf! ¡Eres vil!- Recosté mi cabeza en su pecho.- Quiero estar contigo…
Hugh suspiró y acarició un mechón de mi cabello corto.
La navidad suele ser una época muy feliz, momentos en los que compartimos con la familia la paz y el amor y todas esas chorradas… Rebecca estaba en mi casa la mañana del 24 cuando casualmente llegó  mi paquete regalo de mis padres.
-¿No van a venir?- preguntó fisgoneando curiosamente lo que venía en la caja.
-No.- Contesté sin mirarla, leyendo la carta. Mi madre me deseaba feliz navidad y esperaba que estuviese bien, y que me gustasen los dulces que me enviaba.
-Pero habías dicho que vendrían… ¿estarás solo?
-No. Estaré con Bobby.
-¿En navidad?- frunció el ceño.- ¿Vas a cenar con el perro delante de la tele y ya está?
-Oye que Bobby es una compañía muy digna.- El perro refunfuñó como dándome la razón echado delante de la chimenea.
-Ya lo creo… Es muy semejante a una casa llena de gente!
-Puedes venir y hacerme compañía... – Me senté en la cama y abracé la almohada sobre la que su padre había dormido.
-¿Y quedarnos aquí como dos zombis?
-Pues no vengas, aish…- repliqué echándome más en la cama.- Es ridículo que te preocupe eso.
-¡No es ridículo en absoluto! ¡Somos amigos!- protestó- se supone que los amigos no abandonan otros en Navidad!
-No me abandonas, estás en la casa en frente…
-¡Imbécil! – Dejó de fisgonear y se cruzó de brazos- Ven y pasa la navidad en mi casa…
-No voy a estar en tu casa en Navidad…
-¿Por qué? Yo estoy en tu casa el año entero, ¡puedes pasar una noche en la mía! Además, Stephen también va a estar. – añadió.
-¿Lo ves? Ya va a estar mucha gente, no…
-Di que sí o no te volveré hablar en la vida!
La miré de reojo y acabé por concordar. Rebecca era una mujer muy tenaz, siempre conseguía lo que quería.
En la noche de navidad hacía bastante frío, la nieve había vuelto a caer, los copos eran más grandes y caían con más fuerza que en los días anteriores.
Me preocupaba pasar la noche de navidad en compañía de los Laurie, no era, ni soy un hombre muy tradicional y me preocupaba sobretodo hacer el tonto.
Llevé bombones.
Rebecca se veía linda, con una cinta de satén roja en el pelo y un vestido igualmente rojo y blanco sonriéndome desde el sillón cuando llegué. La saludé y después a sus hermanos.
Al cabo de un rato apareció Hugh, vestía un jersey azul petróleo de cuelo alto. ¡Dios como resaltaba el azul de sus ojos! Su pelo revuelto y sus pantalones vaqueros le hacía aparentar por lo menos diez años más joven.
-Me alegra que lo celebres con nosotros. Rebecca me dijo que estarías solo en casa.
-Sí, mis padres no han podido venir.
-Bueno, no te apures…- me rodeó los hombros con el brazo. Creo que mi expresión fue de pánico en ese instante.- estás entre amigos.
-Sí…- me sonrojé y Rebecca se burló creyendo que mi incomodidad era pura vergüenza…
Fuimos a la vieja iglesia de Chelsea para asistir a misa. Aunque todos protestaron Jo mantuvo su decisión. Según ella todos tenían mucho que agradecerle a Dios… Sonreí para mí mismo, yo también debería darle las gracias…
La señora Laurie sentó a todos sus hijos a su lado cuidando de que no se escapasen de la iglesia. Yo me senté un poco más atrás en un diminuto espacio libre al lado de una anciana. Hugh quedó afuera fumando el último trozo de su cigarrillo.
Hacía un frío mortal incluso rodeados del calor de Cristo. La misa era cantada y yo no paraba de bostezar. La anciana me murmuró que era mucha falta de educación bostezar con la boca tan abierta que podía verme las anginas… ¿que dónde tenían la educación mis padres?
Suspiré y disculpándome salí de la iglesia sin que nadie se percatase de mi ausencia.
-Creía que no te aburrirías nunca…- Hugh estaba sentado en uno de los muchos banquillos de jardín que habían. Estaba medio escondido de las luces, y tan solo sus ojos brillaban como un lobo en la oscuridad.  Sonreí y me acerqué sentándome a su lado.
-Realmente me estaba durmiendo...
-Dormirse en una misa es lo peor que puedes hacer si quieres mantenerte con vida cerca de las beatas. – Cuando hablaba una nube de vapor se escapaba de sus labios y condensaba en el aire.- ¿Sabes qué es esto?
Fruncí el ceño mirando hacía donde apuntaba con la mano enguantada, hacía arriba.
-¿Un árbol?
-Un acebo…- Seguí mirándole con curiosidad.
-¿Sabes lo que se dice sobre estos árboles?
-No…
-Es una leyenda… Estos árboles solo dan esas bagas rojas en navidad, mmm las habrás visto en dibujos y postales navideñas…- me fijé con más atención y sí, ya las había visto muchísimas veces, eran casi el símbolo de la navidad.
-¿Y qué dice la leyenda?
-Dice que si dos enamorados se besan a la media noche bajo las ramas de acebo, que les traerá suerte. – Sonreí y me recosté en el banquillo de madera.
-Eres consciente de que podríamos besarnos cada navidad bajo un árbol como este y que eso no cambiaría nada? No tengo esperanzas…
-Lo sé. Pero no cuesta nada intentarlo…- Sonrió y se acercó a mi rostro.
-Creo que es una excusa para besarme.
-Lo es, porque ni siquiera es media noche…- Su sonrisa pícara sobre mis labios. Antes de cerrar los ojos vi un fugaz rayo de luz, como un relámpago. Hugh detuvo el beso.
-¿Qué ha sido eso?
-Un flash… - Se levantó y se dirigió al local de donde había venido la luz. Un hombre se levantó y salió corriendo. Para mi sorpresa Hugh corrió detrás de él. Me levanté  para ver a donde iban, deseando que Hugh le cogiese pero les perdí de vista.
Al cabo de un rato Hugh regresó, sudado y agotado, con respiración agitada. Sonreía y me mostraba el carrete de las fotos que había conseguido.
-Va… va a publicar que tengo un amante…
-¿Qué? No puede hacer eso!- Me senté de nuevo asqueado por la maldad de la gente. A menudo las personas son malas porque eso les trae beneficios. En este caso le traería un montón de Libras.
-Pero lo va hacer, aunque le quité el carrete y no tenga pruebas… a partir de ahora nos vigilará de cerca.
-Y tu decías que besarse traía buena suerte…- crucé los brazos sobre mi abrigo y me dirigí a la entrada de la iglesia dejándole doblado recuperando el aliento.
Desde ese momento la Navidad se convirtió en una película de terror.
-Richard, ¿no te gusta el pavo con gravy?
-Sí, sí…- mordisqueé un poquito de carne.
Stephen charlaba animadamente con Hugh. Yo sin embargo, solo había cruzado un par de palabras con él desde el día anterior. Estaba terriblemente irritado y no paraba de echarle la culpa de lo sucedido. Nos habían descubierto porque al fin y al cabo él no podía sujetarlo en los pantalones.
Debí suponer que mantener un relacionamiento de esta clase con una persona como él en secreto era prácticamente imposible. No con los ojos del mundo puestos en él.
El artículo salió dos días después en una de las páginas del periódico:

“! Sabemos que has hecho!”
 Cuando Hugh Laurie llegó a Los Ángeles, los rumores decían que tenía algo con Lisa Edelstein, su compañera de reparto... Pero por lo que se ve, Hugh Laurie le gustan muchachos y mucho más jóvenes. Mr. Laurie no ha dejado de jugar a los médicos ni en navidades, tomando por paciente a su joven vecino con el que le hemos visto pasear el perro varias veces por las tardes.
Hugh desde luego no ha perdido un minuto en aprovechar la oportunidad para seducir el no tan inocente novio de su hija. Al joven, fama no le va a faltar después de que le hayamos visto besándose con Hugh en los jardines de la vieja iglesia de Chelsea en las vísperas de navidad.
Pasada la euforia inicial del noviazgo con Rebecca, las puñaladas han empezado ser la norma común. Quienes conocen al joven consideran que el calificativo de «ambicioso» -en su acepción de trepa- que se le ha aplicado no le hace justicia. No cabe encontrar un joven de 25 años que no tenga ambición. Pero lo suyo es otra cosa... Y seguramente le viene de familia…
Nadie duda de la fuerza de Jo al soportar semejante traición y más aun el de luchar por mantener su matrimonio y su familia unidos.
"No voy a mentir. Esta es una etapa muy difícil", confiesa Jo Green, quien quedó devastada con todo esto, “pero yo y Hugh lo superaremos juntos”. (...)

-Menudas chorradas se inventan!- Rebecca se hizo una bola con la página del periódico.- No hay que dejar que esto nos afecte.
-No pone mi nombre…
-Claramente hablaban de ti! Y no somos novios!
-A mi no me parece buena idea que nos sigan viendo juntos…- Cuando lo dije no me refería a mí y a los Laurie, hablaba de yo y de un Laurie en particular.
-Bobadas, eres mi amigo y a todos nos caes muy bien! Además qué es eso de que mi madre dijo que era una etapa muy difícil… jajaja ya no saben que más inventarse.
En mi casa reinó el silencio. No sabía si llorar o reírme de lo que había pasado, de la forma como me habían humillado. Lo que si sabía es que aquello me estaba afectando muchísimo.
Esa noche me acosté temprano. Mi consciencia flotaba entre dos mundos, el de los sueños y la realidad. Escuché las patas de Boby sobre el suelo de madera, escuché sus refunfuños de alegría pero le di la espalda y continué en mi mágico estado.
Soné, o creí que soñé con sus brazos rodeándome, sus labios besando mi frente y yo, le abracé. Entonces desperté.
-¡Joder! – me levanté de sopetón al sentir otro cuerpo pegado al mio. Escuché la reconocible risa de Hugh bajo las sábanas cuando le di un empujón con el hombro.- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado?
-Dejaste la llave en el bolsillo de mi chaqueta, creí que era un invitación…- estaba desnudo bajo las sábanas.
Me acordé del día de navidad, cuando me había prestado la chaqueta para ir a pasear a Bobby.
-Se me olvidaron… -me abracé a él- … igual es una invitación…  Pero, esto ha sido demasiado arriesgado!
-¿Sigues enfadado por lo del fotógrafo?
-No estoy enfadado Hugh! Estoy preocupado! ¿Tú has leído las cosas que puso?
-sí, nadie se lo creyó… mucho menos Jo! Si nunca la entrevistó!-
-No quiero que me relacionen contigo!- protesté y el hizo una mueca de enfado que pude sentir por tono de su voz:
-¿Te avergüenzas de mi?
-¿Qué dices? ¡Petardo! ¡Lo que me avergüenza es estar enamorado de un hombre casado!- Le di la espalda.- Y la culpa de que nos pillasen fue tuya!
-No pasa de una historia sin fundamento…- pegó su cuerpo a mi espalda y suspiró en mi oreja.- Yo… soy un hombre que conseguí todo lo que tengo a pulso… trabajo duro para darles a mis hijos una buena vida, sufro forzado a vivir lejos de aquellos que amo. ¿Crees que no tengo derecho a un poco de felicidad?
Sus palabras me hicieron estremecer y me di la vuelta de nuevo. Quise quedar de frente.
-Eres el hombre que más felicidad se merece, Hugh… después de Gandhi…- El sonrió con tristeza y me atrajo a su pecho. Dejé mis dedos recorrer con cariño el vello suave y lo besé.- Pero no sé si yo seré lo mejor para que seas feliz…
-Me haces feliz.
-Y tu a mi… ¿Hugh?
-Mmm?
-¿Qué pasó con el fotógrafo?
-Desmayó.
-Jajajjaa… ¿le diste un golpe de boxeo?
-jajajaja, sí. Infelizmente no era un buen adversario, perdió los sentidos en el primer asalto. – susurró y yo le besé el mentón. Su barba me hizo cosquillas en los labios y eso me excitó.- Ahora duermo en la habitación de invitados…
Esa confesión detuvo por un momento mi deseo.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Porque no adelanta dormir en la misma cama que Jo. No quiero compartir más la cama con ella.- Cerró los ojos. 
Desperté a Hugh en medio de la noche, mientras olía su perfume y jugueteaba con mis dedos por la piel de su cuello.
Se movió confundido, tembloroso y sudado… sonreí  consciente de que yo era la causa. Se volvió a mover, buscando una postura cómoda pero yo no detuve mis caricias en su oreja, mi torturante erotismo. Levantó las caderas, buscando alivio.
Hugh abrió los ojos y me vio inclinándome sobre él.
-Tus dedos…- Mis dedos acariciaban los músculos de su pecho que se tensaban. – Richard…
Hugh me subió a su pecho haciéndome gemir cuando con sus labios encontró mi pene erecto y lo besó. Acarició mi espalda y mis nalgas. Recuerdo que eche la cabeza hacia atrás, arqueándome. Temblé con pequeños estremecimientos contra sus labios.
Antes de que se hiciese demasiado tarde me deslicé por su cuerpo y toqué su tensión agonizante entre sus piernas.
Hugh casi no podía respirar y cuando me penetré gimió como si se estuviese muriendo.
Mi cuerpo le envolvía, lo erguía, se enterraba en el. Le arrancaba gemidos de placer.
-Ric… ah…-Le cabalgué. El tiempo no existía. No existían los pensamientos ni las palabras. No éramos personas. Éramos sangre y fuego, placer y deseo. – Más… más…
Al escucharlo aumenté el ritmo, moviéndome más rápido y más fondo.
-Te amo…
Al escucharme Hugh embistió vigorosamente con las caderas, aliviándose. No podía resistir más, ya no era dueño de su cuerpo. Temblé, gemí alto su nombre arañando sus hombros y entonces, todo pareció explotar, lanzar fuego, un arco iris, rubís y rayos en nuestro redor en una infinita lluvia de placer.
Momentos después, gimiendo y sudado me dejé caer sobre su pecho. Hugh me apretó fuertemente contra él. Antes de dormirme sentí sus labios contra mi piel: “te amo”.
El temido día llegó implacable con lluvia y frío. Hugh volvió a L.A para seguir los rodajes de la serie.
El agua parecía volver a su antiguo cauce… aparentemente.
Yo empecé a llevar puesta la máscara de la indiferencia en el trabajo, la máscara de la inocencia con Rebecca… la máscara caía cuando llegaba a casa y destrozado lloraba hasta quedarme dormido en el sofá al lado del teléfono.
No estaba dispuesto a seguir así, mis días eran grises y deseaba olvidarme de él… Era el pensamiento que tenía todo el día hasta que llegaba la noche y me llamaba. Entonces el sufrimiento, y el deseo de estar con él se volvía casi insoportable, rozaba la demencia.
-No puedo seguir así… necesito verte…- me sorbí los mocos y me limpié las lagrimas.
-Yo también deseo mucho, mucho estar contigo, pero sabes que esto es complicado…- recordó.
-Lo sé… pero para mí no es suficiente hablar contigo por teléfono, no es suficiente…
-Iré a Londres en unos meses y...- entonces solté una carcajada irónica.
-¿Tu te has escuchado? ¿Meses? Si hacen dos meses que no te veo!- Protesté.- Sabes que creo? Que realmente te da igual… estoy seguro de que ahí tienes a alguien que te de cariño y que te consiente…
-Richard…- intentó interrumpir
-… pero yo que tu tendría vergüenza, vas dejando personas destrozadas por dónde vas pasando.- Dije cruelmente antes de romper en lagrimas una vez más.
-¡Richard!- Dijo con firmeza y yo le imaginé frunciendo el ceño enfadado.-  Desde el momento en que te conocí que…
-¿Eso es lo que le dices a Jo?- En ese momento mis ojos brillaron con rabia- No resuelve, el alcohol acabará con ella… ¡Cada día sus comportamientos son más absurdos!
-Esto no puede ser resuelto hablando por teléfono, y tú lo sabes! Dios, no me compliques la vida!
-No lo haré, no me llames más. Búscate alguna fan en celo.- Colgué el teléfono y lo tiré contra la pared de mi habitación. Bobby me gruñó y yo tan solo me limité a mirarle con enfado hasta que se fue.
El teléfono sonó durante varias horas esa noche y aunque me tentaba cogerlo no lo hice.
Al día siguiente por la tarde recibí una llamada en el hospital.
-¿Hola?
-¿Richard?
-Sí, el mismo, ¿quién eres?- pregunté frunciendo el ceño, no reconocía esa voz.
-Stephen… ¿Te acuerdas de mí?
-Si digo que no, ¿me dejarás en paz?- Pregunté. Le veía venir… Hugh le habría pedido que hablase conmigo, para que le cogiese el teléfono. Eso me enfadó.
-No…- Lamí los labios secos y puse atención.- Quiero hablar contigo en algún sitio… ¿porque no tomamos un café?
-¿De Hugh?
-Sí
-No hay nada de lo que tú y yo podamos hablar, mis problemas con él están resueltos.- añadí con los ojos húmedos.
-¿Por qué no tomamos ese café?- Su voz sonaba calmada y muy amable.
-Porque personas como yo no pueden darse al lujo de largarse del trabajo… tengo horas que cumplir.
-Después de tu trabajo… ¿Y si paso a recogerte?- suspiré buscando paciencia. No quería hablar de Hugh con un extraño, aunque fuese su mejor amigo.
-Como quieras, salgo a las 4.- Colgué sin decir nada más.
Cuando salí del hospital un coche rojo con cristales ahumados me esperaba. No estaba seguro si era para mí así que caminé un poco y el coche despegó detrás de mí, me paré y se paró… Stephen estaba dentro.
Ocupaba todo el espacio del conductor y me miraba desde abajo…
-Tú no has podido dejar tu empleo para tomar ese café conmigo… Hugh no puede largarse de L.A así por las buenas, tiene un contrato…- El café era un local oscuro y de mala fama. Ahí nadie nos miraba a la cara ni quería saber nuestros nombres.
-Y tu quieres que deje de atosigarlo para que se pueda concentrar y blablabla… Pierdes el tiempo porque entre yo y Hugh ya no hay nada.- me crucé de brazos.
-Nada de eso, vengo a pedirte que no le dejes… sé que es difícil para ti, que lo estas sufriendo, pero él lo está sufriendo igual… quizás más.  Aparenta ser un hombre independiente pero en realidad… en realidad Hugh es un hombre que necesita mucho apoyarse en alguien, saber que está ahí, que le quiere y que le espera cuando vuelve a casa.
Suspiré y me pasé la mano por los labios.
-Esta relación no va a funcionar… Yo lo sé, él lo sabe… tú lo sabes! Ambos vamos a salir heridos…
-¿Tu le quieres?
-¿Crees que estaría aquí si no?- señalé.
-Ve a verle… es lo que quieres ¿no? Verle.
-jajajaja… -la risa me salió sin pensar- ¿Pagarás tu el viaje?
-Sí.
-¿Qué dices?!
-Quieres verle, él quiere verte, estoy harto de escucharle decir lo mucho que te echa de menos… pues bien, saca una semana de vacaciones y vete!- Buscó la talonera del bolsillo y empezó a firmar un cheque.
-No.. No no no no… No quiero que pagues nada…- Le sujeté la mano.
-¿Tienes dinero para viajar a L.A y quedarte una semana?- Preguntó mirándome por encima de sus gafas de leer.
-No.
-Entonces no hay más que discutir.-Sí discutir con Hugh era difícil, discutir con Stephen era una guerra perdida.
Estaba en casa, abrí la maleta y empecé a meter camisetas dentro. Decidí que quizás lo mejor sería llamar a Hugh, pero como siempre no terminé de marcar el número, llamaron a la puerta.
Rebecca me observó y pasó.
-Sabes, estoy preocupada…- Subió las escaleras detrás de mí.
-¿Y eso?
-¿Y eso?- dijo olvidando su preocupación y señaló la maleta.
-Últimamente he estado algo deprimido pensé que lo mejor sería irme unos días a casa de mis padres.
-¿Y cuando pensabas decírmelo? ¿Cuándo llegases?- Me miró con dureza.
-No…es que no tenía nada decidido ni sabía cuando saldría el vuelo…
-¿Y cuando te marchas?- Sabía que Rebecca se sentía ofendida, ella me contaba todo de su vida y yo pasé a vivir en secreto…
-Pasado mañana. – Su mirada se suavizó y yo pensé que Rebecca era una chica como hay pocas en el mundo… Dios, se parecía tanto a Hugh.
-Tráeme un recuerdo…- Le sonreí y la abracé sin evitar sentirme de nuevo una mierda por dentro.






4 comentários :

  1. Hola, Saito. El capítulo está muy bien, muy intenso y con una escena de sexo improvisado que es de las que más me gustan, jajaja. Se está poniendo muy interesante y espero con ganas la continuación.

    ResponderEliminar
  2. Hola, muchas gracias por el capítulo y feliz fin de semana :)

    ResponderEliminar
  3. Muy bueno el capitulo, muchas gracias.

    ResponderEliminar
  4. Esto esta cada vez mejor, la historia me tiene totalmente enganchada. Ahora Richard se va por una semana a L.A para ver a su amor? O irá a visitar a sus padres? Dificil elección.... jajaja Gracias y miles de besoss

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...