18 de março de 2013

Represión



Hacia una bonita mañana. Se vistió su camisa amarilla, su suéter de lana, sus pantalones y los zapatos con los cordones bien atados, a juego. Se peinó con mucho cuidado y se colocó las gafas.
Eleanor preparaba el desayuno. Su cabello rojizo sujeto con una diadema blanca, vestía el delantal por encima de su ropa impecable.
Era la mujer perfecta, la esposa perfecta, la madre perfecta… ambos hacían la pareja perfecta, padres de tres niños.
Recientemente habían adoptado a Stuart. Eleanor había comentado el deseo de no tener más hijos pero que le gustaría tener una familia más numerosa.
-Buenos días…- dijo ella sonriente – Voy a llevar a los niños al colegio. ¿Te importaría ir tú a recoger las verduras hoy?
-No, cariño, claro que no…- Frederick buscó la cesta de las verduras en la despensa.- Iré después del desayuno.
-Ahora ya no es la señora Mayer la que se ocupa de la granja, la ha vendido… - Frederick estrechó la mirada azul cerúlea y ajustó las gafas.
-Oh ¿por que?
-Se ha ido a vivir con sus hijos al norte, dice que allí estaba muy sola. La granja se la ha comprado un extranjero, fue muy simpático la última vez que fui. Incluso nos regaló esas ciruelas que tanto te gustaron…- sirvió la leche al niño rubio que comía galletas con chocolate y jugaba con un cochecito.- George, mama te ha preparado magdalenas para el almuerzo, no te las comas muy rápido… trae la mochilita de Martha, por favor.
-Está bien mama. – Se levantó y subió las escaleras para ir a lavarse los dientes.
-Cariño pon las verduras en remojo para que pueda cocinarlas cuando vuelva. Esta noche haré ese puré de zanahoria, es viernes.
Frederick asintió sirviéndose como cada mañana de te con un poquito de leche y tostadas con huevos revueltos.  
Su vida siempre había sido muy rutinaria, siempre comían lo mismo cada día de la semana, siempre vestían ropa con colores a juego todos los miembros de la familia, siempre iban de vacaciones a los mismos sitios, siempre había trabajado en el mismo sitio toda su vida, siempre compraban en las mismas tiendas en fin antes siempre tenían sexo en los mismos días de la semana… ahora ya no tenían sexo nunca.
Eleanor salió y se llevó a los niños dejándole a solas con sus pensamientos.
Le gustaba cuando ella dormía con  esa camisa de noche en satén rosa que la cubría hasta las rodillas. Era tan indecente… Ahora siempre dormía de pijama y ya nunca se abrazaba a él. Frederick comprendía que ya habían tenido dos hijos y que era normal que Eleanor no quisiese mas hacer esas cosas… Pero a veces tenía esos deseos, deseos indecentes y obscenos sobre cosas que nunca había echo…
Le gustaría que ella le tocase ahí y que le besase… le gustaría explorar sin pudores, cuando pensaba en eso su ingle se ponía muy dura, mucho más que si estuviese en la cama, se ruborizaba, su piel se erizaba y tenía que interrumpir esos pensamientos, seria incomodo que le encontrasen así.
Se levantó y recogió la cocina dejándola impecable. A menudo era él quien limpiaba la casa cuando Eleanor tenía que hacer alguna cosa importante.
La granja era un poco lejos, pero como Eleanor había llevado el coche, no tuvo más remedio que ir caminando. 
Había sol y el día estaba seco, tanto que al caminar se levantaba una nube de polvo.
-¿Hola?- llamó al llegar, no se atreviendo a entrar por la presencia de dos perros negros y ladraban sin parar.- ¿Hay alguien?
Durante unos minutos nadie le contestó, solo los dos perros que parecían querer cogerlo y destrozarlo sin piedad. Frederick se impacientó un poco, pero de pronto un hombre apareció. Debería tener más o menos su edad, vestía unos pantalones beige y una camisa con las mangas dobladas de color verde caki.
Los dos perros dejaron de latir y corrían a su alrededor moviendo las colas.
-Buenos días… creo que no les caigo bien… - Se rascó la cabeza.
-Buenos días, soy stephen…- Lo miró ahora mas cerca del muro, tenia los ojos azules y una sonrisa muy bonita. Parecía una buena persona.
-He venido a comprarle verduras… perdón soy Frederick Little…- le tendió la mano después de posar la cesta en el suelo.
-Oh… conozco a su señora… pase, pase!
-¿Esta seguro de que no me van a atacar?- Se frotó el pecho mirando los perros.
-jajaj no le atacaran este tranquilo…
Frederick pasó siempre mirando a los dos enormes perros de reojo. Si a alguno le diese por perseguirle le agarraría enseguida. Eran perros muy grandes, bueno, Stephen también era un hombre muy alto, bastante mas alto que si mismo y él ya se consideraba un hombre alto.
-¿Le gustaron las ciruelas?
-oh, si me gustaron mucho, muchas gracias!- El hombre le miró fijamente y sonrió- Venga, acompáñeme al almacén de las verduras…
Mientras caminaban Stephen le contó que había decidido seguir con el antiguo negocio de la señora Mayer porque en realidad le gustaba mucho la simplicidad de la naturaleza. Le contó que antes vivía en la ciudad, pero que la vida urbana era muy ajetreada… ahora buscaba ser feliz en la tranquilidad del campo.
-Es muy tranquilo aquí… quizás demasiado, la señora Mayer se sentía sola….
-Bueno yo tengo a Dark y a Fang, me hacen mucha compañía. Ellos son también el motivo por el que me mudé. En la ciudad estaban muy presos… aquí pueden divertirse mucho más…- Pesó unas manzanas y las metió a la cesta de Frederick.- Fíjese incluso les cae usted bien…- Uno de ellos se había sentado a su lado y agitaba la cola.
Frederick le acarició la cabeza con cautela. Sonrió, el pelo era muy suave. Siempre había querido tener perros así, pero ya tenían a bola de nieve…
-¿Y vive solo… no tiene esposa?
-Llámeme Stephen… me hace sentir viejo…- sonrió eligiendo unas coles.
-Bueno si me llamas Frederick a solas, también…
Stephen aclaró su voz y dijo:
-Vivo solo si… aun no he encontrado a esa persona que me haga sentir especial, bueno quizás sí….- le miró por debajo de los flequillos de su pelo corto, y sonrió. Frederick sonrió también un poco confundido.
-¿y los animales de la señora Mayer? ¿Aun siguen aquí?
-Si… lo dejaré todo como ella lo tenía. Tu esposa me dijo que tenéis hijos, podrías traerlos un día para que jueguen por aquí…Estoy seguro de que les gustara los animales.
-Claro, les traeré…
-Bueno ya esta!- Cerró la cesta y la colocó sobre la mesa. Frederick pagó y después con ambas manos bajó la cesta al suelo.- Ahh espera, te daré unas ciruelas…
-Oh no, no es necesario…
-¿Aun te quedan de las que te mandé?
-No, es que no quiero incomodarte.- dijo ruborizado.
-No es incomodo, te las regalo porque quiero…- cogió una bolsa de plástico escogió unas grandes y jugosas, después se acercó a él y metió la bolsa en la cesta.
-Gracias, eres muy amable… Oye seguramente no conoces a mucha gente en la ciudad, quieres venir a cenar el sábado?
-Yo tampoco quiero ser un incomodo.
-Por favor… estoy seguro de que Eleanor estará muy feliz por recibirte en nuestra casa tambien.
-Está bien… iré.- Frederick levantó la cesta con las dos manos, pesaba muchísimo.- Oh deja que te ayude hasta el coche…- sus manos se posaron sobre las de Frederick y él pudo sentir la piel caliente del otro hombre.
-No traje el coche, en realidad vine dando un paseo.
-No creo que puedas volver con esto.- Le miró, no era un hombre fuerte, era delgado y parecía muy frágil, quizás fuesen las gafas de aros negros que le daban ese aire de muñeca quebradiza. – Te llevaré a casa…
-Oh no, no.
-Claro que si, y de paso veo donde queda...- le sonrió y levantó la cesta con un brazo solo.
Stephen parecía muy fuerte, un hombre curtido del campo, acostumbrado a cargar cosas pesadas… le recorrió un escalofrío de placer y no supo porque, pero le gusto.
Se despidió y cargó la cesta de las verduras hasta casa.
Cuando Eleanor volvió y mientras ella hacia la cena le comentó que había invitado a Stephen. El hombre había vuelto a regalarles ciruelas y parecía bastante solo.
-Claro cariño, no veo porque no… además seguro que a los niños les gustará mucho ir algunos días a ver los animales. A Martha le gustan mucho las ovejas y la pobre nunca puede jugar con ninguna.
Como siempre, se recostó en el sofá leyendo el periódico. Sus ojos recorrían las palabras una y otra vez, pero no podía concentrarse. Su cerebro tan solo recordaba una y otra vez el calido toque del hombre en su mano. Su corazón pulsó mas rápido enviando sangre caliente al medio de sus piernas. No podía creérselo, estaba muy excitado. Se levantó y volvió a la cocina.
Eleanor seguía lavando las verduras y él la abrazó por detrás rozándose en sus piernas.
-Frederick! ¿Qué haces?!
-Te deseo…- dijo rojo de vergüenza. Nunca se atrevía a hacer algo como esto pero estaba realmente loco de deseo.
-¡Eres un pervertido! ¡Por favor apártate de mi!- protestó ruborizada y muy enfadada.- ¡Eso es terriblemente equivocado! ¡Por favor ve a darte una ducha antes de que vuelvan los niños!
Fred se apartó de ella y tan solo le dio un casto beso sobre la frente.
-Perdóname…

El agua caía caliente sobre su cuerpo, resbalaba sobre su piel como un montón de lenguas, lamiéndole sin pudor… llenó la esponja de jabón y la pasó por el pecho. Todo su cuerpo estaba en llamas, hacía casi un año desde que se había aliviado solo. Lo había echo un día que Eleanor salió de compras con dos amigas, se había masturbado de forma rápida y ruda, frotando la piel sobre la glande de su pene. Después de todo ese tiempo aun se sentía culpable por haber echo algo tan sucio.
El recuerdo del placer que sintió en aquel entonces le hizo gemir alto y casi caer de rodillas en la bañera. Había sido sucio pero lo necesitaba de nuevo… Bajó la mano hasta sus testículos y los tocó, estaban duros… todo en su ingle estaba terriblemente duro.
Gimió de nuevo al tocar la glande con mucho cuidado, estaba tan sensible que hasta era doloroso.
Escuchó como alguien llamaba a la puerta con fuerza:
-¿Frederick estas bien?- la voz de Eleanor. Seguramente había escuchado su descomunal gemido.
-… si… es que me… me he dado un golpe…- mintió. Se lamió los labios y cerró el agua.
-Es casi la hora de que llegue Stephen…-Debería salir del baño.- Voy a vestir a Martha.
-Si, si…- Respiró profundamente y se resignó a volver aplazarlo.
Su ropa estaba lista sobre la cama. Una camisa a cuadros naranja y verde, unos pantalones verdes muy oscuros y un suéter a juego con la camisa.
Tardó bastante para que su miembro de deshinchara pero al cabo de un momento pudo abrocharse los pantalones. Se colocó las gafas y se peinó el pelo con cuidado. Después, bajó y se sentó en el sofá.
Eleanor había preparado sopa de guisantes, vaca en el horno con puré de patata y ensalada de tomate. Todo estaba perfecto, la mesa estaba preciosa y ellos eran el perfecto retrato de una familia feliz…
Stephen llamó a la puerta y Frederick se levantó abrir.
-Hola, pasa por favor…
Stephen sonrió e inspiró el aroma del perfume de Frederick.
-Veo que os habéis arreglado para recibirme… Siento que quizás no esté a la altura.- dijo refiriéndose a su camiseta rosa y a sus pantalones vaqueros.- he venido demasiado relajado.
-No… estas muy bien…- Frederick le miró de arriba abajo y de nuevo ese escalofrío por su espina.-… vestido. Tampoco es una ceremonia, solo es una cena, por favor.
Le indicó el sofá.
-He traído una botella de vino y dulces para los niños…
-Muchas gracias, la pondré en la nevera.- Stephen le siguió hasta la cocina. – Tenéis una casa muy bonita, me gusta como la habéis decorado.
-En realidad ha sido Eleanor… tiene muy buen gusto.- Sonrió tímidamente.
-Si, en eso ya me fijé...- Stephen le sonrió también pero enseguida fuero interrumpidos por el ruido de unos pasos.
-oh! Que bien que haya venido!- Eleanor le tendió la mano.- Venga por favor… la cocina no es el mejor sitio para traer a un invitado…
-No tiene ninguna importancia… no soy de ceremonias…- Acompaño a la pelirroja hasta el comedor.
Stuart, George y Martha ya estaban sentados muy derechos en sus sillas.
-Estos son nuestros hijos.- Dijo la señora Little. Stephen les propinó una amigable sonrisa y les saludó. Frederick sonreía desde la puerta como un imbecil, realmente sus hijos eran lo mejor de su vida y estaba muy, muy orgulloso de ellos.  – Por favor siéntese.
La cena transcurrió con la mayor tranquilidad, charlaron sobre la granja y sobre porque se había mudado.
-No tengo ningún amigo aquí, y aun estoy un poco perdido…
-Frederick tu podrías mostrarle la ciudad y los lugares mejor frecuentados…
-Claro…- dejó cuidadosamente la servilleta sobre la mesa.- pero creo que no tendrá mucha dificultad en integrarse.
Los niños empezaron a impacientarse, Eleanor les pidió perdón y se levantó para ir acostar a Martha.
Stephen y Frederick se levantaron, seguirían la charla en la sala, estarían mucho más cómodos.
-Estoy muy contento de que nos hayamos echo amigos…- stephen se sentó en el sofá.
-¿Quieres que te sirva una bebida? ¿Quizás licor?- Preguntó mientras le servia la copa.
-Gracias…- Stephen sonrió cuando Frederick Little se le acercó sosteniendo su copa y se detuvo casi delante de su rostro con una enorme erección. – ¿Está todo bien?
Frederick le miró y se ruborizó:
-si…- ahora vivía en un estado de excitación continuo, tanto que ni se había dado cuenta de su presente problema.- perdona…
Se sentó bastante avergonzado cruzando las piernas.
-Tranquilo.- Se lamió los labios y miró la bebida.
Frederick suspiró, aquel había sido un momento de profunda humillación. Sus manos temblaron, en su vida nunca le había pasado algo así.
Eleanor llegó y les arrastró a una espiral aburridísima de conversación. Fred nunca abrió la boca, se limitaba a sonreír y a asentir cada vez que ella pedía su opinión. Stephen de dio rápidamente cuenta de que Frederick era un reprimido.
-Creo que a ti también te haría bien salir de vez en cuando…- le murmuró cuando le acompañó al coche.- Visítame un día de estos verás como después te sentirás mucho mejor.
-Perdona lo que pasó.
-No pasó nada…- le acarició el cuello pretendiendo quitar una pelusilla.- Somos hombres… - sonrió y se metió en el coche.
Esa noche no pudo dormir. Eleanor respiraba tranquilamente a su lado, pero sin embargo él no podía pegar ojo. Solo podía pensar en el roce de la mano de stephen, el toque de su mano en su cuello…
Cerró los ojos y su mente viajó a una habitación donde Stephen estaba desnudo haciéndole cosas inimaginables, cosas que nunca pensó que le dejarían así… con la sangre hirviendo en las venas. Movió las caderas y frotó su pene encerrado bajo el pantalón del pijama contra el colchón. Cubrió los labios con la palma de la mano impidiendo que un gemido se hiciese audible.
Su respiración se alteró, los jadeos salían de forma espontánea, sus caderas se rozaban lentamente pues no podía balancear mucho la cama… cerró las manos y apretó las sabanas entre los dedos.
Eleanor se movió un poco y él se detuvo. Entonces la mujer se dio la vuelta y abrió los ojos.
En ese instante Frederick tragó saliva y cerró los suyos.
Durante mucho tiempo tuvo que permanecer en esa posición, porque estaba seguro de que Eleanor estaba despierta. No quería que ella le viese como un perturbado. Quizás lo fuese, pensó sintiendo que algo jugoso escurría de su pene y lo dejaba un poco pringoso. Sin embargo seguía sintiendo la necesidad de terminar.

La semana se arrastró lentamente para él. Su trabajo de asesor fiscal tampoco contribuya mucho para que se distrajera. Llegaba a casa y George le alcanzaba las pantuflas, leía el periódico, veía el noticiario, cenaban, seguía leyendo el periódico y después se iba a la cama.
Ese viernes a pesar de los intentos disimulados de Frederick fue Eleanor quien fue a comprar las verduras. Cuando volvió y empezó a prepararlas para la cena. Fred entró en la cocina.
-Stephen nos ha invitado a que vayamos con los niños mañana… desgraciadamente tenemos que ir a casa de mama. No se encuentra muy bien.- Suspiró.
-Oh… pero yo puedo llevarlos, no hay porque dejarlos cerrados en casa un sábado.
-No se, quizás deberíamos llevarlos a casa de mi madre también.
-Tu misma dijiste que a Martha le haría bien jugar con los animales…- se sentó muy derecho delante de la mesa de la cocina. A él mismo le haría bien tomar el aire, se estaba ahogando en su vida. La mujer reflexionó durante unos instantes:
-¿Harías eso cariño?
-Claro.- sonrió cuando Eleanor le depositó un casto beso sobre los labios.

Dejó los niños correr libremente por la hierba verde de la granja. Hacia mucho calor sin embargo Stephen era capaz de mantener toda la granja verde y perfumada por las flores de campanilla, las dalias, las tulipas, las rosas y los claveles. Sonrió satisfecho por estar allí.
Cuando era niño nunca tuvo la oportunidad de correr como ellos lo hacían ahora y juguetear, ensuciándose la ropa, mojándose las manos en los charcos buscando ranas y tortugas.
Siempre se había comportado educadamente, sus padres eran muy estrictos, llevándole a la misa cada sábado y domingo. Después de casarse él y Eleanor seguían acudiendo a misa pero tan solo los domingos por la tarde.
-Miraa papaa… Martha cogió unaa!- Gritó George señalando a su hermanita que acariciaba una rana.
-No la aprietes demasiado!- Retrocedió unos pasos para ponerse a la sombra del granero.
-Me parece que les gusta…- sonrió Stephen limpiándose el sudor de la frente. Hacia muchísimo calor y Frederick se abanicaba con un trozo de cartón que había encontrado.- Quizás debieses quitarte el suéter.- dijo sin mirarlo.
Frederick trago saliva y contestó:
-Si… creo que necesito un poco de agua… ¿el charco no será muy profundo no?
-¿Vas a bañarte? Jajaja
-No!- se ruborizó, esa idea nunca se le había pasado por la cabeza.-Lo digo porque como ellos están…
-Si te comprendí, estaba bromeando. No, tan solo llega a la rodilla del niño como mucho. Es seguro.- Le dio un golpecito en la espalda.- Ven tengo agua fresca ahí en el granero.
Frederick siguió a Stephen. El granero era muy amplio, al fondo estaba repleto de paja amontonada y paja almacenada en forma de cubos gigantes. Vio como dos gatos se escondían de ellos en el medio de los cubos.
-Como la casa queda un poco lejos y aquí se conserva fresca suelo dejar aquí el agua durante el día.
-Es bastante fresco aquí, si…- lo siguió por medio de la paja hasta que se detuvo y le tendió una botella de agua. Bebió con voracidad sonrojándose cuando tuvo que limpiar el mentón por el agua que escurría.
Stephen se le acercó y le aprisionó entre una de las alpacas. Frederick retrocedió algo confundido, Stephen tuvo la oportunidad de colocar su pierna entre las del hombre más pequeño y le presionó con… su cuerpo. Con su mano derecha le acarició el cuello y con la otra su pecho.
Con Frederick en shock aprovechó para empujar sus caderas contra las suyas. Los labios de Frederick se separaron y un audible gemido salió de ellos.
-Te deseo… y por lo que veo tú también a mí…- seguía frotando su erección contra el ya completamente duro mástil del otro hombre.
-si…- jadeó con los ojos medio cerrados por el placer.
-Eres tan suave.- murmuró en su oreja mientras lamía el lóbulo. Frederick tan solo se dejaba tocar quedando quieto como si todo no pasase de un sueño. Parecía tan inexperimente… en realidad estuvo seguro de que lo era.
-No…- Fred abrió los ojos e intentó apartarse pero los brazos más fuertes de stephen le sujetaron contra la paja.- No puedo… no podemos, el sexo esta mal…
-¿Qué?-Stephen metió la mano entre las piernas de Frederick y palpó el enorme bulto que sobresalía sin falsos pudores.
-Oh… no hagas esto… por favor… no puedo…- lloriqueó.
Stephen le soltó.
-Será mejor que te vayas a casa y lo hagas con tu mujer. Así no te sentirás culpable de esto.
Los ojos de Frederick estaban llenos de lágrimas y negaba en silencio:
-No… yo y Eleanor solo tuvimos sexo para concebir…- Stephen frunció el ceño le ye miró perplejo.
-¿Qué?- Volvió acercarse a él - Tu nunca...- Frederick no dijo nada solo abrazó sus propios brazos. Parecía un niño desprotegido. Entonces le besó aprovechando la sorpresa del otro hombre para invadirle la boca con su lengua. Podía sentir la confusión, el deseo reprimido, la frustración en la que vivía Frederick.
Una vez más el hombre mas pequeño se dejó llevar por los besos rápidos que sentía sobre la piel de su cuello, su cuerpo se lo pedía a gritos, tanto tiempo sin contacto físico…
-Oh…- Enredó los dedos entre el sedoso cabello negro de stephen y lo atrajo más hacia su cuello mojado por su saliva. – hmm… ohh
Sintió como las manos del otro buscaban su bragueta sobre el bulto de su ingle, peleaban con el cinturón para intentar libertarle de ellas.
El olor de su piel era lo suficiente para dejar a Stephen loco. Se arrodilló y le besó el vientre, rodeando su ombligo, metiendo la lengua dentro y mordiendo la piel alrededor. Fred separó los labios intentando aspirar el aire a bocanadas.
Verle ahí, delante de su cintura con el rostro casi tocando su miembro duro le dejó a punto de correrse… era como realizar una fantasía muy oscura.
El hombre de rodillas también se dio cuenta pero sin embargo no hizo nada por detener el placer que crecía en la base del pene de Frederick. Metió la mano y expuso al aire su mástil de carne dura y glande rosada acariciándola con dedos firmes y expertos.
No pudo ni acariciarla dos segundos Frederick se corría mordiendo el labio inferior. Estaba tan necesitado.
Stephen abrió la boca y lamió la glande absorbiendo el jugo que seguía saliendo a chorros.
 Parecía una puta vulgar, pensó el lado consciente de Frederick.
-ohhh DIOS….Eres indecente… no, no puedo…yo… ahhh- Gimió entre los espasmos del intenso orgasmo. Stephen no se detuvo, su mano volvió  a bombear su pene que volvió a erguirse de inmediato.
La piel de Frederick estaba mojada por el calor y el sudor que resbalaba por la piel de su vientre, su olor a hombre era intenso, pero su sabor lo era mucho más.
Se levantó y siempre acariciándole con la mano derecha le acercó con la otra para un beso, forzándole a saborear su propio jugo que aun llenaba su boca.
-Mmmm ohhh…- se condenó por estar disfrutándolo tanto. Su propio sabor era algo que nunca había probado. Le gustó y tuvo la certeza de que con esto iría al infierno.
-Sigues muy duro…- le lamió el lóbulo de la oreja con lentitud, dejando su lengua caliente explorar cada pliegue de su piel. – ¿te gusta…?
-Si… oh… por favor…-estaba jadeante cuando le suplicó. Stephen le arrancó las gafas y las dejó sobre el montón de paja. Sin dejar de besarle le separó las piernas más y abrió su propia bragueta.
-Siénteme… te deseo, me vuelves loco…- Frederick gruñó y se agarró a la sudada camisa del otro. Le pareció maravilloso como podía despertar el deseo así en otra persona sin tan solo haber echo nada. Y pensar que para tener dos segundos de copula con Eleanor casi tenia que arrastrarse por el suelo y hacerla desear los hijos que tenían. Stephen por otro lado, parecía no saciarse de sus labios, ni de su piel… la besaba, la mordía, la tocaba…
Sentía como se arrimaba más y más, como unía sus penes y los frotaba juntos. Sus piernas temblaron, no aguantaría, era demasiada excitación corriendo por sus nervios al ver los trazos de saliva y de semen  escurrían por el cuello de Stephen, su cuerpo arqueándose para conseguir más fricción, sintiendo sus dedos juguetear con la piel arrugada y suave de su escroto. Los dedos se aventuraron un poco más allá y humedecieron  la entrada relajada a su ano.
-Te gusta esto…?
-mmm…- su cuerpo estaba ahora ya todo apoyado en las alpacas. Frederick se dio cuenta de que sus pantalones estaban resbalando por sus muslos y stephen levantaba su camisa hasta alcanzar sus pezones rozados y rodeados de pelillos con la boca, porque la paja  se clavaba en su espalda y nalgas. – No… no hagas eso… los niños… pueden…
La lengua caliente de stephen era como una barra hierro incandescente, le marcaba como suyo en cada trozo de piel que lamía.
- Córrete… córrete de nuevo para mi…- suspiró sobre su pecho. Frederick se volvió arquear y por primera vez intentó alcanzar sus labios e iniciar un nuevo beso. – Quiero saborearte entero… quiero que seas mío…
Stephen era tan pervertido… ¿como podía murmurarle esas cosas desvergonzadas? Su cuerpo se estremeció. El ritmo de la mano de stephen sobre sus miembros juntos era rudo, su mano calosa por el trabajo en el campo tan distinta a la suya moviéndose de una forma inesperada…
-OH… OH DIOS!- Su semilla corrió a chorro de nuevo manchando y lubricando el otro pene. Stephen siguió durante un momento más acariciándolo, después cuando Frederick pareció relajarse siguió masturbándose hasta terminar sobre los blancos muslos de su amante.
Le besó con ternura esta vez saboreando el dulce sabor de su saliva y el salado de sus lágrimas que resbalaban por su rostro. Le abrazó.
- No debía…
-Shiii…- dijo suavemente.- ¿No debías que? ¿Hacer esto…?-El hombre asintió intentando subirse los pantalones y adecentarse lo más posible. Sus ojos estaban rojos y no podía articular palabra.- ¿Como te sientes? Dímelo…
-Avergonzado…
-¿pero te gustó? ¿Estas aliviado?- Frederick solo asintió en silencio, no podía admitir ni a si mismo, lo bien que se sentía… era eso lo que le trastornaba. Le limpió las lágrimas y se abrochó también el pantalón.
-PAPA!!...- George le llamó desde afuera…- Martha se ha ensuciado!
-Será mejor que me vaya…- Se limpió los ojos con la manga del suéter y se puso las gafas. Frederick no miró atrás, salió cogió a sus hijos los metió en el coche y se fue a casa.

-Eres un irresponsable Frederick!- Dijo Eleanor enfadada peinándose delante del tocador.- Perdona pero debiste estar con mas atención a los niños, Martha llegó perdida!
-… un buen baño lo solucionó...- murmuró mirando por la ventana.
-¿Que te pasa? ¿Te parece bien lo que pasó?- detuvo el cepillo y lo miró por el espejo.
-… no.- Suspiró.- Tienes razón cariño, no volverá a pasar…- Se acercó a ella y la besó con suavidad. – Perdona estoy muy cansado…
Volvió a la cama y se  tendió sobre ella. Realmente estaba cansado, soltó un gemido que casi rozó la indecencia al notar como sus músculos se relajaban.
Debería condenarse por sentirse tan bien, relajado, feliz con si mismo… cerró los ojos. No podía volver a pasar, quizás lo mejor sería no volver a encontrarse con Stephen, olvidar todo lo sucedido y centrarse en su familia.
Eleanor se acostó a su lado y apagó la luz.
-Hasta mañana cariño.- murmuró cubriéndose con las sabanas.
-Que descanses…- contestó fijando el oscuro techo sobre su cabeza.
A pesar de estar tan cansado estaba seguro de que no podía pegar ojo en toda la noche, la felicidad parecía querer reventarle el pecho, el deseo de volver a ver a stephen contradecía todo lo que había pensado hasta el momento… estaba muy confuso.

Amaneció y despertó solo en la cama. Se colocó el albornoz, calzó las pantuflas y bajó las escaleras.
Los niños hacían dibujos sentados en la mesa del comedor. Ajustó las gafas antes de besar a cada uno de ellos en la cabeza.
-¿Dónde esta mama?- Les preguntó, aun estaba algo anestesiado. Solo había logrado pegar ojo cuando la madrugada ya iba avanzada.
-Afuera cuidando las flores…- Frederick salió a las traseras donde tenían varios canteros con plantas y flores. Eleanor estaba agachada con un lienzo amarillo cubriéndole el pelo rojizo, a su lado distinguió la figura de un hombre igualmente agachado.
Se acercó.
-¿Eleanor?
-Oh! Buenos días!- Le saludó con las manos enguantadas, el hombre que estaba a su lado era Stephen.- Stephen ha venido a traer unas verduras y huevos me estaba ayudando con estas flores que no logro que nazcan…
Frederick se sonrojó y se lamió los labios antes de decir:
-Ah… bien. Muchas gracias.
-Siento mucho lo que pasó ayer…- Dijo por primera vez mirándole fijamente a los ojos.
Fred tragó saliva. Obviamente se refería a lo que había pasado entre ellos y no al hecho de que Martha se hubiese ensuciado…
-¿De verdad?- preguntó el señor Little mirándole de igual modo.
-Bueno… Martha no se resfrió ni pasó nada peor.- Les cortó Eleanor- La prójima vez no pasará.
-Claro que no.- Continuó Stephen mirando a Frederick, mirando lo bien que quedaba con el albornoz, lo bien que quedaría sin él.- Vuelvan cuando quieran, me alegra tener a gente por allí.
Frederick asintió en silencio y volvió a la entrada de casa y se sentó tomando un poco el sol.
¿Lo sentía mucho?…
No esperaba volver a verle tan pronto, no estaba preparado para ello, aun no había asimilado lo que había pasado, aun no sabia que hacer con el placer que había sentido, no sabia en que parte de su cerebro guardarlo. Quizás debiese meterlo en un lugar bien apartado y nunca más volver a recordarlo.
Vio como Stephen le decía algo a Eleanor y ella asentía sonriendo. Caminaba hacía él y se detuvo a su lado.
-¿Puedo sentarme?- Frederick le hizo sitio.- Es muy tranquilo aquí…
-¿A que has venido?- preguntó directamente.
-¿Estas enfadado conmigo?- Stephen le miró con sus pequeños ojos azules.
-No… estoy enfadado conmigo mismo.- suspiró- Por favor, aléjate, lo que pasó ayer no puede pasar de nuevo…
-¿Por qué no? Tú lo deseas, yo lo deseo…
-No voy a convertirme en un ordinario. Lo que pasó ayer no debió pasar, estoy muy arrepentido de ello… estoy avergonzado, estoy…
-Estoy enamorado de ti!- le dijo sin rodeos.- No eres feliz con esta vida, no lo eres!
-¿Qué? No… no. Eso no esta bien yo soy un hombre y tu también, es anti-natural! Tu no eres nadie para juzgar que clase de vida llevo! Soy feliz, me gusta mi mujer!- se levantó.
-Solo la clase de vida que llevas explica lo que pasó ayer.- le espetó.- Puede que logres engañarla, engañarte a ti mismo Frederick, pero a mi no me engañas.
El hombre no dijo nada solo le miró de la forma mas dura que encontró y se metió para dentro de casa.
Estaba apunto de romperse como una muñeca de porcelana y no quería llorar allí. “Estoy enamorado de ti”. Esas palabras retumbaban en su cabeza. Las imágenes de cómo lo había amado en el día anterior lo confirmaban.
El lado sexual del matrimonio asqueaban a Eleanor, le parecían desnecesarias y sucias… sin embargo Stephen  parecía solo necesitar pensar en él para excitarse y desearlo.
Durante los días que se siguieron, Stephen no volvió aparecer por allí.
Frederick decidió volver de nuevo a la rutina de su vida y pretender que nada había pasado pero…
…en el trabajo se le hacia imposible concentrarse, en los silencios recordaba los gemidos y jadeos de Stephen, cuando cerraba los ojos veía su sonrisa… ¿Dónde estaban ahora las memorias buenas de las cosas que había vivido con Eleanor?
Suspiró y ajustó la almohada bajo su cabeza. Le dolía horriblemente. Casi tres semanas de aquello, tres semanas durmiendo muy mal.
Se dio la vuelta en la cama quedando de frente para Eleanor. Le acarició el cabello.
-¿No puedes dormir?- Frederick cerró los ojos y la besó. La mujer intentó apartarle con la mano sobre su pecho.- ¡Detente!
-¿No me quieres?- dijo jadeando en la penumbra.
-Te quiero Frederick pero ya sabes lo que pienso de esto! Además estoy muy cansada…- le dio la espalda. Frederick se levantó, buscó su ropa sobre el sillón y se puso los zapatos.- ¿Dónde vas?
-Necesito coger aire…- Cerró la puerta de la habitación.
Era la primera vez que salía de casa así, enfadado, decepcionado, frustrado y de cierto modo dándole la razón a Stephen. Vivian como dos hermanos… No estaba seguro de cómo vivían las demás parejas pero muy seguramente no de esta forma…
El aire de la noche le rozó la piel del rostro. Estaba frío y se condenó por no haber cogido una chaqueta. Siguió caminando durante mucho tiempo por la estrada de tierra, estaba oscuro y solo se dio cuenta donde estaba cuando un perro negro resopló en su rodilla.
-¿Fang?- El perro corrió al alrededor de sus piernas. Parecía satisfecho de volver a verlo, después corrió hacia el granero y se metió dentro. Frederick frunció el ceño y le siguió.- ¿Fang?
-¿Quién anda ahí?- Al escuchar la voz Fred intentó retroceder y se dio de frente con la puerta del granero. Se cayó al suelo por el impacto.
-OUCH!
-¿Frederick?- El hombre era stephen, lo notó por el tono de voz y el olor de los brazos que le ayudaban.- ¿estás bien?
-Sí…- ajustó las gafas, pero igualmente no podía ver nada porque estaba muy oscuro.- ¿Por qué estas aquí a oscuras?
-Bueno es que… últimamente duermo aquí...- contestó aun abrazado a él.
-¿Por que?
- Es que… aquí es como si estuviese más cerca de ti…- Frederick recordó esa tarde, recordó esos mismos brazos abrazados a él, los besos…- ¿Qué haces tu aquí?
-No podía dormir… supongo que me perdí en la oscuridad… ¿no tienes una luz o algo? Me incomoda no ver donde estoy…- Stephen se alejó por unos instantes y al cabo de unos momentos aparecía una luz al fondo del granero. Tenia una candela sobre unas maderas justo al lado de las alpacas cubiertas con unas mantas y sabanas.- ¿Duermes ahí?
-Sí…- El hombre tan solo llevaba puestos los vaqueros. Volvió acercarse a él y acariciándole el cabello peinadito hacia el lado murmuró - ¿Por qué viniste?
Frederick tragó saliva y cerró los ojos disfrutando de la caricia que le dejaba el vello de punta.
-No lo se…- contestó con voz ronca.
-¿Puedo besarte?- Sus labios mojados eran tan apetecibles, que stephen tenia que hacer uso de todo su autocontrol para no besarlo y desnudarlo allí mismo. Las yemas de los dedos de Frederick tantearon los músculos firmes de su abdomen lampiño y subieron hasta su tórax igualmente suave y sin pelos.
Frederick no contestó estaba concentrado el las sombras danzarinas que hacían dibujos sobre la piel de Stephen… Este lo agarró por la cintura y lo atrajo hacia él de un tirón. Soltó un gruñido casi animal cuando sus vientres se tocaron. Cerró los ojos cuando sus labios fueron capturados de una forma muy ruda pero sensual al mismo tiempo. Las emociones explotaron en su pecho, creía que no volvería a saborear aquella boca, jamás.
-Vamos…- murmuró entre los lametazos de Stephen en sus labios-… cama…
No se reconoció, pero le quería tanto, quería sus besos y sus abrazos, quería oler su piel, tocarla, saborearla… se ruborizó con el pensamiento.
Suspiró cuando su espalda toco el jergón de paja sobre las alpacas. Stephen se colocó entre sus piernas y le abrazó le besó de nuevo pero ahora con cuidado y lentitud. Cuidando de quitarle las gafas con la mano derecha y dejarlas sobre las sabanas.
-Hagámoslo bien esta vez…
-Creía que lo habíamos hecho bien…- Murmuró
-Tu sabes lo que quiero decir.- Se irguió apoyándose sobre sus codos, pasando sus dedos sobre su cabello ahora un poco despeinado, le parecía que estaba precioso. Sus ojos azul metálico brillaban de pasión a la luz de la candela.
Stephen se arrodilló entre las piernas de Frederick, sus dedos juguetearon con el tejido de la camisa buscando los botones que empezó a desabrochar lentamente. Ambos se miraban y el deseo crecía…
Cada botón que abría era una caricia y un beso depositado sobre su piel. Frederick estaba viviendo por primera vez.
Mas abajo desabrochó el cinturón y la bragueta, tirando de los pantalones, haciéndolos deslizar por los muslos blancos de Frederick  que sostenía la respiración.
-Mmm…- le besó el vientre justo debajo del ombligo y siguió besando por la línea de vello claro hasta la base del pene.- Te amo…
-Yo… yo también te amo…- Se irguió para obtener un beso de esos calidos labios pero en lugar de eso, Stephen le dio una mordida suave en el mentón y le empujó de vuelta al jergón.
Exploró su pecho con besos, muchos y rápidos… otros más lentos al rededor de los pezones rositas. Con una mano acarició uno de ellos, con la lengua el otro. Succionando, mordiendo, excitando…
-Stephen… oh…- jadeó agarrando las sábanas con fuerza entre los dedos de nudillos blancos.
Interrumpió un poco el juego, Frederick era muy, muy inexperimente y él no quería que toda la diversión se acabase de pronto.
Le miró y le sonrió extasiado, era magnifico así, loco por el placer que le recorría… No entendía como Eleanor no quería ninguna clase de intimidad con Frederick, el hombre era tan solo hermoso.
Cuando Stephen abrió su pantalón le recorrió una maravillosa sensación de felicidad al constatar hasta que punto estaba excitado. Pensó que tenía ese efecto sobre él. Su deseo era evidente, desenfrenadamente erótico e innegable. Le tocó con ambas manos escuchando un gemido contra la piel de su cuello.
Él mismo emitió un gemido sonoro cuando Stephen restregó su erección en la suya. Empezó a mover las caderas con arrebatadora ansiedad.
-Shiii… tranquilo… la intención es hacerlo durar…- murmuró besándole la mejilla suave. La mano de Stephen se aventuró entre las piernas de Frederick, tanteo los músculos tensos de sus muslos hasta su ingle, acarició sus testículos observando las reacciones sorprendidas de su amante hasta llegar al ano expuesto.
Ensalivó un dedo y rodeó lentamente el músculo con él.
-OH… no hagas…no… es muy… ah…
-Separa más las piernas.- Las empujó y bajó por el cuerpo de Frederick sin esperar que este hiciese nada. Estaba demasiado concentrado en las nuevas sensaciones que despertaban en su cuerpo.
-Mmmm…- Se arqueó por completo, la lengua de Fry iniciaba un extraño beso justo en ese sitio tan intimo. Era delicioso… nunca imaginó un placer tan obsceno. – Ahhh… Dios!
Era escurridiza, húmeda y muy dócil… Se metía en su interior, le acariciaba por dentro, le distendía con suavidad el músculo y le hacia sentirse un libertino. Junto con las caricias de la lengua sintió como algo lo penetraba, algo mas duro. Stephen introducía un dedo y lo movía hacia dentro y hacia fuera.
Tocó su propio vientre, sus piernas separadas y después el cabello de stephen.
- de… detente…
Stephen le propinó un lametazo en un testículo y levantó el rostro de entre sus piernas:
-¿No te gusta?
-Si…- Su cuerpo era recorrido por pequeños espasmos.- ah… nunca estuve así… Mmm
-Déjate llevar… Solo disfrútalo- Un beso más sobre el muslo y añadió otro dedo a las caricias. Frederick lo aceptó muy bien, tan bien que pronto tenía tres dedos dentro. El jugo de su pene escurría sobre su vientre, su saliva escurría de sus labios separados por su cuello.- Ahora relájate… 
Stephen se adelantó y le acarició con la punta de su pene. Frotó la glande en el orificio durante algunos instantes.
Era gorda y Frederick se derritió aun más con la sensación.
-Qué vas… hacer?
-Tranquilo…- le besó y empujó un poco hasta sentir sobre la cabeza de su pene como Frederick se abría para él.
-Humm.... oh…- lloriqueó pero Stephen le besó el cuello y le pellizcó los pezones, era un hombre experimentado, sabia muy bien como hacerle olvidar el dolor que estaba sintiendo.
Rápidamente el dolor se convirtió en placer, el mástil de Stephen rozándole dentro ya no era algo extraño, era algo deseado.
Los gemidos y jadeos de ambos eran audibles fuera del granero. Lo hacían como dos animales en celo: Más. Fuerte. Rápido. Ahí. Fuerte. Dame.
Frederick no supo que pasó, su deseo se precipitó de una forma abrumadora y el placer corrió a chorro entre sus vientres en cuanto la humedad le invadía el interior. Fue intenso, su cuerpo se agitaba y temblaba entre los brazos de Stephen, el aire no llegaba a sus pulmones, se creyó morir de placer.
Cuando volvió en si Stephen estaba acostado a su lado y respiraba agitadamente, su gozo escurría entre sus nalgas de su ano relajado, caliente e hinchado. Su vientre estaba igualmente mojado. Todo él estaba mojado, rectificó. No supo decir donde era semen, donde era sudor y donde era saliva.
Buscó la mano del otro hombre y entrelazó sus dedos. Suspiró esperando a que su corazón volviese al ritmo normal.

Cuando abrió los ojos la luz del sol entraba por las maderas rachadas del granero. Stephen estaba a su lado, despierto y le miraba. Se sonrojó y buscó la sábana para cubrirse.
-Buenos días…- El granjero le besó y le quitó una paja del pelo alborotado. Era mucho mas guapo así, desaliñado.
-Buenos días…- cerró los ojos y sonrió saboreando el placer de descubrir que no había sido un sueño. – ¿Estuviste toda la noche despierto?
-Sí… mirándote.
Frederick se dio la vuelta para quedar de frente con él. Como le gustaba que su matrimonio con Eleanor hubiese sido así, que ella le hubiese amado así. Ahora que había descubierto el verdadero significado de amor, estaba seguro de que lo que tenía con ella, no lo era.
Recorrió con sus dedos el cabello negro del otro y le besó la punta de la nariz.
-¿Qué vas hacer ahora?- fue sorprendido con la pregunta.
-No lo se…
-¿Vas a seguir con la vida que tenias antes de conocerme?- Preguntó lleno de cepticismo y levantó una ceja.
-No podría… incluso antes de conocerte estaba a punto de cometer una locura… supongo que toda mi vida te estado demasiado contenido… reprimido… no me había dado cuenta…
-Eso significa que…
-No se lo que significa.- Dijo- Solo se que no quiero una vida de adulterio. Creo que quizás deba pedir a Eleanor que nos separemos…
-Yo quiero que estemos juntos…
-¿Y durmamos en este granero?- jugueteó con su mentón.
-Solo si tu quieres, pero tengo una cama grande… tengo una bañera grande… tengo una cocina aun más grande…
-Es muy sucio hacer estas cosas en todos esos sitios… es anti higiénico.
-jajaja… No importa, yo quiero amarte, mostrarte lo mucho que te deseo y que te quiero a mi lado…
Frederick no dijo nada, solo le besó y se dejó abrazar por esos brazos fuertes. Estaba seguro de que había encontrado la felicidad y ahora solo le faltaba vivirla.

FIN


13 comentários :

  1. Hola, Saito. Me ha gustado mucho, es distinto y original, aunque por un momento, pensé que iba a acabar mal... y ya estaba afilando mi hacha de guerra, jajaja. Besoss.

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  2. Me ha encantado! es chulisima, quiero continuación con boda y todo,jaja.
    Gracias por esta bonita historia, besoss

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    1. Uf, jaja con boda no se, porque Frederick es casado XD Tendremos que ver eso. Muchas gracias!!

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  3. Saito, el nº1º de lo que has escrito. Esta muy bueno más que bueno, me encanto, ijiji genial.
    Besossssssssssssssss.

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    1. Qué pervertida Maria Luisa es solo porque es muy lleno de cosas guarras XD De todos modos tambien me gustó muchos escribirlo, jajaja Besos!

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  4. hola saito que hermosa historia, quiero mas!!gracias por compartirlo besos

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  5. Hola, Saito.
    Wow!!! Me ha encantado, es un magnífico relato.
    Besos

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  6. Me ha encantado, eso de pervertir a honrados padres de familia dominados por sus esposas como que tiene un punto. Aunque me pregunto, estaba reprimido o simplemente es tonto?. Podrías exponer varios ejemplos para tener donde comparar (mi forma de pedirte más historias, funciona?). Muchas gracias.

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    1. Xd Noo es que estaba reprimido Xd Nunca viste stuart Little? Pues es ese frederick el de mi historia, Hugh laurie en plan honrado y muy poco follado, XD la verdad es que se me hace la boca agua en penar en un hombre asi, lleno de ganas de follar y desesperado... pero yo soy demasiado cerdo... Gracias por leerme!

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  7. jjajajajajaj SAITO!!!!! por tu culpa jamás volveré a ver esta peli con mi enano con los mismos ojos!!!!

    muy buen relato, me ha gustado como has mostrado a los personajes, y lo que sentían. y por supuesto, muy hot, me encantó.

    Gracias por compartirlo.

    Un Besazo ;)

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