Hacia una bonita mañana. Se vistió su camisa amarilla, su
suéter de lana, sus pantalones y los zapatos con los cordones bien atados, a
juego. Se peinó con mucho cuidado y se colocó las gafas.
Eleanor preparaba el desayuno. Su cabello rojizo sujeto
con una diadema blanca, vestía el delantal por encima de su ropa impecable.
Era la mujer perfecta, la esposa perfecta, la madre perfecta…
ambos hacían la pareja perfecta, padres de tres niños.
Recientemente habían adoptado a Stuart. Eleanor había
comentado el deseo de no tener más hijos pero que le gustaría tener una familia
más numerosa.
-Buenos días…- dijo ella sonriente – Voy a llevar a los
niños al colegio. ¿Te importaría ir tú a recoger las verduras hoy?
-No, cariño, claro que no…- Frederick buscó la cesta de
las verduras en la despensa.- Iré después del desayuno.
-Ahora ya no es la señora Mayer la que se ocupa de la
granja, la ha vendido… - Frederick estrechó la mirada azul cerúlea y ajustó las
gafas.
-Oh ¿por que?
-Se ha ido a vivir con sus hijos al norte, dice que allí
estaba muy sola. La granja se la ha comprado un extranjero, fue muy simpático
la última vez que fui. Incluso nos regaló esas ciruelas que tanto te gustaron…-
sirvió la leche al niño rubio que comía galletas con chocolate y jugaba con un
cochecito.- George, mama te ha preparado magdalenas para el almuerzo, no te las
comas muy rápido… trae la mochilita de Martha, por favor.
-Está bien mama. – Se levantó y subió las escaleras para
ir a lavarse los dientes.
-Cariño pon las verduras en remojo para que pueda
cocinarlas cuando vuelva. Esta noche haré ese puré de zanahoria, es viernes.
Frederick asintió sirviéndose como cada mañana de te con
un poquito de leche y tostadas con huevos revueltos.
Su vida siempre había sido muy rutinaria, siempre comían
lo mismo cada día de la semana, siempre vestían ropa con colores a juego todos
los miembros de la familia, siempre iban de vacaciones a los mismos sitios, siempre
había trabajado en el mismo sitio toda su vida, siempre compraban en las mismas
tiendas en fin antes siempre tenían sexo en los mismos días de la semana… ahora
ya no tenían sexo nunca.
Eleanor salió y se llevó a los niños dejándole a solas
con sus pensamientos.
Le gustaba cuando ella dormía con esa camisa de noche en satén rosa que la
cubría hasta las rodillas. Era tan indecente… Ahora siempre dormía de pijama y
ya nunca se abrazaba a él. Frederick comprendía que ya habían tenido dos hijos
y que era normal que Eleanor no quisiese mas hacer esas cosas… Pero a veces
tenía esos deseos, deseos indecentes y obscenos sobre cosas que nunca había
echo…
Le gustaría que ella le tocase ahí y que le besase… le
gustaría explorar sin pudores, cuando pensaba en eso su ingle se ponía muy
dura, mucho más que si estuviese en la cama, se ruborizaba, su piel se erizaba
y tenía que interrumpir esos pensamientos, seria incomodo que le encontrasen
así.
Se levantó y recogió la cocina dejándola impecable. A
menudo era él quien limpiaba la casa cuando Eleanor tenía que hacer alguna cosa
importante.
La granja era un poco lejos, pero como Eleanor había
llevado el coche, no tuvo más remedio que ir caminando.
Había sol y el día estaba seco, tanto que al caminar se
levantaba una nube de polvo.
-¿Hola?- llamó al llegar, no se atreviendo a entrar por
la presencia de dos perros negros y ladraban sin parar.- ¿Hay alguien?
Durante unos minutos nadie le contestó, solo los dos
perros que parecían querer cogerlo y destrozarlo sin piedad. Frederick se
impacientó un poco, pero de pronto un hombre apareció. Debería tener más o
menos su edad, vestía unos pantalones beige y una camisa con las mangas
dobladas de color verde caki.
Los dos perros dejaron de latir y corrían a su alrededor
moviendo las colas.
-Buenos días… creo que no les caigo bien… - Se rascó la
cabeza.
-Buenos días, soy stephen…- Lo miró ahora mas cerca del
muro, tenia los ojos azules y una sonrisa muy bonita. Parecía una buena
persona.
-He venido a comprarle verduras… perdón soy Frederick
Little…- le tendió la mano después de posar la cesta en el suelo.
-Oh… conozco a su señora… pase, pase!
-¿Esta seguro de que no me van a atacar?- Se frotó el
pecho mirando los perros.
-jajaj no le atacaran este tranquilo…
Frederick pasó siempre mirando a los dos enormes perros
de reojo. Si a alguno le diese por perseguirle le agarraría enseguida. Eran
perros muy grandes, bueno, Stephen también era un hombre muy alto, bastante mas
alto que si mismo y él ya se consideraba un hombre alto.
-¿Le gustaron las ciruelas?
-oh, si me gustaron mucho, muchas gracias!- El hombre le
miró fijamente y sonrió- Venga, acompáñeme al almacén de las verduras…
Mientras caminaban Stephen le contó que había decidido
seguir con el antiguo negocio de la señora Mayer porque en realidad le gustaba
mucho la simplicidad de la naturaleza. Le contó que antes vivía en la ciudad,
pero que la vida urbana era muy ajetreada… ahora buscaba ser feliz en la tranquilidad
del campo.
-Es muy tranquilo aquí… quizás demasiado, la señora Mayer
se sentía sola….
-Bueno yo tengo a Dark y a Fang, me hacen mucha compañía.
Ellos son también el motivo por el que me mudé. En la ciudad estaban muy
presos… aquí pueden divertirse mucho más…- Pesó unas manzanas y las metió a la
cesta de Frederick.- Fíjese incluso les cae usted bien…- Uno de ellos se había
sentado a su lado y agitaba la cola.
Frederick le acarició la cabeza con cautela. Sonrió, el
pelo era muy suave. Siempre había querido tener perros así, pero ya tenían a
bola de nieve…
-¿Y vive solo… no tiene esposa?
-Llámeme Stephen… me hace sentir viejo…- sonrió eligiendo
unas coles.
-Bueno si me llamas Frederick a solas, también…
Stephen aclaró su voz y dijo:
-Vivo solo si… aun no he encontrado a esa persona que me
haga sentir especial, bueno quizás sí….- le miró por debajo de los flequillos
de su pelo corto, y sonrió. Frederick sonrió también un poco confundido.
-¿y los animales de la señora Mayer? ¿Aun siguen aquí?
-Si… lo dejaré todo como ella lo tenía. Tu esposa me dijo
que tenéis hijos, podrías traerlos un día para que jueguen por aquí…Estoy
seguro de que les gustara los animales.
-Claro, les traeré…
-Bueno ya esta!- Cerró la cesta y la colocó sobre la
mesa. Frederick pagó y después con ambas manos bajó la cesta al suelo.- Ahh
espera, te daré unas ciruelas…
-Oh no, no es necesario…
-¿Aun te quedan de las que te mandé?
-No, es que no quiero incomodarte.- dijo ruborizado.
-No es incomodo, te las regalo porque quiero…- cogió una
bolsa de plástico escogió unas grandes y jugosas, después se acercó a él y
metió la bolsa en la cesta.
-Gracias, eres muy amable… Oye seguramente no conoces a
mucha gente en la ciudad, quieres venir a cenar el sábado?
-Yo tampoco quiero ser un incomodo.
-Por favor… estoy seguro de que Eleanor estará muy feliz
por recibirte en nuestra casa tambien.
-Está bien… iré.- Frederick levantó la cesta con las dos
manos, pesaba muchísimo.- Oh deja que te ayude hasta el coche…- sus manos se
posaron sobre las de Frederick y él pudo sentir la piel caliente del otro
hombre.
-No traje el coche, en realidad vine dando un paseo.
-No creo que puedas volver con esto.- Le miró, no era un
hombre fuerte, era delgado y parecía muy frágil, quizás fuesen las gafas de
aros negros que le daban ese aire de muñeca quebradiza. – Te llevaré a casa…
-Oh no, no.
-Claro que si, y de paso veo donde queda...- le sonrió y
levantó la cesta con un brazo solo.
Stephen parecía muy fuerte, un hombre curtido del campo,
acostumbrado a cargar cosas pesadas… le recorrió un escalofrío de placer y no
supo porque, pero le gusto.
Se despidió y cargó la cesta de las verduras hasta casa.
Cuando Eleanor volvió y mientras ella hacia la cena le
comentó que había invitado a Stephen. El hombre había vuelto a regalarles
ciruelas y parecía bastante solo.
-Claro cariño, no veo porque no… además seguro que a los
niños les gustará mucho ir algunos días a ver los animales. A Martha le gustan
mucho las ovejas y la pobre nunca puede jugar con ninguna.
Como siempre, se recostó en el sofá leyendo el periódico.
Sus ojos recorrían las palabras una y otra vez, pero no podía concentrarse. Su
cerebro tan solo recordaba una y otra vez el calido toque del hombre en su
mano. Su corazón pulsó mas rápido enviando sangre caliente al medio de sus
piernas. No podía creérselo, estaba muy excitado. Se levantó y volvió a la
cocina.
Eleanor seguía lavando las verduras y él la abrazó por
detrás rozándose en sus piernas.
-Frederick! ¿Qué haces?!
-Te deseo…- dijo rojo de vergüenza. Nunca se atrevía a
hacer algo como esto pero estaba realmente loco de deseo.
-¡Eres un pervertido! ¡Por favor apártate de mi!-
protestó ruborizada y muy enfadada.- ¡Eso es terriblemente equivocado! ¡Por
favor ve a darte una ducha antes de que vuelvan los niños!
Fred se apartó de ella y tan solo le dio un casto beso
sobre la frente.
-Perdóname…
El agua caía caliente sobre su cuerpo, resbalaba sobre su
piel como un montón de lenguas, lamiéndole sin pudor… llenó la esponja de jabón
y la pasó por el pecho. Todo su cuerpo estaba en llamas, hacía casi un año
desde que se había aliviado solo. Lo había echo un día que Eleanor salió de
compras con dos amigas, se había masturbado de forma rápida y ruda, frotando la
piel sobre la glande de su pene. Después de todo ese tiempo aun se sentía
culpable por haber echo algo tan sucio.
El recuerdo del placer que sintió en aquel entonces le
hizo gemir alto y casi caer de rodillas en la bañera. Había sido sucio pero lo
necesitaba de nuevo… Bajó la mano hasta sus testículos y los tocó, estaban
duros… todo en su ingle estaba terriblemente duro.
Gimió de nuevo al tocar la glande con mucho cuidado,
estaba tan sensible que hasta era doloroso.
Escuchó como alguien llamaba a la puerta con fuerza:
-¿Frederick estas bien?- la voz de Eleanor. Seguramente
había escuchado su descomunal gemido.
-… si… es que me… me he dado un golpe…- mintió. Se lamió
los labios y cerró el agua.
-Es casi la hora de que llegue Stephen…-Debería salir del
baño.- Voy a vestir a Martha.
-Si, si…- Respiró profundamente y se resignó a volver
aplazarlo.
Su ropa estaba lista sobre la cama. Una camisa a cuadros
naranja y verde, unos pantalones verdes muy oscuros y un suéter a juego con la
camisa.
Tardó bastante para que su miembro de deshinchara pero al
cabo de un momento pudo abrocharse los pantalones. Se colocó las gafas y se
peinó el pelo con cuidado. Después, bajó y se sentó en el sofá.
Eleanor había preparado sopa de guisantes, vaca en el
horno con puré de patata y ensalada de tomate. Todo estaba perfecto, la mesa estaba
preciosa y ellos eran el perfecto retrato de una familia feliz…
Stephen llamó a la puerta y Frederick se levantó abrir.
-Hola, pasa por favor…
Stephen sonrió e inspiró el aroma del perfume de
Frederick.
-Veo que os habéis arreglado para recibirme… Siento que
quizás no esté a la altura.- dijo refiriéndose a su camiseta rosa y a sus
pantalones vaqueros.- he venido demasiado relajado.
-No… estas muy bien…- Frederick le miró de arriba abajo y
de nuevo ese escalofrío por su espina.-… vestido. Tampoco es una ceremonia,
solo es una cena, por favor.
Le indicó el sofá.
-He traído una botella de vino y dulces para los niños…
-Muchas gracias, la pondré en la nevera.- Stephen le
siguió hasta la cocina. – Tenéis una casa muy bonita, me gusta como la habéis
decorado.
-En realidad ha sido Eleanor… tiene muy buen gusto.-
Sonrió tímidamente.
-Si, en eso ya me fijé...- Stephen le sonrió también pero
enseguida fuero interrumpidos por el ruido de unos pasos.
-oh! Que bien que haya venido!- Eleanor le tendió la
mano.- Venga por favor… la cocina no es el mejor sitio para traer a un
invitado…
-No tiene ninguna importancia… no soy de ceremonias…-
Acompaño a la pelirroja hasta el comedor.
Stuart, George y Martha ya estaban sentados muy derechos
en sus sillas.
-Estos son nuestros hijos.- Dijo la señora Little.
Stephen les propinó una amigable sonrisa y les saludó. Frederick sonreía desde
la puerta como un imbecil, realmente sus hijos eran lo mejor de su vida y
estaba muy, muy orgulloso de ellos. –
Por favor siéntese.
La cena transcurrió con la mayor tranquilidad, charlaron
sobre la granja y sobre porque se había mudado.
-No tengo ningún amigo aquí, y aun estoy un poco perdido…
-Frederick tu podrías mostrarle la ciudad y los lugares
mejor frecuentados…
-Claro…- dejó cuidadosamente la servilleta sobre la
mesa.- pero creo que no tendrá mucha dificultad en integrarse.
Los niños empezaron a impacientarse, Eleanor les pidió perdón
y se levantó para ir acostar a Martha.
Stephen y Frederick se levantaron, seguirían la charla en
la sala, estarían mucho más cómodos.
-Estoy muy contento de que nos hayamos echo amigos…-
stephen se sentó en el sofá.
-¿Quieres que te sirva una bebida? ¿Quizás licor?-
Preguntó mientras le servia la copa.
-Gracias…- Stephen sonrió cuando Frederick Little se le acercó
sosteniendo su copa y se detuvo casi delante de su rostro con una enorme
erección. – ¿Está todo bien?
Frederick le miró y se ruborizó:
-si…- ahora vivía en un estado de excitación continuo,
tanto que ni se había dado cuenta de su presente problema.- perdona…
Se sentó bastante avergonzado cruzando las piernas.
-Tranquilo.- Se lamió los labios y miró la bebida.
Frederick suspiró, aquel había sido un momento de
profunda humillación. Sus manos temblaron, en su vida nunca le había pasado
algo así.
Eleanor llegó y les arrastró a una espiral aburridísima
de conversación. Fred nunca abrió la boca, se limitaba a sonreír y a asentir
cada vez que ella pedía su opinión. Stephen de dio rápidamente cuenta de que
Frederick era un reprimido.
-Creo que a ti también te haría bien salir de vez en
cuando…- le murmuró cuando le acompañó al coche.- Visítame un día de estos
verás como después te sentirás mucho mejor.
-Perdona lo que pasó.
-No pasó nada…- le acarició el cuello pretendiendo quitar
una pelusilla.- Somos hombres… - sonrió y se metió en el coche.
Esa noche no pudo dormir. Eleanor respiraba
tranquilamente a su lado, pero sin embargo él no podía pegar ojo. Solo podía
pensar en el roce de la mano de stephen, el toque de su mano en su cuello…
Cerró los ojos y su mente viajó a una habitación donde
Stephen estaba desnudo haciéndole cosas inimaginables, cosas que nunca pensó
que le dejarían así… con la sangre hirviendo en las venas. Movió las caderas y
frotó su pene encerrado bajo el pantalón del pijama contra el colchón. Cubrió
los labios con la palma de la mano impidiendo que un gemido se hiciese audible.
Su respiración se alteró, los jadeos salían de forma
espontánea, sus caderas se rozaban lentamente pues no podía balancear mucho la
cama… cerró las manos y apretó las sabanas entre los dedos.
Eleanor se movió un poco y él se detuvo. Entonces la
mujer se dio la vuelta y abrió los ojos.
En ese instante Frederick tragó saliva y cerró los suyos.
Durante mucho tiempo tuvo que permanecer en esa posición,
porque estaba seguro de que Eleanor estaba despierta. No quería que ella le
viese como un perturbado. Quizás lo fuese, pensó sintiendo que algo jugoso
escurría de su pene y lo dejaba un poco pringoso. Sin embargo seguía sintiendo
la necesidad de terminar.
La semana se arrastró lentamente para él. Su trabajo de asesor
fiscal tampoco contribuya mucho para que se distrajera. Llegaba a casa y George
le alcanzaba las pantuflas, leía el periódico, veía el noticiario, cenaban,
seguía leyendo el periódico y después se iba a la cama.
Ese viernes a pesar de los intentos disimulados de
Frederick fue Eleanor quien fue a comprar las verduras. Cuando volvió y empezó
a prepararlas para la cena. Fred entró en la cocina.
-Stephen nos ha invitado a que vayamos con los niños
mañana… desgraciadamente tenemos que ir a casa de mama. No se encuentra muy
bien.- Suspiró.
-Oh… pero yo puedo llevarlos, no hay porque dejarlos
cerrados en casa un sábado.
-No se, quizás deberíamos llevarlos a casa de mi madre
también.
-Tu misma dijiste que a Martha le haría bien jugar con
los animales…- se sentó muy derecho delante de la mesa de la cocina. A él mismo
le haría bien tomar el aire, se estaba ahogando en su vida. La mujer reflexionó
durante unos instantes:
-¿Harías eso cariño?
-Claro.- sonrió cuando Eleanor le depositó un casto beso
sobre los labios.
Dejó los niños correr libremente por la hierba verde de
la granja. Hacia mucho calor sin embargo Stephen era capaz de mantener toda la
granja verde y perfumada por las flores de campanilla, las dalias, las tulipas,
las rosas y los claveles. Sonrió satisfecho por estar allí.
Cuando era niño nunca tuvo la oportunidad de correr como
ellos lo hacían ahora y juguetear, ensuciándose la ropa, mojándose las manos en
los charcos buscando ranas y tortugas.
Siempre se había comportado educadamente, sus padres eran
muy estrictos, llevándole a la misa cada sábado y domingo. Después de casarse
él y Eleanor seguían acudiendo a misa pero tan solo los domingos por la tarde.
-Miraa papaa… Martha cogió unaa!- Gritó George señalando
a su hermanita que acariciaba una rana.
-No la aprietes demasiado!- Retrocedió unos pasos para
ponerse a la sombra del granero.
-Me parece que les gusta…- sonrió Stephen limpiándose el
sudor de la frente. Hacia muchísimo calor y Frederick se abanicaba con un trozo
de cartón que había encontrado.- Quizás debieses quitarte el suéter.- dijo sin
mirarlo.
Frederick trago saliva y contestó:
-Si… creo que necesito un poco de agua… ¿el charco no
será muy profundo no?
-¿Vas a bañarte? Jajaja
-No!- se ruborizó, esa idea nunca se le había pasado por
la cabeza.-Lo digo porque como ellos están…
-Si te comprendí, estaba bromeando. No, tan solo llega a
la rodilla del niño como mucho. Es seguro.- Le dio un golpecito en la espalda.-
Ven tengo agua fresca ahí en el granero.
Frederick siguió a Stephen. El granero era muy amplio, al
fondo estaba repleto de paja amontonada y paja almacenada en forma de cubos
gigantes. Vio como dos gatos se escondían de ellos en el medio de los cubos.
-Como la casa queda un poco lejos y aquí se conserva
fresca suelo dejar aquí el agua durante el día.
-Es bastante fresco aquí, si…- lo siguió por medio de la
paja hasta que se detuvo y le tendió una botella de agua. Bebió con voracidad
sonrojándose cuando tuvo que limpiar el mentón por el agua que escurría.
Stephen se le acercó y le aprisionó entre una de las
alpacas. Frederick retrocedió algo confundido, Stephen tuvo la oportunidad de
colocar su pierna entre las del hombre más pequeño y le presionó con… su
cuerpo. Con su mano derecha le acarició el cuello y con la otra su pecho.
Con Frederick en shock aprovechó para empujar sus caderas
contra las suyas. Los labios de Frederick se separaron y un audible gemido
salió de ellos.
-Te deseo… y por lo que veo tú también a mí…- seguía
frotando su erección contra el ya completamente duro mástil del otro hombre.
-si…- jadeó con los ojos medio cerrados por el placer.
-Eres tan suave.- murmuró en su oreja mientras lamía el
lóbulo. Frederick tan solo se dejaba tocar quedando quieto como si todo no
pasase de un sueño. Parecía tan inexperimente… en realidad estuvo seguro de que
lo era.
-No…- Fred abrió los ojos e intentó apartarse pero los
brazos más fuertes de stephen le sujetaron contra la paja.- No puedo… no
podemos, el sexo esta mal…
-¿Qué?-Stephen metió la mano entre las piernas de
Frederick y palpó el enorme bulto que sobresalía sin falsos pudores.
-Oh… no hagas esto… por favor… no puedo…- lloriqueó.
Stephen le soltó.
-Será mejor que te vayas a casa y lo hagas con tu mujer.
Así no te sentirás culpable de esto.
Los ojos de Frederick estaban llenos de lágrimas y negaba
en silencio:
-No… yo y Eleanor solo tuvimos sexo para concebir…-
Stephen frunció el ceño le ye miró perplejo.
-¿Qué?- Volvió acercarse a él - Tu nunca...- Frederick no
dijo nada solo abrazó sus propios brazos. Parecía un niño desprotegido.
Entonces le besó aprovechando la sorpresa del otro hombre para invadirle la
boca con su lengua. Podía sentir la confusión, el deseo reprimido, la
frustración en la que vivía Frederick.
Una vez más el hombre mas pequeño se dejó llevar por los
besos rápidos que sentía sobre la piel de su cuello, su cuerpo se lo pedía a
gritos, tanto tiempo sin contacto físico…
-Oh…- Enredó los dedos entre el sedoso cabello negro de
stephen y lo atrajo más hacia su cuello mojado por su saliva. – hmm… ohh
Sintió como las manos del otro buscaban su bragueta sobre
el bulto de su ingle, peleaban con el cinturón para intentar libertarle de
ellas.
El olor de su piel era lo suficiente para dejar a Stephen
loco. Se arrodilló y le besó el vientre, rodeando su ombligo, metiendo la
lengua dentro y mordiendo la piel alrededor. Fred separó los labios intentando
aspirar el aire a bocanadas.
Verle ahí, delante de su cintura con el rostro casi
tocando su miembro duro le dejó a punto de correrse… era como realizar una
fantasía muy oscura.
El hombre de rodillas también se dio cuenta pero sin
embargo no hizo nada por detener el placer que crecía en la base del pene de
Frederick. Metió la mano y expuso al aire su mástil de carne dura y glande
rosada acariciándola con dedos firmes y expertos.
No pudo ni acariciarla dos segundos Frederick se corría
mordiendo el labio inferior. Estaba tan necesitado.
Stephen abrió la boca y lamió la glande absorbiendo el
jugo que seguía saliendo a chorros.
Parecía una puta
vulgar, pensó el lado consciente de Frederick.
-ohhh DIOS….Eres indecente… no, no puedo…yo… ahhh- Gimió
entre los espasmos del intenso orgasmo. Stephen no se detuvo, su mano
volvió a bombear su pene que volvió a
erguirse de inmediato.
La piel de Frederick estaba mojada por el calor y el
sudor que resbalaba por la piel de su vientre, su olor a hombre era intenso,
pero su sabor lo era mucho más.
Se levantó y siempre acariciándole con la mano derecha le
acercó con la otra para un beso, forzándole a saborear su propio jugo que aun
llenaba su boca.
-Mmmm ohhh…- se condenó por estar disfrutándolo tanto. Su
propio sabor era algo que nunca había probado. Le gustó y tuvo la certeza de
que con esto iría al infierno.
-Sigues muy duro…- le lamió el lóbulo de la oreja con
lentitud, dejando su lengua caliente explorar cada pliegue de su piel. – ¿te
gusta…?
-Si… oh… por favor…-estaba jadeante cuando le suplicó.
Stephen le arrancó las gafas y las dejó sobre el montón de paja. Sin dejar de
besarle le separó las piernas más y abrió su propia bragueta.
-Siénteme… te deseo, me vuelves loco…- Frederick gruñó y
se agarró a la sudada camisa del otro. Le pareció maravilloso como podía
despertar el deseo así en otra persona sin tan solo haber echo nada. Y pensar
que para tener dos segundos de copula con Eleanor casi tenia que arrastrarse
por el suelo y hacerla desear los hijos que tenían. Stephen por otro lado,
parecía no saciarse de sus labios, ni de su piel… la besaba, la mordía, la
tocaba…
Sentía como se arrimaba más y más, como unía sus penes y
los frotaba juntos. Sus piernas temblaron, no aguantaría, era demasiada excitación
corriendo por sus nervios al ver los trazos de saliva y de semen escurrían por el cuello de Stephen, su cuerpo
arqueándose para conseguir más fricción, sintiendo sus dedos juguetear con la
piel arrugada y suave de su escroto. Los dedos se aventuraron un poco más allá
y humedecieron la entrada relajada a su
ano.
-Te gusta esto…?
-mmm…- su cuerpo estaba ahora ya todo apoyado en las
alpacas. Frederick se dio cuenta de que sus pantalones estaban resbalando por
sus muslos y stephen levantaba su camisa hasta alcanzar sus pezones rozados y
rodeados de pelillos con la boca, porque la paja se clavaba en su espalda y nalgas. – No… no
hagas eso… los niños… pueden…
La lengua caliente de stephen era como una barra hierro
incandescente, le marcaba como suyo en cada trozo de piel que lamía.
- Córrete… córrete de nuevo para mi…- suspiró sobre su
pecho. Frederick se volvió arquear y por primera vez intentó alcanzar sus labios
e iniciar un nuevo beso. – Quiero saborearte entero… quiero que seas mío…
Stephen era tan pervertido… ¿como podía murmurarle esas
cosas desvergonzadas? Su cuerpo se estremeció. El ritmo de la mano de stephen
sobre sus miembros juntos era rudo, su mano calosa por el trabajo en el campo
tan distinta a la suya moviéndose de una forma inesperada…
-OH… OH DIOS!- Su semilla corrió a chorro de nuevo
manchando y lubricando el otro pene. Stephen siguió durante un momento más acariciándolo,
después cuando Frederick pareció relajarse siguió masturbándose hasta terminar
sobre los blancos muslos de su amante.
Le besó con ternura esta vez saboreando el dulce sabor de
su saliva y el salado de sus lágrimas que resbalaban por su rostro. Le abrazó.
- No debía…
-Shiii…- dijo suavemente.- ¿No debías que? ¿Hacer esto…?-El
hombre asintió intentando subirse los pantalones y adecentarse lo más posible.
Sus ojos estaban rojos y no podía articular palabra.- ¿Como te sientes? Dímelo…
-Avergonzado…
-¿pero te gustó? ¿Estas aliviado?- Frederick solo asintió
en silencio, no podía admitir ni a si mismo, lo bien que se sentía… era eso lo
que le trastornaba. Le limpió las lágrimas y se abrochó también el pantalón.
-PAPA!!...- George le llamó desde afuera…- Martha se ha
ensuciado!
-Será mejor que me vaya…- Se limpió los ojos con la manga
del suéter y se puso las gafas. Frederick no miró atrás, salió cogió a sus
hijos los metió en el coche y se fue a casa.
-Eres un irresponsable Frederick!- Dijo Eleanor enfadada
peinándose delante del tocador.- Perdona pero debiste estar con mas atención a
los niños, Martha llegó perdida!
-… un buen baño lo solucionó...- murmuró mirando por la
ventana.
-¿Que te pasa? ¿Te parece bien lo que pasó?- detuvo el
cepillo y lo miró por el espejo.
-… no.- Suspiró.- Tienes razón cariño, no volverá a
pasar…- Se acercó a ella y la besó con suavidad. – Perdona estoy muy cansado…
Volvió a la cama y se tendió sobre ella. Realmente estaba cansado,
soltó un gemido que casi rozó la indecencia al notar como sus músculos se
relajaban.
Debería condenarse por sentirse tan bien, relajado, feliz
con si mismo… cerró los ojos. No podía volver a pasar, quizás lo mejor sería no
volver a encontrarse con Stephen, olvidar todo lo sucedido y centrarse en su
familia.
Eleanor se acostó a su lado y apagó la luz.
-Hasta mañana cariño.- murmuró cubriéndose con las
sabanas.
-Que descanses…- contestó fijando el oscuro techo sobre
su cabeza.
A pesar de estar tan cansado estaba seguro de que no
podía pegar ojo en toda la noche, la felicidad parecía querer reventarle el
pecho, el deseo de volver a ver a stephen contradecía todo lo que había pensado
hasta el momento… estaba muy confuso.
Amaneció y despertó solo en la cama. Se colocó el
albornoz, calzó las pantuflas y bajó las escaleras.
Los niños hacían dibujos sentados en la mesa del comedor.
Ajustó las gafas antes de besar a cada uno de ellos en la cabeza.
-¿Dónde esta mama?- Les preguntó, aun estaba algo
anestesiado. Solo había logrado pegar ojo cuando la madrugada ya iba avanzada.
-Afuera cuidando las flores…- Frederick salió a las
traseras donde tenían varios canteros con plantas y flores. Eleanor estaba
agachada con un lienzo amarillo cubriéndole el pelo rojizo, a su lado
distinguió la figura de un hombre igualmente agachado.
Se acercó.
-¿Eleanor?
-Oh! Buenos días!- Le saludó con las manos enguantadas,
el hombre que estaba a su lado era Stephen.- Stephen ha venido a traer unas
verduras y huevos me estaba ayudando con estas flores que no logro que nazcan…
Frederick se sonrojó y se lamió los labios antes de
decir:
-Ah… bien. Muchas gracias.
-Siento mucho lo que pasó ayer…- Dijo por primera vez
mirándole fijamente a los ojos.
Fred tragó saliva. Obviamente se refería a lo que había
pasado entre ellos y no al hecho de que Martha se hubiese ensuciado…
-¿De verdad?- preguntó el señor Little mirándole de igual
modo.
-Bueno… Martha no se resfrió ni pasó nada peor.- Les
cortó Eleanor- La prójima vez no pasará.
-Claro que no.- Continuó Stephen mirando a Frederick,
mirando lo bien que quedaba con el albornoz, lo bien que quedaría sin él.-
Vuelvan cuando quieran, me alegra tener a gente por allí.
Frederick asintió en silencio y volvió a la entrada de
casa y se sentó tomando un poco el sol.
¿Lo sentía mucho?…
No esperaba volver a verle tan pronto, no estaba
preparado para ello, aun no había asimilado lo que había pasado, aun no sabia
que hacer con el placer que había sentido, no sabia en que parte de su cerebro
guardarlo. Quizás debiese meterlo en un lugar bien apartado y nunca más volver
a recordarlo.
Vio como Stephen le decía algo a Eleanor y ella asentía
sonriendo. Caminaba hacía él y se detuvo a su lado.
-¿Puedo sentarme?- Frederick le hizo sitio.- Es muy
tranquilo aquí…
-¿A que has venido?- preguntó directamente.
-¿Estas enfadado conmigo?- Stephen le miró con sus
pequeños ojos azules.
-No… estoy enfadado conmigo mismo.- suspiró- Por favor,
aléjate, lo que pasó ayer no puede pasar de nuevo…
-¿Por qué no? Tú lo deseas, yo lo deseo…
-No voy a convertirme en un ordinario. Lo que pasó ayer
no debió pasar, estoy muy arrepentido de ello… estoy avergonzado, estoy…
-Estoy enamorado de ti!- le dijo sin rodeos.- No eres feliz
con esta vida, no lo eres!
-¿Qué? No… no. Eso no esta bien yo soy un hombre y tu
también, es anti-natural! Tu no eres nadie para juzgar que clase de vida llevo!
Soy feliz, me gusta mi mujer!- se levantó.
-Solo la clase de vida que llevas explica lo que pasó
ayer.- le espetó.- Puede que logres engañarla, engañarte a ti mismo Frederick,
pero a mi no me engañas.
El hombre no dijo nada solo le miró de la forma mas dura
que encontró y se metió para dentro de casa.
Estaba apunto de romperse como una muñeca de porcelana y
no quería llorar allí. “Estoy enamorado
de ti”. Esas palabras retumbaban en su cabeza. Las imágenes de cómo lo
había amado en el día anterior lo confirmaban.
El lado sexual del matrimonio asqueaban a Eleanor, le
parecían desnecesarias y sucias… sin embargo Stephen parecía solo necesitar pensar en él para
excitarse y desearlo.
Durante los días que se siguieron, Stephen no volvió aparecer
por allí.
Frederick decidió volver de nuevo a la rutina de su vida
y pretender que nada había pasado pero…
…en el trabajo se le hacia imposible concentrarse, en los
silencios recordaba los gemidos y jadeos de Stephen, cuando cerraba los ojos
veía su sonrisa… ¿Dónde estaban ahora las memorias buenas de las cosas que
había vivido con Eleanor?
Suspiró y ajustó la almohada bajo su cabeza. Le dolía
horriblemente. Casi tres semanas de aquello, tres semanas durmiendo muy mal.
Se dio la vuelta en la cama quedando de frente para
Eleanor. Le acarició el cabello.
-¿No puedes dormir?- Frederick cerró los ojos y la besó.
La mujer intentó apartarle con la mano sobre su pecho.- ¡Detente!
-¿No me quieres?- dijo jadeando en la penumbra.
-Te quiero Frederick pero ya sabes lo que pienso de esto!
Además estoy muy cansada…- le dio la espalda. Frederick se levantó, buscó su
ropa sobre el sillón y se puso los zapatos.- ¿Dónde vas?
-Necesito coger aire…- Cerró la puerta de la habitación.
Era la primera vez que salía de casa así, enfadado,
decepcionado, frustrado y de cierto modo dándole la razón a Stephen. Vivian
como dos hermanos… No estaba seguro de cómo vivían las demás parejas pero muy
seguramente no de esta forma…
El aire de la noche le rozó la piel del rostro. Estaba
frío y se condenó por no haber cogido una chaqueta. Siguió caminando durante
mucho tiempo por la estrada de tierra, estaba oscuro y solo se dio cuenta donde
estaba cuando un perro negro resopló en su rodilla.
-¿Fang?- El perro corrió al alrededor de sus piernas.
Parecía satisfecho de volver a verlo, después corrió hacia el granero y se
metió dentro. Frederick frunció el ceño y le siguió.- ¿Fang?
-¿Quién anda ahí?- Al escuchar la voz Fred intentó
retroceder y se dio de frente con la puerta del granero. Se cayó al suelo por
el impacto.
-OUCH!
-¿Frederick?- El hombre era stephen, lo notó por el tono
de voz y el olor de los brazos que le ayudaban.- ¿estás bien?
-Sí…- ajustó las gafas, pero igualmente no podía ver nada
porque estaba muy oscuro.- ¿Por qué estas aquí a oscuras?
-Bueno es que… últimamente duermo aquí...- contestó aun
abrazado a él.
-¿Por que?
- Es que… aquí es como si estuviese más cerca de ti…-
Frederick recordó esa tarde, recordó esos mismos brazos abrazados a él, los
besos…- ¿Qué haces tu aquí?
-No podía dormir… supongo que me perdí en la oscuridad…
¿no tienes una luz o algo? Me incomoda no ver donde estoy…- Stephen se alejó
por unos instantes y al cabo de unos momentos aparecía una luz al fondo del
granero. Tenia una candela sobre unas maderas justo al lado de las alpacas
cubiertas con unas mantas y sabanas.- ¿Duermes ahí?
-Sí…- El hombre tan solo llevaba puestos los vaqueros. Volvió
acercarse a él y acariciándole el cabello peinadito hacia el lado murmuró -
¿Por qué viniste?
Frederick tragó saliva y cerró los ojos disfrutando de la
caricia que le dejaba el vello de punta.
-No lo se…- contestó con voz ronca.
-¿Puedo besarte?- Sus labios mojados eran tan
apetecibles, que stephen tenia que hacer uso de todo su autocontrol para no besarlo
y desnudarlo allí mismo. Las yemas de los dedos de Frederick tantearon los
músculos firmes de su abdomen lampiño y subieron hasta su tórax igualmente
suave y sin pelos.
Frederick no contestó estaba concentrado el las sombras
danzarinas que hacían dibujos sobre la piel de Stephen… Este lo agarró por la
cintura y lo atrajo hacia él de un tirón. Soltó un gruñido casi animal cuando sus
vientres se tocaron. Cerró los ojos cuando sus labios fueron capturados de una
forma muy ruda pero sensual al mismo tiempo. Las emociones explotaron en su
pecho, creía que no volvería a saborear aquella boca, jamás.
-Vamos…- murmuró entre los lametazos de Stephen en sus
labios-… cama…
No se reconoció, pero le quería tanto, quería sus besos y
sus abrazos, quería oler su piel, tocarla, saborearla… se ruborizó con el
pensamiento.
Suspiró cuando su espalda toco el jergón de paja sobre
las alpacas. Stephen se colocó entre sus piernas y le abrazó le besó de nuevo
pero ahora con cuidado y lentitud. Cuidando de quitarle las gafas con la mano
derecha y dejarlas sobre las sabanas.
-Hagámoslo bien esta vez…
-Creía que lo habíamos hecho bien…- Murmuró
-Tu sabes lo que quiero decir.- Se irguió apoyándose
sobre sus codos, pasando sus dedos sobre su cabello ahora un poco despeinado,
le parecía que estaba precioso. Sus ojos azul metálico brillaban de pasión a la
luz de la candela.
Stephen se arrodilló entre las piernas de Frederick, sus
dedos juguetearon con el tejido de la camisa buscando los botones que empezó a
desabrochar lentamente. Ambos se miraban y el deseo crecía…
Cada botón que abría era una caricia y un beso depositado
sobre su piel. Frederick estaba viviendo por primera vez.
Mas abajo desabrochó el cinturón y la bragueta, tirando
de los pantalones, haciéndolos deslizar por los muslos blancos de
Frederick que sostenía la respiración.
-Mmm…- le besó el vientre justo debajo del ombligo y
siguió besando por la línea de vello claro hasta la base del pene.- Te amo…
-Yo… yo también te amo…- Se irguió para obtener un beso
de esos calidos labios pero en lugar de eso, Stephen le dio una mordida suave
en el mentón y le empujó de vuelta al jergón.
Exploró su pecho con besos, muchos y rápidos… otros más
lentos al rededor de los pezones rositas. Con una mano acarició uno de ellos,
con la lengua el otro. Succionando, mordiendo, excitando…
-Stephen… oh…- jadeó agarrando las sábanas con fuerza
entre los dedos de nudillos blancos.
Interrumpió un poco el juego, Frederick era muy, muy
inexperimente y él no quería que toda la diversión se acabase de pronto.
Le miró y le sonrió extasiado, era magnifico así, loco
por el placer que le recorría… No entendía como Eleanor no quería ninguna clase
de intimidad con Frederick, el hombre era tan solo hermoso.
Cuando Stephen abrió su pantalón le recorrió una
maravillosa sensación de felicidad al constatar hasta que punto estaba
excitado. Pensó que tenía ese efecto sobre él. Su deseo era evidente,
desenfrenadamente erótico e innegable. Le tocó con ambas manos escuchando un
gemido contra la piel de su cuello.
Él mismo emitió un gemido sonoro cuando Stephen restregó
su erección en la suya. Empezó a mover las caderas con arrebatadora ansiedad.
-Shiii… tranquilo… la intención es hacerlo durar…-
murmuró besándole la mejilla suave. La mano de Stephen se aventuró entre las
piernas de Frederick, tanteo los músculos tensos de sus muslos hasta su ingle,
acarició sus testículos observando las reacciones sorprendidas de su amante
hasta llegar al ano expuesto.
Ensalivó un dedo y rodeó lentamente el músculo con él.
-OH… no hagas…no… es muy… ah…
-Separa más las piernas.- Las empujó y bajó por el cuerpo
de Frederick sin esperar que este hiciese nada. Estaba demasiado concentrado en
las nuevas sensaciones que despertaban en su cuerpo.
-Mmmm…- Se arqueó por completo, la lengua de Fry iniciaba
un extraño beso justo en ese sitio tan intimo. Era delicioso… nunca imaginó un
placer tan obsceno. – Ahhh… Dios!
Era escurridiza, húmeda y muy dócil… Se metía en su
interior, le acariciaba por dentro, le distendía con suavidad el músculo y le
hacia sentirse un libertino. Junto con las caricias de la lengua sintió como
algo lo penetraba, algo mas duro. Stephen introducía un dedo y lo movía hacia
dentro y hacia fuera.
Tocó su propio vientre, sus piernas separadas y después
el cabello de stephen.
- de… detente…
Stephen le propinó un lametazo en un testículo y levantó
el rostro de entre sus piernas:
-¿No te gusta?
-Si…- Su cuerpo era recorrido por pequeños espasmos.- ah…
nunca estuve así… Mmm
-Déjate llevar… Solo disfrútalo- Un beso más sobre el
muslo y añadió otro dedo a las caricias. Frederick lo aceptó muy bien, tan bien
que pronto tenía tres dedos dentro. El jugo de su pene escurría sobre su
vientre, su saliva escurría de sus labios separados por su cuello.- Ahora
relájate…
Stephen se adelantó y le acarició con la punta de su pene.
Frotó la glande en el orificio durante algunos instantes.
Era gorda y Frederick se derritió aun más con la
sensación.
-Qué vas… hacer?
-Tranquilo…- le besó y empujó un poco hasta sentir sobre
la cabeza de su pene como Frederick se abría para él.
-Humm.... oh…- lloriqueó pero Stephen le besó el cuello y
le pellizcó los pezones, era un hombre experimentado, sabia muy bien como
hacerle olvidar el dolor que estaba sintiendo.
Rápidamente el dolor se convirtió en placer, el mástil de
Stephen rozándole dentro ya no era algo extraño, era algo deseado.
Los gemidos y jadeos de ambos eran audibles fuera del
granero. Lo hacían como dos animales en celo: Más. Fuerte. Rápido. Ahí. Fuerte.
Dame.
Frederick no supo que pasó, su deseo se precipitó de una
forma abrumadora y el placer corrió a chorro entre sus vientres en cuanto la
humedad le invadía el interior. Fue intenso, su cuerpo se agitaba y temblaba
entre los brazos de Stephen, el aire no llegaba a sus pulmones, se creyó morir
de placer.
Cuando volvió en si Stephen estaba acostado a su lado y
respiraba agitadamente, su gozo escurría entre sus nalgas de su ano relajado,
caliente e hinchado. Su vientre estaba igualmente mojado. Todo él estaba
mojado, rectificó. No supo decir donde era semen, donde era sudor y donde era
saliva.
Buscó la mano del otro hombre y entrelazó sus dedos.
Suspiró esperando a que su corazón volviese al ritmo normal.
Cuando abrió los ojos la luz del sol entraba por las
maderas rachadas del granero. Stephen estaba a su lado, despierto y le miraba.
Se sonrojó y buscó la sábana para cubrirse.
-Buenos días…- El granjero le besó y le quitó una paja
del pelo alborotado. Era mucho mas guapo así, desaliñado.
-Buenos días…- cerró los ojos y sonrió saboreando el
placer de descubrir que no había sido un sueño. – ¿Estuviste toda la noche
despierto?
-Sí… mirándote.
Frederick se dio la vuelta para quedar de frente con él.
Como le gustaba que su matrimonio con Eleanor hubiese sido así, que ella le
hubiese amado así. Ahora que había descubierto el verdadero significado de
amor, estaba seguro de que lo que tenía con ella, no lo era.
Recorrió con sus dedos el cabello negro del otro y le
besó la punta de la nariz.
-¿Qué vas hacer ahora?- fue sorprendido con la pregunta.
-No lo se…
-¿Vas a seguir con la vida que tenias antes de
conocerme?- Preguntó lleno de cepticismo y levantó una ceja.
-No podría… incluso antes de conocerte estaba a punto de
cometer una locura… supongo que toda mi vida te estado demasiado contenido…
reprimido… no me había dado cuenta…
-Eso significa que…
-No se lo que significa.- Dijo- Solo se que no quiero una
vida de adulterio. Creo que quizás deba pedir a Eleanor que nos separemos…
-Yo quiero que estemos juntos…
-¿Y durmamos en este granero?- jugueteó con su mentón.
-Solo si tu quieres, pero tengo una cama grande… tengo
una bañera grande… tengo una cocina aun más grande…
-Es muy sucio hacer estas cosas en todos esos sitios… es
anti higiénico.
-jajaja… No importa, yo quiero amarte, mostrarte lo mucho
que te deseo y que te quiero a mi lado…
Frederick no dijo nada, solo le besó y se dejó abrazar
por esos brazos fuertes. Estaba seguro de que había encontrado la felicidad y
ahora solo le faltaba vivirla.
FIN
Hola, Saito. Me ha gustado mucho, es distinto y original, aunque por un momento, pensé que iba a acabar mal... y ya estaba afilando mi hacha de guerra, jajaja. Besoss.
ResponderEliminarajajaaj noo acaba bien *-* y son lindos!
EliminarMe ha encantado! es chulisima, quiero continuación con boda y todo,jaja.
ResponderEliminarGracias por esta bonita historia, besoss
Uf, jaja con boda no se, porque Frederick es casado XD Tendremos que ver eso. Muchas gracias!!
EliminarSaito, el nº1º de lo que has escrito. Esta muy bueno más que bueno, me encanto, ijiji genial.
ResponderEliminarBesossssssssssssssss.
Qué pervertida Maria Luisa es solo porque es muy lleno de cosas guarras XD De todos modos tambien me gustó muchos escribirlo, jajaja Besos!
Eliminarhola saito que hermosa historia, quiero mas!!gracias por compartirlo besos
ResponderEliminarGracias ti por venir a leerme!
EliminarHola, Saito.
ResponderEliminarWow!!! Me ha encantado, es un magnífico relato.
Besos
Hola Ana! Gracias!
EliminarMe ha encantado, eso de pervertir a honrados padres de familia dominados por sus esposas como que tiene un punto. Aunque me pregunto, estaba reprimido o simplemente es tonto?. Podrías exponer varios ejemplos para tener donde comparar (mi forma de pedirte más historias, funciona?). Muchas gracias.
ResponderEliminarXd Noo es que estaba reprimido Xd Nunca viste stuart Little? Pues es ese frederick el de mi historia, Hugh laurie en plan honrado y muy poco follado, XD la verdad es que se me hace la boca agua en penar en un hombre asi, lleno de ganas de follar y desesperado... pero yo soy demasiado cerdo... Gracias por leerme!
Eliminarjjajajajajaj SAITO!!!!! por tu culpa jamás volveré a ver esta peli con mi enano con los mismos ojos!!!!
ResponderEliminarmuy buen relato, me ha gustado como has mostrado a los personajes, y lo que sentían. y por supuesto, muy hot, me encantó.
Gracias por compartirlo.
Un Besazo ;)