17 de janeiro de 2014

Después del fin- capitulo segundo


Capitulo 2

Habla Richard





Abrí los ojos y fije la mirada en el techo sucio de mi tienda de campaña. Podía escuchar el viento golpear la fina tela. Por momentos creí que se acercaba otra tormenta eléctrica pero cuando eché la cabeza a fuera me di cuenta que el día estaba tan gris como siempre pero sin rastro de tormenta. Ahora los días siempre eran grises, yo ya había olvidado como era el cielo antes del incidente.

—¿Qué hacéis?— pregunté a los demás miembros del grupo al que me había unido un año atrás. Vagueábamos como nómadas buscando comida, bienes y quizás algún sitio mejor dónde instalarnos. Teníamos este sueño de un lugar dónde la radiación no hubiese aniquilado todo y que aun se pudiese plantar alguna cosa, quizás un sitio dónde prosperar e empezar de nuevo.

Viajaba con ellos pero no me sentía especialmente bien entre su grupo. Vivíamos en simbiosis, ellos me daban la protección de un grupo y que había sido enfermero antes del incidente ahora les ayudaba cuando era necesario.

Nuestro grupo no era muy grande apenas veinte personas y entre ellos apenas un niño, ahora huérfano. El líder era una mujer, alta, de cabeza afeitada, cicatrices en el cuello y unas gafas de moto, siempre usaba un cuchillo en su cinturón de piel. Sus órdenes eran leyes incluso para hombres con el doble de su tamaño, se decía que era una maestra del cuchillo. No sabíamos mucho de ella, nunca hablaba de sí misma o de su vida antes pero ahora se hacía llamar Seki.

Uno de los que la acompañaba se llamaba Mouse vestido con piezas de cuero atadas alrededor de sus hombros dejó caer una mochila castaña y sucia de polvo a mis pies, escuché el inconfundible ruido de latas.

—Comida, pero también traemos eso…— Señaló como dos de los nuestros arrastraban una manta con algo dentro. Pude ver un brazo colgado.

—¿Qué es?— El hombre se encogió de hombros y dijo:

—Uno medio muerto. Quise acabar con él pero no me dejaron.

—Que rápido se entra en la barbarie.— Refunfuñé.

—Sí nos va a gastar medicinas acabaré con él y contigo.— Escupió a mis botas y se alejó.

La sociedad se había sumido en la brutalidad y el caos, a veces era muy difícil mantener la capacidad de civismo. Me acerqué con cautela y eché un vistazo en el hombre caído. Era un humano, delgado e inconsciente. Por lo empapada que estaba su chaqueta verde militar me di cuenta que su herida debería ser extensa.

Me agaché a su lado y le tomé el pulso, fuerte y ritmado. Abrí su parpado y su pupila reaccionó de forma adecuada a la luz dejando ver un iris de color aguamarina.

—Ayúdame a cargarlo.— Pedí.

—¿No crees que lo he cargado lo suficiente?— Protestó uno de ellos, un negro llamado Maximilien pero le llamábamos Max.

—¿Pretendes que lo examine aquí? Para eso no os hubieseis molestado en traerlo. – Sujeté la punta de la manta para empezar a arrastrar yo mismo el cuerpo desmayado.

—No sé por qué nos preocupamos tanto.— Dijo poniendo los ojos en blanco.— Quita, le llevaré.

Me aparté, Max sujetó el extrañó en brazos y lo cargó hasta mi tienda. Gateé sobre las mantas que olían a moho y tiré de sus hombros hasta tenerlo acostado.

—Ayúdame a quitarle la chaqueta.— Parecía deshidratado, sus labios estaban secos y no contestó cuando golpeé su rostro.

¿Qué vas hacer?

—Le meteré un suero, tenemos tres litros, podré gastar una botella. Me parece que tiene fiebre, y la herida…— Saqué un chuchillo y corté su camiseta exponiendo el torso pálido y delgado. La herida parecía producida por las garras de alguna bestia, eran cuatro profundas dilaceraciones. Estaban rojas y con bastantes señales de inflamación, no obstante eran recientes.

—Debimos dejarlo dónde estaba, este no durará mucho.— Max salió de la tienda dejándome solo.

Abrí una botella de agua y la despejé sobre la herida, esperé alguna reacción del hombre pero seguía profundamente dormido. Abrí unas gazas limpias y las froté sobre la herida que volvió a sangrar. Lo ignoré y continué mi trabajo. Solo tenía un hilo de sutura que me había encontrado en un botiquín hacia días, pero incluso ese estaba fuera de plazo. Suturé con las manos cerrando la herida y dando nudos apretados. No pude dar tantos puntos como eran necesarios pero no tenía nada más.

Aun me quedaban unas ampollas de antibiótico así que la abrí y la vertí sobre la herida antes de cubrirlo todo con gazas limpias y adhesivo.

Sus brazos eran largos y con venas saltadas así que no tuve dificultad en pincharle con una aguja que tenía a mano que ni siquiera era un catéter venoso y no servía para colocar sueros pero no tenía nada más y si él no moviese el brazo quizás podría ponerle algún liquido en circulación.

Sujeté el globo de suero en la parte de arriba de la tienda y suspiré.

No tenía muchas medicinas, ni podía administrarle toda mi reserva de medicación así que preparé otro antibiótico y se lo inyecté en el suero. Quizás si le disminuya la infección su fiebre bajase.

Salí afuera para respirar un poco, limpié mis manos cubiertas con su sangre a un paño pero la evidencia se quedó bajo mis uñas y entre mis dedos.

—¿Sobrevivirá?— Seki se acercó con un trozo de carne y me la entregó.

—No lo sé. Ya no podemos estar seguros de nada.— Murmuré aceptando la carne y dando un mordisco.

—Me parece raro que viajase solo. Todo el mundo sabe que viajar solo es una condena a muerte.

—Quizás solo le hayan dejado atrás.— contesté— Vigilaré como pasa la noche.

Nosotros habíamos llegado allí hacia una semana. Nos habíamos acomodado en una de las entradas de Paris. Nuestro campamiento estaba rodeado de chatarra, alambre y palos. La carretera agrietada quedaba a nuestra derecha y seguía hasta la ciudad perdiéndose de vista entre los escombros de coches, casas y basura.

No nos habíamos atrevido a cruzar la ciudad, estaría llena de animales devorando los restos de cadáveres que aun pudiesen encontrar y si nos encontrasen a nosotros, muy seguramente nos matarían. La naturaleza había cruzado líneas, la radiación había creado nuevos seres y ahora deberíamos ser precavidos.

Repondríamos fuerzas para continuar y buscar un camino seguro por entre los escombros.

—Si intenta algo, mátale.— Sentenció entregándome un pequeño puñal antes de alejarse hacia el fuego en medio del campamento.

Le mataría, claro. No sería el primero al que degollaría para salvar mi pellejo, pero no me parecía que estuviese en condiciones de hacer nada. Viajé durante más de un año con otro grupo, gente bastante distinta a mí, gente de moral dudosa y yo creía que no habían pasado ya tantos años desde que teníamos una civilización más o menos utópica, teniendo en cuenta en donde nos encontrábamos, cómo para que empezásemos a comportarnos como animales. Un día, tan solo desaparecí en los escombros y no volví a verlos.

Vigilé al herido durante toda la noche, se terminó el suero así que se lo quité y cuando el sol parecía querer nacer abrió los ojos. Me miró por instantes pero de nuevo volvió a quedarse dormido.

Los siguientes días no fueron fáciles puesto que un miembro del grupo fue mordido por un perro salvaje mientras recogían comida en la ciudad. Me llevó mucho tiempo ocupándome de él, pero finalmente trajeron algunas medicinas y nuestro ánimo mejoró.

Una noche mientras le observaba dormir con los suaves destellos del fuego del exterior reflejándose en su piel blanca volvió a despertar. Su herida había mejorado mucho con los antibióticos que le ponía una vez al día en la vena y la fiebre no había vuelto.

Me miró durante unos minutos y después dijo:

—¿Dónde estoy?— Su voz sonó gruesa y profunda. Gimió tratando de moverse. Me senté en mi lado de la cama.

—No te muevas, podrías reventar los puntos.

—¿Qué puntos?

—Te encontramos inconsciente a unos quilómetros de aquí, estabas herido.— Eché un vistazo a las gazas para estar seguro de que no estaban manchadas de sangre y seguían en su sitio.

—¿Me has estado cuidando?

—Claro— contesté— ¿quieres agua?— El asintió y le llegué la botella a la boca.

—¿Por qué?— frunció el ceño sobre sus preciosos ojos azules.

—Vaya pregunta.— Le di la espalda y busqué en mis cosas una pequeña barra de cereales. Abrí la barrita— Sin contar los días que llevaste perdido, aquí ya estás hace tres, sin comer, así que será mejor que mordisquees un poquito de esto.

—No tenías que ocuparte, yo…— le ignoré, y el terminó:— Gracias.

—De nada. Ya somos muy pocos, creo que deberíamos cuidarnos en lugar de ir matándonos como si no hubiese suficiente espacio para todos. De hecho es lo que más queda.— El hombre abrió la boca y mordió un poco de lo que le tendía.— ¿Cómo te llamas?

—Benedict.

—Me alegra que no tengas un nombre nuevo.— sonreí. Ahora era común que la gente se pusiese otros nombres como forma de marcar su sobrevivencia. Al fin todo el mundo estaba muerto, la gente podía cambiarse de nombre, ¿quién te lo impediría?— ¿De dónde eres Benedict?

—De Londres, aunque eso ahora ya no es muy importante.— masticó despacio.— ¿Tu cómo te llamas?

—Richard.— Contesté guardando el resto de la barrita de cereales. No convendría que comise mucho de un tirón. Toqué la piel de su brazo y estaba frio, así que le cubrí con una manta. Benedict no dijo nada, se mantuvo silencioso e inmóvil mientras me ocupaba de arreglarlo.

—Richard, ¿eres médico?— su voz parecía cansada, sus parpados se cerraron un poco.

—No, soy… era enfermero. Deberías dormir.— Dije pero me quedé muy seguro de que ya no escuchó nada de mi respuesta. Sus ojos ya estaban cerrados y su respiración acompasada.

Esa noche se agitó, sus sueños eran intranquilos haciéndole gemir incoherencias. Saqué mi mano de mi bolsa de dormir y sujeté la suya, apretó mis dedos y los sueños remitieron hasta la madrugada.

—Richard.— Su voz me despertó, trataba de levantarse.

—¿Qué haces?

—Necesito ir afuera, quiero, ya sabes…— pidió de forma educada.

—Veo que tu cuerpo empieza a funcionar.

—¿No había funcionado?— preguntó cuando le ayudé a incorporarse.

—Bueno, sí. Pero ahora tienes consciencia de ello.— dije sin más. Benedict me miró algo avergonzado.

—Lo siento.

—No pasa nada, es normal. Por algo te tenia sobre esos trapos… ven, despacio.— Le ayudé a salir de la tienda.

—Parece que el nuevo está mejor.— Lia una chica de unos 20 años, de cabellos rubios dorados le sacaba puntas a unos palos con los que a menudo hacíamos trampas.

—Sí, eso parece.— murmuró Benedict.

—Espera, yo a ti te conozco.— Ella se levantó y dejó los palos caer al suelo.— Tú eres un actor ¿Verdad?

Benedict apoyado en mi hombro dejó escapar una triste sonrisa y dijo tan solo:

—Ahora ya no.

Cuando volvimos a la tienda suspiró y cerró los ojos. Aun estaba muy débil y por ello durmió todo el resto del día mientras que yo me ocupé de nuestro compañero herido.

No pude hacer gran cosa, la infección provocada por la mordida se esparció por su cuerpo a gran velocidad provocando gangrena, perdida de piel en cuestión de horas. Los antibióticos fueron completamente inútiles y esa misma noche murió de sepsis.

Mis sentimientos se mantuvieron ambiguos en relación a la muerte de ese compañero. Me apenaba la muerte de un ser humano pero realmente me daba igual. Todos a los que había amado o querido algún día estaban muertos así que me daba igual la muerte de una persona a la que conocía hacia tan poco tiempo. Mi vida no mejoraría ni empeoraría con esa muerte, tan solo seguiría siendo el mismo penar de siempre.

Limpié el sudor que se resbalaba por mi frente y volví a mi tienda. Dejé que ellos se ocupasen de deshacerse del cadáver. Quizás lo enterrarían, pensé. Eso era lo que hacíamos antes, supuse que seguiríamos haciéndolo.

Me di cuenta que lo que antes constituía un tema casi tabú ahora lo abordaba de forma casi liviana. Ya no parecía que nadie diese la debida atención, ni llorase con igual sentimiento a nuestros muertos. Después de tanta muerte, nos enfrentamos a un cuestionamiento casi colectivo de si valdría la pena seguir haciéndolo. Nuestra actitud ante la muerte estaba cambiando.

Observé a Benedict, él seguía mejorando. Parecía que había rebuscado en mis cosas y masticaba un trozo más de la barrita de cereales.

—Lo siento, estaba hambriento.— sonreí y me senté a su lado.

—Debes recuperarte, seguro que querrán iniciar marcha en algunos días. – comenté fijándome en su cabello rojizo y las patillas que ya necesitaban un afeitado.

—¿Y a dónde iremos si es que se me permite acompañarles?

—Buscamos un lugar fértil, donde empezar de nuevo.— contesté con pocas ilusiones. Coloqué mi mano sobre su frente, estaba frio.— Será mejor que no te resfríes, las noches se están volviendo muy frías.— Le coloqué un gorro en la cabeza. Y él hizo una mueca burlona.— Da igual que te burles, no pienso dejar que se me muera otro paciente.

—¿Ha muerto alguien?— Preguntó algo aturdido.

—Sí, un compañero al que le había herido una especie de perro. No pude hacer gran cosa.— confesé.

—Hay heridas que son letales…

—No eran letales.— le corté.— Pero de algún modo son infecciosas, no murió de la herida, sino de la infección. Nunca había visto nada así.

—Nunca antes habíamos visto a nadie sobrevivir a la radiación y sin embargo todos a mi alrededor cayeron como pájaros mientras yo seguía de pié.— constató.

—Sí, supongo que las leyes que conocíamos ya no se aplican en este mundo.— me acosté a su lado y me cubrí con las mantas.— Así que será mejor que te estés quietecito si quieres sobrevivir.

—¿Cuánto tiempo llevas con ellos?— Su voz sonaba tranquila, fijaba sus ojos en el techo.

—Mucho, ¿Por qué lo preguntas?

—Entonces te ha afectado la muerte de ese compañero…

—No especialmente, no éramos muy llegados.— Me encogí de hombros.

—¿Entonces por qué te preocupa mi muerte?— su mirada se apartó del techo de la tienda y se fijó en la mía. Tan intensa, tan azul como en tiempos había sido el cielo. Aparté mi mirada.

—No me preocupa, pero es mejor que preservemos el último modelo de la tapa de revista Times.— Él soltó una risita ahogada por los llantos que llegaron desde el exterior. — ¿Quién eres en realidad?

—¿Preguntas si realmente soy quien esa chica dice que soy?— Pestañeó algunas veces. Yo asentí.— Sí, era lo que hacía. Hice algunas películas y series de televisión. Quizás te acuerdes de alguna.

—¿Eran buenas?— sonreí.

—Las mejores.— aseguró con voz melancólica.

Yo volví a fijarme en su rostro, traté de estudiarlo, su cuerpo, pero no podía pensar en nada.

—¿Eras Spiderman?— probé antes de dar una suave carcajada.— No sé, quizás después de afeitado pueda pensar en algo.

—¿Viste Sherlock?

—Oh sí, vi todos los Sherlocks, ¡me gustaba mucho! Pero Sherlock tenía el cabello castaño.— Acaricié un rulo rojizo que se escapaba del gorro de lana naranja.

—Este es mi color verdadero.— Cerró los ojos mientras yo seguía jugueteando con el mechón de su cabello.

—Es muy bonito.— murmuré sintiéndome imbécil y cayendo en un sueño tranquilo y sin pesadillas.

Cuando me desperté todo estaba silencioso, afuera no se escuchaba una conversación o un paso. Eché la cabeza afuera de la tienda carcomida y pude ver algunos de los miembros del grupo durmiendo junto al fuego, otros comían sentados en el suelo pero el aura deprimente era mucho mayor que en otros días.

Me metí para dentro sorprendido por el ruido de unos dedos rayando bajo las mantas.

—¿Qué haces?

—Me pica.— protestó cuando alejé sus manos de las vendas y las abrí. La herida cicatrizaba dentro de lo esperado y ya estaba totalmente cubierta por una costra castaña.

—Es normal que te pique. Pero creo que está muy bien y que deberías empezar a mover el brazo y hacer un poco de vida normal para variar.— Volví a cubrirla con gazas.

—Gracias.— Sus manos sujetaron las mías junto a su pecho.

—No, no hay de qué.— Mi voz flaqueó un poco cuando sentí el toque íntimo de sus dedos pero añadí:— Ven, debería darte el aire y comer algo.

Le ayudé a llegar hasta el fuego dónde se sentó y trató de calentar las manos. Necesitábamos comer algo, recordé que tampoco había probado bocado desde el día anterior así que recogí dos latas, una de frijoles y otra de piña en rodajas. Las abrí y me senté a su lado:

—Come.— Le tendí la lata de los frijoles.— Sé que te gustaría más la piña pero los frijoles tienen más proteínas y ahora las necesitas. Ben balanceó la cabeza y metió los dedos en la lata.

—Quien iba a decir que el frijol recién salido de la lata fuera tan delicioso.— Dio una pequeña rizadita antes de metérselo en la boca.

En ese momento algunos miembros del grupo llegaban acompañados de Seki, regresaban cargando sacos y armas. Deduje que habían estado inspeccionando el terreno. Parecían cansados pero satisfechos.

—Hay dónde acampar al otro lado de la ciudad. Habrá que dividirse en dos grupos…— la escuché decir. El hombre a su lado murmuró algo que no comprendí y después se alejó.

Yo me levanté y les seguí por entre la chatarra y las rocas que propiciaban cobijo a nuestro grupo.

—¿Vamos a iniciar el viaje?— Pregunté. La mujer se detuvo y me miró con curiosidad.— Creo que deberíamos esperar unos días más…

—¿Lo dices por tu amiguito?— Dijo de forma inquisitoria.

—No es mi amiguito es otro miembro del grupo ahora.— Ella frunció el ceño.

—Si no puede caminar lo dejaremos atrás.— Sentenció sin piedad.

—¿Por qué? No podemos dejar a nadie atrás. ¿Qué ha pasado?— De pronto no la reconocía. Seki era una mujer dura pero siempre había sido amable y justa en sus decisiones, eso era lo que mantenía al grupo unido.

—La muerte de Raelan no pareció importarte lo más mínimo, ¿por qué habría de importarte o preocuparte un extraño que acabas de conocer?— Me enfurecí con sus palabras pero sabía que en el fondo tenían algo de verdad.

—Raelan me importaba pero no pude hacer nada por él.

—Pudiste acompañarnos mientras lo enterrábamos…— Mis ojos empezaron a llenarse de lagrimas, pero yo sabía que no eran de tristeza pero sí de rabia.

—Creo que los vivos necesitan más que lo muertos.— La espeté.

—Claro. ¿Por lo menos sabes dónde está enterrado?— Cerré la mandíbula con fuerza y suspiré.— ¿No verdad? ¿No eras tú el que tanto predicaba que deberíamos mantener las costumbres antiguas? Que no deberíamos sumirnos en la barbarie…

—Quizás haya sido un estúpido creyendo eso, quizás de igual. El mundo ya no se rige por las mismas leyes…

—Hipócrita. Viajaremos en dos días, pueda o no acompañarnos.— Sentenció.



Esa tarde le retiré los puntos antes de aplicarle la última inyección de antibiótico. Yo había estado sumido en mis pensamientos desde mi conversación con Seki y casi no le había hablado. Noté que respetaba mis silencios, no me preguntaba nada, tan solo se limitaba a estar a mi lado mientras yo hacía mis tareas en modo pasivo agresivo.

—No sé cómo darte las gracias por todo lo que has hecho por mí.

—No hace falta.— Guardé las cosas en mi mochila.— Ahora eres libre, no necesitas más cuidados médicos, solo ocúpate de mantener la herida limpia hasta que esté cerrada por completo.

Él suspiró, jugueteó con las mantas sobre las que estábamos sentados mientras parecía ganar coraje para hablar.

—¿Sabes? No quiero irme, me gusta tu compañía.— Dijo con lentitud.— La persona que era antes no es la misma que soy ahora y durante este tiempo he descubierto cosas de mi que ignoraba, o quizás, tan solo no quería verlas, por cobardía o por miedo a ser marginado .

—¿De qué estás hablando?—murmuré.

—La forma como me cuidaste, como acariciaste mi cabello… tú eres gay.— me acusó— y yo quiero corresponderte.

—¿Por qué te he salvado? ¿Crees que solo porque el mundo haya caído yo voy a querer algo así como pago?— Mi mirada endureció y él sujetó mi brazo con fuerza.

—No. No. Tú me atraes.— Clavó sus ojos en los míos.— Desde hace días que no pienso en otra cosa que no sea besarte.

Mi respiración se detuvo por instantes ante su confesión. Yo no dije nada, solo bajé la mirada y me solté de su agarre. Continué metiendo mis cosas en la mochila.

—¿No dices nada?— Insistió.

—Sí, te lo diré. No sé porqué aun no lo has hecho.— protesté.

Benedict sonrió, acarició mi cuello con su mano, mis labios con su pulgar antes de inclinarse y besar con suavidad mis labios.

—Eres precioso.

—Claro, sucio y con el cabello revuelto.

—Eres el chico sucio y con el cabello revuelvo más guapo que he visto en este apocalipsis de mierda.— Di una carcajada y me sonrojé.

continua...





23 comentários :

  1. Me encanta Richard, muy bueno el capitulo, gracias por compartirlo.
    besos

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    1. Hola yaya! Muchas gracias por tu comentario, espero que te siga gustando como evolucionan las cosas! besos

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  2. Muchas gracias por todo tu trabajo y por compartirnos este nuevo capitulo saito :D ♥

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  3. Fina. Hola me gusto mucho el capitulo, mil gracias por compartir, besos

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  4. Me gustó tú capitulo ... Es una interesante historia gracias x compartirla :)

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  5. Gracias por el nuevo capitulo ha estado muy bien y tambien por compartir tu trabajo, un abrazo

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  6. Me encantado el capítulo, esta historia se pone muy interesante y estoy deseando leer más. Besoss.

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    1. Hola Minu! jajaja me alegra que la estes disfrutando, despues de tanta lata que te he dado con esta historia! Besos!!

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  7. Hola Sai, el capítulo ha estado genial, me ha gustado mucho y estoy deseando poder leer más y saber que nuevos acontecimientos les pasara a Richard y Ben. Gracias por compartir.
    Besosss

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    1. Hola Ross!! Gracias mi linda por tu apoyo siempre, y por estar ahi! me alegra que te gusten mis desvarios! Muchos besukis

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  8. Hola, Sai. Me dejaste muy preocupada en el primer capi, me alegra que Ben tuviera la suerte de conocer a Richard. Me parece que estás reflejando de manera muy inteligente este mundo apocalíptico, esa lucha constante entre la humanidad que se les escapa y la barbarie que les rodea.
    Muy buen, capi, ya quiero saber cómo sigue ;p
    Besos

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    1. Hola Ana! Muchas gracias por tus palabras, siempre analisas muy bien mis historias, y dices unas cosas mas bonitas! No te preocupes con Ben, richard se ocupara muy bien de él... jujujuju
      besukis

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  9. Hola Saito, ya me lo he leído. Está estupendo, porque es el primer encuentro entre los dos protagonistas y ahora es cuando empieza de verdad la aventura de la supervivencia. Estoy deseando ver cómo se las arreglan en un mundo tan caótico donde hay poca humanidad y donde cada uno se preocupa solo de las necesidades más primarias. Me parece muy complicado, pero ya veremos con que nos deleitas en el próximo. Hasta pronto

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    1. Hola Paki! bueno, no se si sabre estar a la altura de las circunstancias que deseo describir, pero es un intento ^^
      Me alegra que por el momento haya podido captar vuestra atencion por un poquito.. jajaja muchas gracias por darle a mis escritos una oportunidad.
      Besukis

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  10. La cosa se pone interesante. Me gusta cómo describes las relaciones ente la gente después de la destrucción de la civilización, cómo unos se animalizan y otros intentan conservar su humanidad y sus valores, aunque a veces fallen. Estoy impaciente por ver cómo continúa. Ánimo y besos.

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    1. Hola Astrid! Muchas gracias por seguir aqui siempre y siempre dejar un comentario, es muy importante saber si os gusta lo que hacemos o no. Muchas gracias!

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  11. Hola Sait, lindo, esta historia esta cada vez mejor, me encato!!..te mando un beso y espero el tercer capi

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  12. Hola, muchas gracias por compartir este capítulo con nosotr@s. Esta historia está cada vez más interesante, Saito. Besos

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